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Bailando en la oscuridad: ¿Qué hacemos cuando estamos mirando hacia adentro?

Reseña

Bailando en la oscuridad: ¿Qué hacemos cuando estamos mirando hacia adentro?

por Antonia Alarcón

En Galería Karen Huber

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Tiempo de lectura

4 min

Existe una serie de fenómenos visuales que acompañan el cotidiano y colorean de las maneras más anormales los encuadres domésticos. Pocas veces ––si no es que nunca–– logro recordar el nombre de los entes flotantes que viven en mis ojos, cuyas formas irregulares logro ver sólo con mucha luz o, en su versión contraria, a falta de ella: la vista negra se llena de manchas que se empalman, crecen, desaparecen. Una oscuridad que se convierte en naranja, verde, azul, todo al mismo tiempo, todo a su propio ritmo.

Desde el momento en el que entramos al cuarto, conocemos el espacio por los pies. ¡Sorpresa, una alfombra que es una casa! Un cuarto, un clóset, un resguardo. Encuentro un altar en el piso, el recuerdo del ritual, de los milagritos (el cuerpo desmembrado) en las iglesias. La exposición Bailando en la oscuridad, curada por Aurélie Vandewynckele en la Galería Karen Huber, es un paseo por la memoria escondida del cuerpo/cuarto donde los espacios nos habitan y donde la habitación tiene su propia respiración. A través de las obras de lxs artistas Verónica Bapé, Nicole Chaput, Tahanny Lee Betancourt, Gabriel Rosas Alemán y Alejandra Venegas, se construye una narrativa poética, incómoda, cautivadora y meditativa.

Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber
Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber

Cada obra funciona dentro de sus propias reglas, lo que produce un recorrido cacofónico en el mejor de los sentidos, en el que cada pieza se vive a su propio tono. La voz de cada artista parece cantar distintas intimidades, Aurélie le llama “plurivoces del habitar”. Mediante ellas experimentamos distintas intensidades de oscuridad: desde lo lúdico y erótico, pasando por la contemplación, hasta una intensidad corporal explosiva. Los espacios carentes de luz se convierten en lienzos donde volcamos la imaginación sobre lo irreconocible, en la pequeña vibración de los pigmentos ante el ojo.

Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber
Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber

Tahanny Lee Betancourt, TTOEELVDUR (La Tabaquera Anatómica), 2020. Cortesía de Galería Karen Huber
Tahanny Lee Betancourt, TTOEELVDUR (La Tabaquera Anatómica), 2020. Cortesía de Galería Karen Huber

El cuerpo estático y encerrado fácilmente nos encamina al malviaje. La pintura de Nicole Chaput es visceral: con su trazo carne: pincel puñal: la fosa cavada sobre el cuerpo/lienzo. Mientras tanto, Alejandra Venegas crea una ventana en el cuarto donde se contempla un paisaje nocturno, de esos momentos donde el exterior se descifra a partir de la sugerencia de las formas. Por su lado, Tahanny Lee Betancourt hace una alegoría al cuerpo que se convierte habitación, como si el embarazo fuese una transformación arquitectónica y la maternidad un ritual que se refleja en sus rincones. Verónica Bapé representa el ocaso como el espacio intermedio de las energías, tanto lumínicas como humanas. Las ligeras piezas textiles de Gabriel Rosas Alemán logran responder a cualquier presencia, haciendo evidente el paso de los cuerpos y los movimientos invisibles que se producen en los espacios. Las piezas se entretejen, demandan la atención del visitante para envolverle en la narrativa latente como un susurro.

Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber
Vista de la exposición 'Bailando en la oscuridad', 2020. Cortesía de Galería Karen Huber

Uno de los beneficios pandémicos fue recorrer la exposición narrada desde la voz de Aurélie, quien está en un diálogo constante con las obras desde su propia intimidad: en sus lecturas cotidianas y en sus experiencias personales. Una de las razones de mi cautivación con esta exposición fue la generosidad con la que compartió sus inquietudes iniciales y sus saberes. Su curaduría es sensible, vulnerable y afectiva, mismas razones por las que la exposición se siente como un montón de espacios conocidos. Pienso que en México no hay muchas casas alfombradas de pared a pared, Aurélie y yo tenemos un recuerdo común de otras latitudes que sólo la migración nos permite compartir y que se revivió en ese cuarto.

Puede que el baile no siempre sea algo musical, a veces es una coordinación de desplazamientos. Esta exposición alude a la oscuridad de las maneras menos obvias, a través del recuerdo y de lo que existe en los espacios íntimos: las sensaciones corporales, los movimientos de las telas, el acolchado bajo los pies. Así se vuelve evidente que no se necesita apagar la luz cuando la memoria es el espacio más oscuro.

La exposición se podrá visitar hasta el 30 de enero del 2021. Haz tu cita aquí.

Imagen de portada: Nicole Chaput, My Grandma's Wallpaper (detalle), 2018. Cortesía de Galería Karen Huber

Publicado el 10 dic 2020