Acotar el género fantástico conlleva una serie de problemas. Si consideramos que la categoría implica la intrusión brutal del misterio aceptamos una violencia incondicional en el género además de una actitud artificiosa en su escritura; si la matizamos como una figuración de lo inexplicable en el mundo de lo real recibiremos la impresión de una obra imaginada por ojos miopes. Podríamos llegar a la radicalidad de Borges cuando afirmaba que toda literatura era fantástica, una observación inteligente pero, finalmente, relativista.
También se ha considerado la conveniencia de que en un mundo perfectamente creíble suceda un sólo hecho increíble. En mi opinión, los mejores argumentos solicitan que la fantasía, ya sea sórdida o maravillosa, cultive la atención y la sorpresa.
Una exposición como Noche durante el día, de Lucía Vidales, pone en juego las consignas de los géneros figurativos de la pintura aproximándose a la práctica de la ficción desde un desprendimiento pausado pero deliberado de lo real. A través de una sostenida experimentación con las técnicas y motivos de la tradición pictórica y escultórica, Vidales propone obras que empujan los límites del bodegón, el retrato y el paisaje pero también de lo humano, lo natural y lo maravilloso.
La muestra, curada por Paulina Ascencio para la Galería de Arte Mexicano (GAM), establece un diálogo entre el trabajo de Vidales y el de otras artistas mexicanas cuya obra se realizó en diferentes épocas: Pita Amor, Leonora Carrington, Olga Costa, María Izquierdo, Joy Laville y Cordelia Urueta.
Desde la observación de las piezas que acompañan la exhibición, Vidales produjo nuevos cuerpos de obra que se destacan por el uso de variaciones cromáticas y otras materialidades. Valiéndose de figuras que poco a poco van perdiendo la forma, del derretimiento de geometrías, iridiscencias inesperadas y elementos que remiten a fenómenos celestes la artista ideó economías visuales, como la restricción de su paleta y la escultura exclusivamente manual, para hospedar los episodios de sus personajes.
Las obras de Lucía exigen una lectura atenta, casi autópsica, de cómo fueron hechas. Sus pinturas se componen por capas de hechos singulares y, para acercarse a ellas, es necesario actuar como quien devela un objeto escondido debajo de muchos pañuelos. Si uno mira con detenimiento podrá encontrar historias extraordinarias: miradas que parecen signos de puntuación, animales nerviosos, cópulas en equilibrio, cabelleras independientes, partes del cuerpo desconocidas.
Noche durante el día, Lucía Vidales, 2019, Vista de instalación, Galería de Arte Mexicano. Cortesía de la galería
Es posible establecer una conexión afortunada entre la obra de Vidales y los quehaceres de Pita Amor, Leonora Carrington y Joy Laville. Este grupo de artistas, con un ojo y una mano en la literatura, aprovecharon su proximidad con la palabra y se valieron de ella para dar salida a sus imaginaciones. De la misma manera, en la obra de Lucía se despliegan implicaciones literarias.
En las vasijas de cerámica, elaboradas para esta muestra, Vidales se alimenta de la tradición narrativa de dichos objetos utilitarios. La cerámica resulta un medio ideal para extender su práctica pues privilegia un punto medio entre los requerimientos prácticos de su fabricación, las búsquedas formales y el espacio apropiado para contar una historia. Por otro lado, los sugerentes títulos de la exhibición aparecen como pasillos que aumentan el recorrido, lo llenan de vueltas y dignifican el mundo interior del visitante.
En paralelo a la práctica de Olga Costa, María Izquierdo y Cordelia Urueta, Vidales explora categorías como el vanitas, el desnudo y la pintura de paisaje. A través de aglomeraciones de pintura, personajes tenues y luces inexplicables en el horizonte, prepondera el objetivo de guardar un mensaje cifrado en el mejor escondite: a la vista de todo el mundo.
Es posible charlar por horas con Lucía. Su curiosidad la ha llevado a estudiar mitologías, cuentos de fantasmas, la vida de los santos, la historia subterránea de la pintura. A propósito de sus investigaciones, parece importante preguntarse si sus métodos guardan similitud con prácticas mediúmnicas, pues repetir los quehaceres de los muertos es una forma de llamarlos, de entender su tiempo para hablar con ellos y traerlos de vuelta a la vida.
Considerando la vigencia de estas imágenes vale la pena mencionar lo que Bioy Casares estableció en el prólogo para la Antología de la literatura fantástica. El antologador imputa deficiencia de rigor en la escritura de la no-ficción, ya que psicológicamente todo es posible y además verosímil. Para un arte verdadero, como panacea, recomienda el antiguo ejercicio de la fantasía.
Con la voluntad de leer el mundo en sus detalles más ignorados, sus rarezas e inconsistencias, Noche durante el día reúne obras notables que proyectan el misterio, lo ilógico y aquello que, viejo como el miedo, es claramente anterior a las letras.