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Magdalena Petroni

Plata negra trabaja sobre la euforia que produce ver cómo se aproxima la catástrofe, pilotando por un circuito de ensoñaciones y accidentes. Ir a toda velocidad en un auto es parecido a estar suspendida después de una droga fuerte. Esa sensación de expansión sin vértigo, porque el vértigo es tan total que hasta la respiración parece que se detiene. Respiramos con todo el cuerpo, no hay división, el universo se nos mete por todos los agujeros. Es imposible detener el efecto. Solo queda recostarse y sentir la intensidad que nos descuartiza. Parecido a chocar y volar por los aires, girar mientras el auto se descuartiza también. Las autopartes y nuestras partes se confunden y todo se transforma. El efecto es inmenso, te envuelve en una tela incandescente en dónde solo podés rezar de la forma que te salga y esperar encontrar algo que te hable en el medio de la oscuridad brillante, en el medio de la muerte y que te habla a vos, que sea eso lo que te devuelva a la vida a través de un parto orgásmico en el cual sos escupida al mundo, como un gargajo brillante. Como despertarse en un after luego de una intensa reve, ya nada tiene sentido.

— Ladrón