El Cuarto de Máquinas encuentra una nueva sede en un punto histórico de la Ciudad de México y presenta la exposición Negra espalda del tiempo de las artistas Vanessa Enríquez y Concepción Huerta bajo la curaduría de Gabriela Mosqueda.
El Cuarto de Máquinas fue concebido por Hilario Galguera en el año 2010 en Berlín, como una plataforma de posibilidades ilimitadas, orientada a la inclusión de proyectos independientes y experimentales, para los que el sitio o la duración se determinan en función de las necesidades específicas de cada uno. El cuarto de máquinas colabora con artistas, curadores y escritores de la escena tanto nacional e internacional.
Ahora, este proyecto abrirá sus puertas en la esquina de Bucareli y Av. Chapultepec, un punto que ha sido testigo y partícipe en la historia de la Ciudad de México, desde que el país aún era la Nueva España. Por esta esquina se dice que marchó el ejército trigarante al ganar la Independencia y Benito Juárez y las fuerzas liberales después de la muerte de Maximiliano. La Rambla es la cantina que se albergaba en el edificio donde ahora se encuentra El cuarto de máquinas, un lugar que fue un punto de reunión para escritores, artistas, políticos y periodistas, cuyas paredes guardan los recuerdos que ha vivido la ciudad.
La nueva exposición Negra espalda del tiempo incita reflexiones sobre los mecanismos del recuerdo, la memoria y el olvido, explorando el vínculo entre el arte sonoro de Concepción Huerta y el arte plástico de Vanessa Enríquez, con la curaduría de Gabriela Mosqueda.
— Galería Hilario Galguera
Necesitamos la memoria.
Ese repositorio de la identidad, de nuestra vida, de quienes somos.
De las cualidades humanas es quizá la memoria una de las más definitivas: somos quienes somos porque podemos recordarlo y las aristas en el laberinto de los recuerdos nos definen también: nuestras nostalgias y pérdidas, las cicatrices reales y metafóricas con que nos han marcado los años, así como los lugares, olores y atmósferas que nos devuelven a un pasaje olvidado de la memoria.
Pero no recordamos las cosas como fueron sino como somos, como fuimos. La madeja de los recuerdos es imprecisa, inasible, infiel. Se transforma con el tiempo y lo sabemos muy bien, así que hemos ido ideando maneras de dejar registro de aquello que consideramos trascendental: fotografías, videos, sonidos a los que eventualmente tampoco podremos volver, los materiales en los que los hemos registrado se volvieron obsoletos, viajan hacia su difuminación -diría Javier Marías- para deslizarse por la negra espalda del tiempo, su reverso invisible. La desaparición. El olvido.
Y necesitamos el olvido.
Porque para poder recordar, tenemos que haber olvidado. Porque no somos permanentes y mirar en el horizonte aquello que esperamos se convierta en destino solamente es posible cuando se han conjurado los recuerdos, necesitamos abandonar para recuperar.
Esa carga del recuerdo y del olvido habita los materiales de la obra de Vanessa Enríquez y Concepción Huerta; la transitamos en la antigüedad del recinto que contiene esta exposición y en el filo o revés del tiempo.
— Gabriela Mosqueda
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