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Ángela de la Cruz

La primera exposición individual de Ángela de la Cruz en la Galería Travesía Cuatro en México, titulada Bulto, invita al público a sumergirse en una profunda reflexión sobre la esencia de la pintura y su relación con el espacio tridimensional. El título, Bulto, cargado de significados, evoca desde lo antropomórfico hasta lo misterioso, sugiriendo una presencia oculta, una verdad que se revela a través de la superficie del lienzo. En un panorama artístico contemporáneo a menudo dominado por narrativas directas, el enfoque sutil y evocador de De la Cruz propone una experiencia en capas, desafiando al espectador a descubrir la vida propia de la obra de arte.

Ángela de la Cruz (La Coruña, 1965) es una de las figuras más destacadas del arte contemporáneo. Su traslado a Londres en su juventud, inspirado por la vibrante escena musical post-punk, marcó el comienzo de una trayectoria que desafía las fronteras entre pintura y escultura, creando un lenguaje visual único. Un momento decisivo en su carrera tuvo lugar en su estudio londinense, cuando, en un impulso de frustración, golpeó un lienzo, deformándolo. Lejos de ser un acto destructivo, este gesto reveló una nueva dimensión: el lienzo adquirió cuerpo, abriendo un camino tridimensional para la pintura. Su innovadora visión le valió una nominación al prestigioso Premio Turner en 2010, consolidándose como una artista de renombre internacional.

Desde el inicio de su carrera, De la Cruz se ha dedicado a investigar a fondo qué es la pintura. ¿Qué define a la pintura? ¿Cuáles son sus límites materiales? Y , crucialmente, ¿cuándo deja de ser pintura para transformarse en otra cosa? Sus creaciones han evolucionado desde la experimentación con lienzos que se desploman al ser liberados de su bastidor —un gesto que humanizaba la abstracción— hasta desarrollar un lenguaje artístico completamente consolidado y único. Con Bulto, su trabajo más reciente, la artista marca un cambio clave: deja atrás la idea del accidente para enfocarse en la construcción explícita de la obra.

Si en series icónicas como Homeless (1996) o Clutter (2002-2005) la obra se presentaba como el resultado de un evento traumático —un cuerpo caído, roto, abandonado—, en la serie Bulto, las obras ofrecen al espectador con una honestidad material casi desafiante. Formalmente, la artista sigue dialogando con la herencia del minimalismo, utilizando la forma del cuadro y el poder del monocromo como puntos de partida. Sin embargo, aquí la deconstrucción no es un acto de violencia, sino de ensamblaje. Las obras están compuestas por estratos visibles: un soporte rígido que funciona como chasis, sobre el cual se superponen capas de acrílico pintado meticulosamente. La tensión, un elemento perenne en su trabajo, ya no es una fuerza interna y misteriosa que empuja desde un interior oculto. Por el contrario, es el resultado explícito de un acto de ingeniería: un perno metálico, industrial y ajeno a la tradición pictórica, atraviesa las capas y las comprime. Este gesto de constricción centraliza la fuerza, tirando del material hacia dentro y generando una topografía de pliegues y arrugas. La obra no esconde su anatomía; la expone. El perno no es solo un elemento funcional, sino el punto focal que articula la relación entre el soporte, la materia y la fuerza.

Conceptualmente, este cambio es radical. De la Cruz trasciende la metáfora del cuerpo herido para investigar la lógica del cuerpo ensamblado. La artista no solo sigue desdibujando la frontera entre pintura y escultura, sino que se adentra en un territorio donde el objeto artístico reflexiona sobre su propia condición de artefacto. Estas obras exigen una mirada atenta, una que sepa apreciar tanto la genealogía conceptual de la que provienen como la audacia de su nueva propuesta. Bulto es la afirmación de una artista en pleno dominio de su lenguaje, capaz de encontrar una nueva y potente elocuencia, no en el colapso, sino en la deliberada tensión del ensamblaje.

–Luz Massot