El Mañana del Mañana ha llegado. Tras una década de producción digital audiovisual, Adrián Regnier regresa a los orígenes de su práctica, retomando su incesante búsqueda. No contento con expandirse en imagen y semejanza a su magnum opus-corporis, La Fuga (animación experimental y Realidad Virtual, 2009-2019); Regnier vuelve a adquirir su forma de nube e invade -a la vez que tornasola- el reino de la luz, el color y su forma-. En esta transmutación familiar, Adrián nos comparte una selección vasta de maneras sintéticas: once cuadros que son a la vez, once maneras ideales de ordenar el Orden y Todas Sus Cosas. Cada obra es, en esencia, un vistazo abstracto a paisajes del fin del mundo. En su breve selección, el artista conjura impresiones máximas de un mundo vuelto mínimo; si acaso, pedazos. Impresiones sombrías que provienen de instantes luminosos: el arder de una estrella en su muerte térmica, o el detonar de miles de bombas nucleares. Pintura, animación o realidad virtualizada, Adrián nos recuerda siempre: Todo es sino Crisis distendida en un presente sempiterno. Alcanzaremos todos de cualquier manera, nuestra forma final. Dicho lo dicho y hecho lo hecho, El Mañana es tan solo una quingentésima fracción de esta muestra explosión con la que Adrián regresa del mundo de lo etéreo, al reino de lo físico. Cual fantasma que reclama su andar de entre las huellas de los vivos, El Mañana del Mañana es el portentoso estrépito de un pasado que ha recobrado su presente. Brillante cuan lúcido: presente perfecto.

— Adrián Regnier