Actualmente se exhibe en la galería José María VelascoLa cocodrila enamorada, serie pictórica realizada por Xuty (Bruno Nieto, Isla Mujeres, 1981) entre 2012 y 2017, conformada por 17 pinturas en mediano y gran formato. La obra, expuesta en conjunto por primera vez, es un canto de cisne a un periodo de enamoramiento fructífero, intenso y probablemente mortal. La pérdida de la individualidad en el proceso amoroso marca siempre un antes y un después, muerte o metamorfosis; en el caso de Xuty no parece casualidad que hayan transcurrido cinco años para que la serie saliera a la luz.
Obviemos las referencias evidentes al graffiti, el art brut o el “neofauvismo” al que refiere Alfredo Matus en el texto de sala, y tratemos, más bien, de acercarnos a las obras para conocer sus particularidades. ¿Cómo es la sensibilidad aquí desplegada? ¿Con qué recursos comparte su imaginación? ¿Qué testimonio arroja una cocodrila enamorada en el siglo XXI?
El amor no tiene tiempo, el amor no tiene edad, obra que da inicio a la exposición, se compone de trazos hechos con aerosol morado, rosa, azul y naranja fluorescente que figuran el contorno de unos pies y un torso, ocupando el bastidor de un extremo al otro. Destaca una mancha verde que recuerda la pintura digital y algunos brochazos negros que imprimen una notable tensión, gestos que no caben en una superficie rectangular. Un cuadrado rojo rematado por una lata de cerveza aplastada y pegada sobre la tela hace de punto final. Más que una cita al ensamblaje rauchembergiano, parece que nos adentramos en un parque de diversiones.
Inmediatamente después, encontramos un retrato de la cocodrila: Al amor de mis amores, sonriendo con dientes y ojos verdes. Pequeños cuadrados componen sus escamas, un rectángulo dividido por una cruz configura cuatro espacios triangulares donde leemos “ja, ja, ja”, una papaya que llora, un corazón con ojos que son boquetes, otro corazón contento. La ternura y las texturas se superponen y nunca encontramos un espacio que no haya sido recorrido impacientemente, plagando la superficie con índices, constelaciones, planetas y derivas.
En Vamos a dar una vuelta al cielo y a mi pantano casi alcanzamos a escuchar el canturreo de un niño. Un cocodrilo que anda en bicicleta, su primer triciclo acaso, se acerca al sol, va a cruzar un río, quizás un niño de la Selva Lacandona que juega con su soledad. A un lado suyo está El hermoso bajo la lluvia morada donde un niño baila junto a algunas estampas pegadas: "boys don’t cry"––como reza el mandato––, Finn y Jake (esos dos personajes que no se besan, pero se toman de la mano y bailan) rodean a una especie de deportista al que le explota la barbilla o el corazón, ¿quizás un collar de prestigio? Parece que brinca para encestar el balón, coronado por una estrella fluorescente. Otra obra, Cocodrila atrapada en el planeta de las piñas, próxima apertura desayuno con la guapa, muestra un retrato con una constelación de planetas incrustada en los ojos, sus labios tiemblan.
Abundan en la muestra zonas densamente pobladas con diversos tratamientos: el valemadrismo de superposiciones. Me encuentro con el retrato de una reina negra Piña para el desayuno, en esta narrativa la cotidianeidad está llena de asuntos inesperados. ¿Quién aparece en las mañanas, todavía a medio amanecer, entre la penumbra? ¿Es la muerte, un dinosaurio de constelaciones, planetas salvajes, la maraña, la confusión del despertar? A continuación, una pintura de colores vibrantes: La vida como una fiesta ¿bailamos? Ahí, rodeadas de planetas coloridos, una perrita rosa y una cocodrila verde se toman de la mano y bailan. El mundo parece un lugar feliz en esta pintura, hay dos planetas unidos por un compás, ¿son los pasos de baile que nos unen?
Xuty, Cuatro fantásticos en peligro de extinción, 2015. Cortesía del artista
Nos topamos de frente con otro retrato, es la Cocodrila enamorada sobre una trama que data: 2012, 2012, 2012, 2012, 2012… como un código de programación. La cocodrila se encuentra en primer plano y al centro, sonriendo con los brazos levantados, ojos estrambóticos y piel psicodélica. A su lado, otro retrato que se vuelve un paisaje fragmentado, en el que leemos: “CaRa de MOTA”, “LOKA”. La retratada, con las manos nerviosas y un gesto de preocupación, mira hacia lo que fue o hacia lo que se acerca.
Tomo distancia para reconocer las obras en conjunto. Identifico planos que no ceden a la ilusión de profundidad, tangencias abrumadoras, figuras que colindan con los fondos, paisajes subdivididos en parcelas, pequeñas galaxias y universos que se abren en cada rincón, coloridos vaporosos y etéreos, pero también violentos contrastes de matiz y densidad. Texturas de crayón, óleo y aerosol, donde se vacían pensamientos positivos y negativos, sonrisas, lenguas. Volver a ser niñxs atravesadxs por la furia, por el sentimiento de ahogarse, de caer como Ícaro en medio del mar. Personajes que lloran senos, mujer vaca, mujer maternidad, mujer amamantadora, "Espero algún día convertirme en tiempo…", aerosol estridente... Leemos como vestigios sonoros las frases “ADIÓS AMOR”, “REALISMO DE MI TIME”, Soy lo que soy (verano).
Xuty, ¿Pero querías volar, no?, 2015. Cortesía del artista
Tres pinturas de gran formato se presentan a continuación, en una especie de coda de color y gestualidad. Me hacen pensar en el tiempo acumulado sobre los muros, la vida que se superpone a la muerte, la tristeza, la sangre en las paredes (el gesto de Ana Mendieta: she got love). Las frases escritas dotan a estas ensoñaciones de carácter específico: “ESTÁS BIEN BUENA”, “Del TIEMPO De los 3NAMORA2”. Habitan estas piezas personajes que no quieren ser ni humanos ni animales, adultos que quieren ser niñxs (“un ser que está disfrutando la vida”, dice Xuty), colores que son fantasmas. Cuatro fantásticos en peligro de extinción, letras que son signos de paz, recuerdos borrosos como la reconstrucción de la borrachera en la cruda. Dos sombras bailan, irradian luz, la vida de la noche, el orgullo gay, YES!, los rayos láser, la rueda de baile como un agujero negro en que nos hundimos, rematado por la frase: “Fuí inocentE Pude Pintarlo”.
Xuty, Yes, 2016. Cortesía del artista
Bruno Nieto condensa en esta serie algunas de las vicisitudes del mundo actual: la tensión entre forma y expresión, las contrariedades del encuentro con lxs otrxs, ¿fundirse o excluirse?, la gama cromática de las identidades de género, las diferencias cuánticas entre los enamoradxs, la profunda necesidad de expresar la ternura y la desazón acumuladas, las situaciones amargas pero divertidas... Todo ello se encuentra aquí desplegado en un crisol de mundos posibles, basta dejarse penetrar por los rayos eléctricos que emanan de estos diarios visuales. ¿Quién dijo que la ropa sucia se lava en casa? “Pude pintarlo porque no les hice caso”, dice Xuty.