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"Una que cubre la palabra que la nombra": Luis Camnitzer en LABOR

Reseña

"Una que cubre la palabra que la nombra": Luis Camnitzer en LABOR

por Jimena Cervantes

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Tiempo de lectura

6 min

Luis Camnitzer es una de las figuras más reconocidas del conceptualismo latinoamericano. Su práctica se despliega en un territorio intermedio entre la crítica lingüística, heredada del arte conceptual, y una sensibilidad política atravesada por las condiciones del exilio latinoamericano. A lo largo de más de seis décadas, ha configurado una estética que interroga las formas en que el poder produce sentido y legitima la realidad. En este contexto, la galería LABOR presenta Una que cubre la palabra que la nombra, la primera exposición del artista en una galería mexicana desde 1968.

El recorrido curatorial se organiza como una suerte de retrospectiva en la cual se presentan alrededor de 16 obras, entre fotografías, grabados e instalaciones. La exposición acierta al disponer las piezas suspendidas en una serie de paneles, permitiendo que lx espectadxr vea simultáneamente el anverso y el reverso de las obras. Al proponer una disposición distinta a la de la lógica de contemplación frontal, la exposición desestabiliza el punto de vista único y la jerarquía visual que tradicionalmente organiza la experiencia del arte. Ver el reverso equivale a mirar el mecanismo, el lugar donde la obra se sostiene y se autentifica. Tener acceso a lo que normalmente queda oculto, nos recuerda que incluso las obras más desmaterializadas conservan una materialidad mínima, la de su inscripción en un sistema de validación.

Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves
Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves

Por ejemplo, Object Boxes (1973–78) es una serie de cajas de madera cerradas por cristales, que incorporan en su parte inferior una placa dorada grabada con un enunciado que funciona simultáneamente como título. Dentro de la caja se encuentran objetos mínimos –fragmentos de materiales, papeles, manchas de color, huellas de acciones– que no operan como ilustración del enunciado, sino que lo vuelven inestable. El desfase entre la palabra y la cosa permite reconstruir una relación que nunca es fija: no hay definición, ejemplo, ni correspondencia segura. En ese choque entre palabra y objeto se activa un proceso metonímico en el que cada elemento remite a otro que permanece ausente. Dentro de esta serie se encuentran obras como The Reason of Alchemy, Fragmento de vidrio o plástico sobre hoja de vidrio o plástico y Una que cubre la palabra que la nombra (1973–1976), pieza que da título a la exposición.

Más que una formulación poética, la frase apunta a la intuición de que toda afirmación que reclama evidencia encierra, en cierto modo, una estrategia de convencimiento; una ficción que organiza la percepción del mundo. La respuesta, por tanto, no pasa por contraponer una verdad alternativa, sino por revelar los mecanismos mediante los cuales esa verdad se instituye y adquiere autoridad. Este gesto puede leerse, además, en continuidad con la lógica del reverso que atraviesa la obra de Camnitzer y las decisiones museográficas que acompañan su exhibición.

Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves
Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves

Por otro lado, encontramos piezas como Pintura original (1973), la cual forma parte de un conjunto en el cual Camnitzer explora las relaciones de poder en el arte. Tanto en ella, como en Signature by the Slice (1971/2007), escultura de papel formada por rebanadas en forma de pan, cada una cortada con láser y marcada con la firma del artista, y Signature by the Inch (1971), un contrato en el que el artista ofrece su firma manuscrita para ser vendida por pulgadas lineales, se explora la conversión del valor simbólico del arte en valor de cambio de la forma más literal posible.

A su vez, en obras como Flag (2021) ,Camnitzer realiza una operación análoga a nivel simbólico y conceptual. Al reemplazar las estrellas de la bandera por un plátano, el artista expone el reverso de la retórica democrática estadounidense, recordando que toda imagen oficial oculta la trama de explotación y colonialismo que la sostiene. Esa yuxtaposición de elementos, no sólo fractura el relato hegemónico, sino que opera como un gesto de desenmascaramiento, mostrando lo que la imagen oficial oculta: el sustrato extractivista, racializado y violento sobre el que se erige la retórica del progreso norteamericano. Mientras la bandera suele asociarse con los ideales de libertad y democracia, el plátano introduce una resonancia histórica al evocar la noción de “república bananera”, expresión que surgió a comienzos del siglo XX para designar a los países de Centroamérica cuya vida política y económica fue sometida a los intereses de grandes corporaciones extranjeras, en especial la United Fruit Company. Camnitzer muestra que “esto no es una bandera”, sino un sistema de dominación naturalizado como símbolo nacional.

Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves
Vista de exposición, Una que cubre la palabra que la nombra, Luis Camnitzer. Cortesía de LABOR. Foto: Ramiro Chaves

Ante el auge contemporáneo de la ultraderecha y las tendencias autoritarias globales, resulta pertinente volver a mirar la obra de Camnitzer y las reflexiones que abre. En la actualidad, en un contexto en que “Latinoamérica” sigue funcionando como una categoría totalizadora –una invención geopolítica más que una identidad compartida–, su trabajo desconfía de toda forma de representación que fije lo latinoamericano como estilo o como marca de diferencia exótica; al contrario, interroga los lenguajes que producen esa diferencia. No sólo se trata de dudar de lo que se ve, sino de dudar de por qué se le ve de esa manera. En un campo donde la obra no se limita a ser contemplada, sino que demanda participación crítica, emerge la necesidad de repensar las relaciones entre arte y pedagogía, así como de reconocer que no existen espectadores pasivos, que incluso la aparente inacción constituye un modo de interacción.

Si bien estas cuestiones abren diálogos muy necesarios, la exposición también deja entrever las tensiones estructurales que han acompañado a las estrategias conceptuales desde sus inicios, es decir, la imposibilidad de sustraerse de las condiciones materiales de su producción: su poder educativo está mediado por estructuras de clase, acceso y legitimación institucional. Aún cuando Camnitzer concibe el arte como una herramienta cognitiva y emancipadora, reconoce que su potencial crítico está inevitablemente mediado por dichas condiciones. Por lo tanto, es fundamental activar imaginarios críticos que permitan visibilizar y poner en perspectiva las condiciones que determinan su propia circulación. Y si quienes ejercemos la crítica no somos capaces de situar estas condiciones, ese potencial emancipador corre el riesgo de mantenerse como un privilegio, limitando su alcance transformador.

Jimena Cervantes

Publicado el 1 diciembre 2025