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Sebastián Hidalgo y Adrián White

Sebastián Hidalgo y Adrián White

Visitas guiadas y cocktail

Saenger Galería invita a las visitas guiadas (y cocktail) de sus dos exposiciones actuales: Pueblo de pesca de Sebastián Hidalgo y Seguir el paso al caminar de las cosas de Adrián White.

Pueblo de pesca

“Cuando pasa el tiempo, todo lo real adopta un aspecto de ficción”, dice el narrador de Así empieza lo malo, novela de Javier Marías publicada hace diez años. Esta idea podría describir la intención del artista mexicano Sebastián Hidalgo en su más reciente exposición, Pueblo de pesca, en la cual construye una ficción a partir de sus meditaciones sobre la vida actual. Dicho relato tiene como eje central de la trama una acción sencilla y repetitiva, pero esencial, en la preservación de la vida: “pescar para comer, comer para vivir; y lo mismo sucede con los peces”. Ante este hecho, Hidalgo busca “partir de algo simple que sirva de perímetro para generar espacios de reflexión, contemplación y ensoñación, con el objetivo de interrumpir y soltar la lógica, aunque sea momentáneamente”.

Pueblo de pesca sucede en tiempo presente. No es el desbordamiento del pasado al que Marías recurre en sus historias, sino el ahora inminente en que transitamos a través de este vehículo crítico. Con esta herramienta, Hidalgo manifiesta también su proceso creativo, basado en una acción automática y no racional, en un “pensar con las manos”, donde confronta la lógica con un flujo continuo de percepción y creación directos. Busca liberar a la mente del mundo racional para dar paso a una existencia más inmediata, de contigüidad sensible: “Al trabajar dejo que el lenguaje se desarrolle por sí mismo, permitiendo que las imágenes sean una forma de pensamiento. El objetivo no es entenderlo todo, sino hacer que algo ocurra. Es echar el anzuelo y esperar”.

La exposición se compone de un nuevo conjunto de pinturas al óleo y de dibujos sobre papel de pequeño y mediano formato que son acompañados por una pintura mural y una intervención cromática en el espacio de exhibición que ahonda en un lenguaje pictórico que hibrida lo representacional y lo no objetivo. Con éste, Hidalgo indaga tanto los umbrales de los soportes, “la belleza de la abstracción”, como la periferia de la visión, el “asomarme por las ventanas, hacia afuera o hacia dentro”. La obra crea así una membrana entre dos mundos, el terrenal y el subacuático, y también entre la pintura y el dibujo, que devienen en pinturas de bocetos. Pueblo de pesca funciona igualmente como una fuerza vital capaz de catalizar la saturación de nuestros canales de percepción en el acontecer cotidiano para recuperar espacios de descanso, como si se tratara de mandalas de protección o de un par de zapatos especiales para sumergirse en la realidad ininterrumpida del presente y aún así flotar en el borde de ésta.

—Christian Barragán

Seguir el paso al caminar de las cosas

Una imagen del tiempo, el tiempo interno, que registra el acontecer de las cosas, desde la huella de su aparición, hasta la estela de su desaparición. Una imagen interior del presente: tanto la intimidad de su duración, como la densidad debida a la acumulación de eventos. Un espectro de la presencia, pero no la ausencia, sino su transparencia, la volátil naturaleza de las cosas. Una imagen suspendida del tiempo transcurriendo. El tiempo interior, que registra la fricción y la transferencia de las cosas. Una imagen y su disolución: seguir el paso al caminar de las cosas. Adrián White trabaja con algunos materiales sencillos y comunes: grafito y carbón en presentaciones de polvo y barra, acrílico blanco disuelto y sin disolver, madera, aliento, tiempo, sobre todo tiempo, y poco más. Le interesan las propiedades de la materia que emplea, como el potencial de contención y dispersión de un cúmulo de carbón en polvo contenido en el cuenco de su mano que de golpe esparce al aire con su respiración. Le intriga la indefinición del gesto, al igual que el extrañamiento obtenido por la suma de incontados estratos de grafito y acrílico blanco superpuestos a través de plantillas geométricas y orgánicas. Adrián White medita sobre la indeterminación de un pensamiento, y con severa paciencia excava en la geología de cada imagen así obtenida. Recuerda a Szymborska y su llamado a la puerta de una piedra: Soy yo, déjame entrar. / Quiero penetrar en tu interior, / echar un vistazo, / respirarte.

La obra de Adrián White es modesta y rigurosa. Mientras que rehuye del estruendo protagónico del color, acude a la fricción que el palimpsesto acromático de blancos y grises propicia en la mirada, una alteración óptica en que se funden densamente planos, marcas y transparencias. Sus dibujos responden a la noción de paisaje en relación al cuerpo, la mirada y el silencio, poniendo en tensión la experiencia con la imagen. Su obra es, simultáneamente, la saturación de temporalidades reunidas durante el proceso creativo, y el vaciamiento de todo orden cronológico, sin punto de partida ni punto final.

Únicamente la latencia de estadios en el devenir de una imagen, así lo evidencian los residuos y rastros que deja tras de sí la empresa de seguir el curso al acontecer de las cosas.

—Christian Barragán