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Francisco Ugarte

Galería de Arte Mexicano presenta No era aquí de Francisco Ugarte.

Es un mago. Es un impostor. Es un artista.

a) Ninguna de las anteriores

b) Todas son válidas

c) La segunda frase es la cierta

Existe la prestidigitación. No existe la magia. Sin embargo, el arte de Francisco Ugarte es un acto de  magia, cumplido larga, morosamente, mediante la más lenta de las prestidigitaciones: la que ejerce el  artista, la que le importa.

La presente exposición, dispuesta cuidadosamente, con minucia casi maníaca, resulta un inesperado  compendio de las preocupaciones, inquietudes y atisbos de Francisco Ugarte. Son pocas piezas. Algunas  apelan de inmediato a la metafísica de su lugar de destino; otras apuntan sobre la ciudad, aspiran —con  su gentil magia— a remediar algún paraje desastrado de nuestras raídas tramas urbanas.

La magia no existe: Francisco Ugarte es un mago. Por lo tanto, existe nomás en la memoria de quien ha  visto su obra. Sus indagaciones estéticas tienen una admirable claridad y coherencia; la manera como esta  muestra de su trabajo está compuesta es elocuente. Y se habla aquí adrede de composición, aludiendo  al hecho básico de que Francisco es, primero y sobre todo, un arquitecto que compone sus intentos. Intentos que son, en el fondo, asedios a un propósito: que con sus inventos y sus ingenios de  prestidigitador cauto, la ardua y difícil belleza comparezca para quien atienda al juego que como artista  propone.

El grupo de obras aquí propuesto tiene una extraña unidad, a pesar de la aparente disparidad de sus  componentes. Desde una línea amarilla que cruza el patio del recinto, imantándolo entero, hasta un  resplandor dorado que provoca la luz transfigurada con extrema sencillez.

Francisco Ugarte recoge, una vez más, sus cartas: las mismas que son diferentes. Luego, con gesto  displicente, las vuelve a desplegar. Y el espectador no puede creerlo: todas las cartas brillan con radical  novedad, y la magia del gran arte —ese que conmueve y es capaz de cambiar la vida— refulge para sus  ojos y para su corazón.

Y luego todo comienza de nuevo.

–Juan Palomar