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Sostener, injertar, ingerir, mantener la joya viva | Fritzia Irízar, Mazatlanica

Reseña

Sostener, injertar, ingerir, mantener la joya viva | Fritzia Irízar, Mazatlanica

por Ricardo Quiroga

En el MUAC

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Tiempo de lectura

11 min

La formación natural de una perla es tan poética como violenta: el molusco enfrenta una prolongada batalla para rechazar el cuerpo extraño que se ha colado en su interior. El proceso es lento e incómodo, pero necesario para la gestación de la pieza tan preciada. En su afán hostil, el animal enquista a la partícula entrometida con recubrimientos de nácar, una sustancia híbrida y mucosa destinada a consolidarse.

Pinctada mazatlanica es el nombre científico de la madre perla, una especie de molusco bivalvo, de ahí el nombre de la exposición Mazatlanica, que Fritzia Irízar (Culiacán, 1977) inauguró el pasado jueves 27 de junio en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

Fritzia nos acompaña en un recorrido personal para explicar, pieza por pieza, su trabajo. La artista busca desenmarañar el enigma inexorable del idilio humano con los objetos preciosos:

Esta especie animal (la madre perla) funge en la exposición como un tipo de narrador de un grupo de proyectos que he estado haciendo alrededor de la fascinación humana por las perlas: el valor histórico, el enigma, la mitología alrededor de ella.

A la par de este grupo de proyectos más recientes, incluimos algunos anteriores en los que evalúo la manera en la que nos comportamos ante los metales o las piedras preciosas.

En general, mi trabajo está constantemente intentando establecer observaciones de comportamientos humanos ante los objetos de lujo y el dinero. Me interesa cómo otorgamos jerarquías de valor a las especies animales y a otros seres humanos.

— Fritzia Irízar

Sostener la pieza

Dos piezas de esos proyectos anteriores se encargan de abrir la exposición: ambas sin título, pero provenientes de las series “Huella” (2008) y “Maquech” (2019). Las obras ayudan como elementos referenciales para ubicar al espectador en la línea de trabajo de Irízar; funcionan como elementos introductorios a su reciente proyecto, el iridiscente.

Para la serie “Huella”, Irízar se usó a sí misma como sujeto experimental, como pieza performática: durante 24 horas sostuvo un pequeño diamante entre sus dedos a la par que hacía su vida ordinaria. Para la artista, mantener el objeto precioso fue un gesto sutil pero necesario para evaluar la transformación móvil de su cuerpo en pos de priorizar la protección de la pieza sostenida. La artista comparte que, durante el ejercicio, la mano que sostenía el diamante gradualmente cobró una importancia superior a la del resto de su cuerpo. Explica que el ejercicio, con toda y su agobiante extensión temporal, le ayudó a comprender cómo un objeto preciado genera una transferencia inmediata de su valor hacia lo que lo rodea. El performance revaloriza el entorno; incrementa tanto el estatus de la persona como el precio en el mercado del objeto.

Para Mazatlanica, Irízar, junto con las curadoras Virginia Roy y Helena Chávez, decidió incluir cuatro fotografías impresas con inyección de tinta que retratan distintos momentos de este performance. Las piezas señalan una constante en el trabajo de la artista: la vinculación discursiva de lo corporal con los objetos.

Esta pequeña exhibición introductoria hace pensar sobre el flagelo que el acto reclama, pero también sobre el privilegio que conlleva portar un diamante. Estos dos polos son muestra de las paradojas que 'Mazatlanica' propone.

— Fritzia Irízar
Fritzia Irízar, Sin título (4.81 mm x 2.95 mm, 0.43 ct, VS2, G), 2008, 4 impresiones de inyección de tinta. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena
Fritzia Irízar, Sin título (4.81 mm x 2.95 mm, 0.43 ct, VS2, G), 2008, 4 impresiones de inyección de tinta. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena

La pieza viva

Zopherus chilensis, maquech, escarabajo yucateco. Un ejemplar de este coleóptero se pasea por una pecera bañada de luces rojas. Lleva en la parte superior del tórax y del abdomen una serie de implantes de oro y plata. Los porta indistintamente adondequiera que camina dentro del hábitat mínimo. En otras circunstancias sería un prendedor viviente, un amuleto valioso para su propietario. Alguien se habría declarado su propietario, irremediablemente.

El escarabajo hace una alegoría involuntaria de la leyenda maya del maquech. Las piedras que porta el insecto mitificado son la materialización de un amor imposible. La artista cuenta que hubo un príncipe y una princesa que se enamoraron, pero el padre de la princesa, en un arranque de agobiante paternalismo, declaró que tenía otros planes para ella, de manera que decidió prohibir la relación. La princesa accedió a un hechicero y éste convirtió al príncipe en un maquech. El maquech fue convertido en joya para que la princesa lo portara cerca de su cuerpo en todo momento.

No se puede determinar cuál es origen de la tradición a partir del mito, explica Irízar, pero la historia ha estado presente en el imaginario popular en varios poblados mayas al menos por tres generaciones. Hoy en día los maquech todavía son joyería viva y andariega en las prendas de algunas personas en la península de Yucatán.

Esta pieza es en realidad un díptico. Incluye un video que muestra al maquech de cabeza, con el cuerpo boca arriba, batallando por recuperar la estabilidad.

Intento relatar la forma en la que estamos constantemente devaluando especímenes que consideramos más bajos en la jerarquía animal.

— Fritzia Irízar
Fritzia Irízar, Sin título (Makech), 2019, Video HD. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena
Fritzia Irízar, Sin título (Makech), 2019, Video HD. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena

Injertar la pieza

En la península de Baja California, un grupo de biológos está recuperando la tradición del cultivo de ostras perleras en la región. Poco se conoce sobre el científico Gastón Vives y el auge del cultivo de perlas a principios del siglo XX en el Golfo de California, donde, antes que en ningún otro lugar, se impulsó el cultivo de ostras de manera controlada.

Con la ayuda de un grupo de biólogos, Fritzia Irízar trabajó, en el contexto bajacaliforniano, una serie de esculturas complejas: injertos en la carne viva de la madre perla con símbolos arquetípicos del dinero. Los enquistaron para que el ser vivo los transformara en piezas aperladas que la artista llevó hasta el MUAC, donde se pueden observar bajo una lupa.

Las ostras fueron tratadas delicadamente, de acuerdo con los protocolos de cultivo de las perlas. En una acción paradójica de compasión y brutalidad, el equipo buscó evitar la muerte prematura de las ostras, la cual hubiera tenido como consecuencia la opacidad del recubrimiento del nácar.

Deseaba hacer una pieza que tuviera en su materia prima la misma naturaleza de un espécimen que consideramos en jerarquía mucho menor. Con la intención de visibilizar esta postura humana ante otros animales estuve observando numismática mundial, el diseño de los billetes alrededor del mundo, y decidí que deseaba encontrar coincidencias en los símbolos colocados dentro de esos billetes, que son los encargados de imponer mensajes de poder específicos.

Seleccioné siete de los símbolos recurrentes y los fabriqué en un plástico sugerido por un biólogo, este fue introducido en el animal vivo mediante un proceso quirúrgico, para después regresar al animal a su contexto natural. Es un proceso muy parecido a aquel con el que se fabrican las perlas de granja. Esperamos alrededor de cuatro años con un procedimiento muy delicado de control de las ostras.

— Fritzia Irízar

Las cuatro ostras injertadas en exhibición fueron las que sobrevivieron del ejercicio quirúrgico y, aunque se injertaron muchas más, varias perecieron por factores tan diversos como las corrientes, las tormentas, la contaminación, el turismo y demás procesos que afectan la supervivencia de cualquier espécimen vivo. Irízar tomó la decisión de poner en riesgo sus piezas escultóricas, sabiendo sobre la inminente pérdida de algunas de ellas; le parecía imprescindible someter su obra a las mismas adversidades.

Hay en Mazatlanica algo de cautivador con estos trabajos preciosos exhibidos en vitrinas, pero también hay una provocación que obliga al visitante a cuestionarse sobre sus propias soberbias a través de los símbolos de poder, los materiales valiosos y los comportamientos humanos y deshumanizantes del valor de las piezas.

Algo de lo anterior se anticipa en la presentación de la muestra en la hoja de sala: “la artista parte del objeto para cuestionar las jerarquías y buscar poéticas de la existencia más allá de la supremacía de lo humano”. No está por demás decir que se busca perturbar algo en todo aquel dispuesto a encontrar en las iridiscencias de la exposición el espejo de la vanidad por predilección.

Por eso, Irízar ha llevado un paso más allá su experimento sobre la revaloración humana a partir de los objetos preciados que se portan. Prueba de ello, es la pieza Injerto humano (2019). En tanto la exposición permanezca activa en el MUAC, un joven de entre 18 y 25 años, cuya identidad es desconocida, porta un injerto de perla debajo de la piel. Con la pieza, la artista problematiza el alto riesgo que asume el estrato juvenil en países como México por su vulnerabilidad, su volatilidad, su búsqueda de la identidad y por ser un grupo social fácil de manipular por el crimen organizado. Así lo explica Irízar frente a un video que da cuenta del proceso quirúrgico al que fue sometido el anónimo:

Lo invité a portar en su cuerpo una perla proveniente de Medio Oriente donde se explota a los buzos para extraerlas. Hay un origen en ella de denigración.

— Fritzia Irízar

Reconoce que en el ejercicio de portar la perla en el interior del cuerpo hay algo romántico. Pretende, de manera idealizada, revalorar, a través del voluntario a toda una generación. Dice que quiere ver si de esa manera la sociedad convulsa prefiere voltear a ver a los jóvenes, tal como lo hace con los objetos preciosos, y, si de esa manera, es capaz de prestar atención a las necesidades imperantes de este sector social.

Fritzia Irízar, Sin título (Injerto madre), 2015-2018, 4 esculturas creadas por ostras injertadas. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena
Fritzia Irízar, Sin título (Injerto madre), 2015-2018, 4 esculturas creadas por ostras injertadas. Cortesía de la artista y Arredondo \ Arozarena

Ingerir la pieza

“La perla fue el primer objeto de lujo por excelencia. Su portación era exclusiva de la gente de poder. La muestra también trata de visibilizar quiénes nos instruyen a valorar”, explica la artista mientras camina hacia la instalación Desde Cleopatra (2016), integrada por tres videos monocanal, una concha intervenida, una radiografía en caja de luz y una serie de fotografías.

Una vez ahí, explica que de toda la mitología sobre Cleopatra, uno de los mitos más conocidos es el de la apuesta que se estableció entre la gobernante egipcia y el militar y político romano, Marco Antonio; una demostración de poder, un reto para definir a aquel que podría ofrecer la cena más cara de la época.

Cleopatra diluyó en vinagre una de las perlas más valiosas encontradas y la bebió frente a él. Con este simple gesto de incorporar a su cuerpo la materia con la que se crea este enigma de la gema, de incorporar a su cuerpo el valor mismo, ella demostró su capacidad de ofrecer la cena más cara nunca antes vista.

— Fritzia Irízar

El mito fue recreado y documentado para Mazatlanica. Para ello, Fritzia transcribió sobre la concha la única documentación factible del mito, escrita por Plinio el Viejo. En la exposición también hay un video que reproduce el momento en el que una mujer bebe una perla proveniente de Bahréin, lugar del que seguramente fue extraída la pieza que bebió Cleopatra. El acto fue constatado ante un notario público. Irízar se detiene frente a la pieza y reflexiona:

¿Cómo, si la historia está opacando constantemente la participación de las mujeres, si se está minimizando su participación a nivel político, económico y cultural, todavía escuchamos a Cleopatra?. Debió haber sido estridente su poder para que todavía tengamos en cercanía su magnificencia.

— Fritzia Irízar

Las transformaciones que detona

Las piezas que presento en este texto son las que destacan en Mazatlanica, pero no son todas. El resto también pone en tela de juicio el código aprensivo por los objetos de valor. Hay dualidades en cada una de las piezas exhibidas, incluso momentos para la reflexión en la curaduría. El maquech, por ejemplo, sugiere pensar entre líneas el problema de la explotación del oro y la plata en el país, que trae consigo conflictos sociales, tanto laborales como con los pueblos originarios. En Injerto humano, inevitablemente, se piensa en cómo portar un objeto precioso está vinculado con la ostentación y no así con mantenerlo oculto.

Cierro este texto haciendo explícito un hilo conductor interesante entre el proceso escultórico en la madre perla, el performance con el diamante del 2008, el injerto en la piel de joven anónimo y la perla disuelta en vinagre: en todos hay una reacción biológica en torno a los objetos de valor económico, de poder.

Este es un conjunto de sutilezas e incluso de desvanecimientos porque muchos de los objetos son inaccesibles. Ese es otro factor importante: cómo estamos obsesionados con la mirada. Estamos constantemente deseando ver y mostrar nuestra imagen, crear una hacia las instrucciones de consumo. Aquí se hacen ejercicios de visibilización del lado B de estos consumos.

— Fritzia Irízar

Le pregunto a Irízar si sus procesos artísticos y de identificación la han transformado hasta tener que resignificar su propia vida. Ella responde que sí, cualquier conocimiento que se incorpora transforma la manera en la que se valora aquello que se atiende. Agrega que esa es la invitación general de la exposición, que más allá de fijar una posición crítica, es una invitación a la observación de formas más agudas y profundas, a cuestionarnos para después decidir si asumimos una posición crítica o no. Caminar junto a ella, le explico, y conocer de primera mano sus leitmotivs, sí ha detonado una transformación en mi persona.

Publicado el 25 jul 2019