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Poema a cuatro manos. Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián en Tiro al Blanco

Reseña

Poema a cuatro manos. Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián en Tiro al Blanco

por Alan Sierrra

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4 min

En la Galería Tiro al Blanco, Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián han concebido una exhibición donde las imágenes respiran, se desdoblan y dialogan entre sí. Me saco las pestañas, título de esta exposición conjunta, opera como un laboratorio en el que cada pieza añadida plantea un reto a la siguiente generando un historial de gestos en el espacio y una transformación de las ideas originales. Esta propuesta no es sólo una exploración formal, sino un cuestionamiento de los límites entre lo personal, lo autoral y la colaboración entre artistas.

Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce
Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce

Las obras de Jiménez y Cobián componen una suite donde los cuerpos no se limitan a ser representaciones, sino que se vuelven configuraciones poéticas. En el trabajo de Jiménez, las figuras mantienen una calidad hierática que remite a tiempos remotos, como la que encontramos en el arte egipcio, donde cada pose parece ser un eco de la anterior. En contraste, las piezas de Cobián sugieren cuerpos en constante mutación, sujetos en los que lo humano y lo objetual se entrelazan, desdibujando límites identitarios. Las figuraciones de ambos –manos que se transforman en pies, gestos que devienen alegorías míticas como Adán, el colgado o Dioniso– convocan a la risa, la conmiseración y, en ocasiones, al desconcierto ante lo visceral.

Héctor Jiménez Castillo, Guantes para vista cansada (Dionisio de París). Cortesía del artista y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce
Héctor Jiménez Castillo, Guantes para vista cansada (Dionisio de París). Cortesía del artista y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce

Entre las obras expuestas, destacan piezas que funcionan como dispositivos narrativos en sí mismos. Guantes para vista cansada (Dionisio de París) presenta un par de guantes blancos dispuestos como un libro abierto, en una escena que Jiménez describe como “la lectura de un cuento de hadas”. Esta obra, aparentemente simple, alude al carácter ritual y mágico del gesto cotidiano, resignificando los objetos desde su materialidad hasta su resonancia simbólica. De manera similar, De mi sala, médula nos invita a pensar en el anfiteatro a través de la instalación de una estructura proveniente de una cortina doméstica simulando una espina dorsal, apropiación que señala la trivialidad con la que aprendemos del cuerpo al usar modelos anatómicos.

Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce
Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce

Entre las obras de Cobián, destaca Brazo a torcer, una instalación compuesta por una cadena que parece recorrer recipientes llenos de limpiador para instrumentos de barbería, creando un contraste entre la elegancia de los objetos y la arbitrariedad del signo, cuestionando los límites entre cotidianidad y lirismo. La vibración de los colores neón introduce un resplandor actual que revitaliza temas ancestrales, transformándolos en enigmas visuales. Este recurso lumínico no sólo enfatiza su actitud urbana, sino que también provoca una sensación de inmediatez y fugacidad. Jiménez, en cambio, opta por una paleta apagada que recuerda a sus obras anteriores hechas con cúrcuma y tintura de betabel, dándole a sus dibujos una temporalidad extraña. Su práctica, lejos de la producción masiva, se posiciona como un retorno a lo elemental: una “cocina de las imágenes” donde cada ingrediente se despliega con potencial expresivo y simbólico.

Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce
Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce

El carácter experimental de la exposición se amplifica por la ausencia de un curador. Este vacío, lejos de ser una carencia, se traduce en un acto de confianza mutua entre los artistas, quienes se liberan del marco institucional para jugar y arriesgar. El montaje rechaza la premeditación del render y opta por un crecimiento orgánico: un tren de pensamiento que deja huellas del proceso creativo en cada rincón del espacio. Detalles como la reparación de un palo de escoba o un cable eléctrico se convierten en gestos que resuenan con la precariedad y la honestidad del oficio artístico, recordándonos que el arte puede ser una acumulación de pequeños arreglos y confecciones.

Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce
Héctor Jiménez Castillo y Edgar Cobián, ‘Me saco las pestañas’. Cortesía de los artistas y Tiro al Blanco. Foto: Agustín Arce

Me saco las pestañas representa más que una muestra: es una declaración de principios sobre el proceso y la conversación. Una exposición que rehúye la rigidez de lo terminado para habitar en el dinamismo de lo metabólico, en la fluctuación constante entre lo sólido y lo efímero, entre lo decidido y lo espontáneo. Como los sarcófagos decorados que Héctor Jiménez menciona al rememorar su primera visita al Brooklyn Museum, estas obras no buscan simplemente ser vistas; existen para trascender las barreras entre obra, creadores y audiencia. Lejos de representar un ataque a la pintura, al formato expositivo o al espectador, esta exposición nos invita a prestar atención al detalle, a observar las minucias, y, sobre todo, a habitar los gestos con plena conciencia.

Alan Sierra

Publicado el 14 diciembre 2024