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Yoab Vera

Yoab Vera

Scent of Time: Horizontes temporales

Exposición

-> 5 feb 2024 – 21 feb 2024

Casa Gilardi & Saenger Galería

Saenger Galería presenta el trabajo del artista mexicano Yoab Vera en Casa Gilardi a partir de una revisión contemporánea del horizonte y el territorio avizorado por el arquitecto Luis Barragán.

Para brindar en la Casa Gilardi (1976-1978), Vera propone una serie de paisajes que anticipan el lugar mientras anhelan el hogar. La carga de los materiales −en óleo, aerosol y cemento expuesto− texturiza los espacios para habitar lo doméstico explorando la tensión entre artista-arquitecto. Con influencia del paisajista francés Ferdinand Bac (Les Colombières, 1927), Barragán decía que “no hay que abusar de las panorámicas circulares... si enmarcamos el paisaje con un buen entorno se consigue un efecto que tiene doble valor, prefiero los terrenos desiguales y de formas extrañas, benditos sean los accidentes geológicos...”.

Yoab Vera (Ciudad de México, 1985) comparte esta visión con la intuición del lienzo en horizontal transitando de la contemplación al destello afectivo. Coincide con una de las últimas series pintadas por Diego Rivera en Acapulco (1956), en donde encuentra atardeceres que ponen de manifiesto el confín entre agua y cielo. Rivera afirmaba que “la perspectiva es la base de toda la arquitectura, es el modo de proyección y objetivación de un fenómeno fisiológico y psicológico, del fenómeno de la visión”. La obra de Yoab Vera en Casa Gilardi muestra la nostalgia por el futuro y las afinidades electivas de un viaje a partir de un ciclo de trabajo que suma experiencia, cognición y evaluación o preferencia, siguiendo la Filosofía del paisaje (1913) de Georg Simmel, quien afirmaba que “el paisaje es un ejercicio de arte producto de la pulsión vital que anima la mirada”. Para Vera, la formalización dual entre paisaje y naturaleza se basa en vibraciones emotivas traducidas en color y tramas que diluyen retículas y aristas. De tal forma, los interiores de sus paisajes se alocan entre los muros y recovecos de la Casa Gilardi; mensajes cifrados sobre el origen fósil y tectónico del territorio a través de incisiones, jaspeaduras y vetas que dan relieve a imaginarios de la memoria.

— Saenger Galería

Soy pintor. En mi obra, las vistas imaginadas de mares, paisajes y jardines proporcionan un espacio entre la abstracción pura y la pintura representativa. Campos de color toscamente trabajados, construidos con una técnica al fresco con capas de óleo y hormigón, se dejan expuestos a la intemperie en mi estudio ajardinado de Ciudad de México o a la brisa de mi espacio de trabajo junto al mar en Estambul. Dejo que la lluvia y el sol laven los lienzos pintados hasta que su superficie erosionada empieza a despertar recuerdos de otros lugares y momentos en el tiempo. Las llamo pinturas “háptico-contemplativas” y describo mi proceso como una especie de tacto visual, que opera en el punto de inflexión del pensamiento y el sentimiento. Mi fascinación por la relación entre textura, color, tiempo y espacio se remonta a la experiencia de viajar de un lugar a otro que ha caracterizado mi estudio nómada durante los últimos tres años. Mi aguda conciencia de las transiciones de los materiales en el espacio proviene de mi formación como arquitecto en Ciudad de México, donde la particular corriente de modernismo de Luis Barragán, Helen Escobedo y Mathias Goeritz -que utiliza hormigón altamente pigmentado para transformar espacios geométricamente definidos que hacen referencia a sincretismos de arquitectura tradicional colonial y autóctona- sirvió como piedra de toque para mis propias investigaciones sobre las cualidades afectivas de los materiales y formas híbridos.

Me preocupa menos hacer cuadros que encontrar un proceso que me permita permanecer abierto al ritmo y a la sugestión de los sentimientos, al tiempo que renuncio al control de la imagen final. Mi práctica tiene que ver con la posibilidad de cambio encarnada en la capacidad de la pintura para desencadenar un estado de ánimo contemplativo en el que las mareas de la memoria bañan la conciencia, ofreciéndose de nuevo a la reflexión. Muchos de mis cuadros hacen referencia a boleros, un tipo de balada romántica que narra el éxtasis del amor a través de los sufrimientos que provoca. La imagen central del bolero, el amor al fin y al cabo, representa la fe en el poder redentor del tiempo. Considero mi pintura como una oda a todo lo que ha sido y aún está por sentir: la totalidad de la existencia condensada en una experiencia de tiempo y espacio, color y luz. El sol sale y se pone hoy como lo hizo ayer y lo hará mañana. Cada momento pasa eternamente, conteniendo todo el pasado y todo el futuro.’

— Yoab Vera