Artículo
por Christian Camacho
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No puedo mudar, puedo mutar infinitas veces
— Diana Urbina
En tiempos recientes, y en el amanecer a gran escala de formas autogenerativas o automatizadas, he pensado nuevamente en el lugar del nudo y el vértice en la imaginación humana, así como en la autonomía que surge de ciertos materiales al intentar abordar el mundo orgánico mediante la labor manual. A través de estas ideas, he volcado mi atención en la obra de Laura Mellado, una artista originaria de Tuxpan, Veracruz, que reside actualmente en Monterrey, Nuevo León.
Conversando recientemente, Mellado me revela que lleva desde la infancia tejiendo, cosiendo y bordando, pero no fue sino hasta hace aproximadamente ocho años que comenzó a encontrar las trazas de una práctica escultórica a escala personal, cuyas genealogías se sitúan en lo textil. De hecho, es en este registro que el año pasado entré en contacto con una publicación suya muy particular, titulada Mute*, como la palabra en inglés para ‘silente, silenciosa o silenciada’. En este cuaderno de retratos fotográficos vemos un proceso profundamente mixto: artistas cercanas fueron invitadas por Mellado para apropiarse de sus materiales y métodos, construyendo en conjunto una serie de máscaras o instrumentos para el rostro que rápidamente salen y entran de los principios orgánicos y compositivos de la propia práctica de Mellado.
Al platicar sobre ello, surge, por supuesto, la tensión de un bozal. La artista recuerda uno que fue propiedad de su padre, ganadero, y que colgaba del muro del hogar como otro objeto cualquiera. La consonante del silencio forzado –signo empleado por artistas que han enfrentado la normalización de las desigualdades y violencias de género– se extiende aquí a estructuras que en la obstrucción, amplifican la tensión de la mirada, del cuerpo y de otras operaciones materiales. El nudo dentro del trabajo por el que conocemos a Mellado en Monterrey.
Uno de los aspectos que más llamó mi atención fue la manera en la que la diversidad de gestos del grupo resonaba muy puntualmente (y no sólo por la homogeneidad de su captura en el retrato fotográfico) con la obra individual de la artista. La primera multitud parecía reflejar una segunda, psíquica e interior, en la que el surgimiento de especies (como les ha llamado ella) de tejido nace de al menos dos coordenadas: una práctica de expectativas muy abiertas –fundada en el experimento– y un vistazo a una doble diversidad del mar, la de sus especies tentaculares y la de los tejidos de sus poblaciones humanas, extensible no sólo a las redes de pesca, sino a la indumentaria y al descanso.
En mi visita a su estudio, Laura Mellado, con ayuda de Denisse Galván, artista con quien trabaja, me mostró una colección de piezas quizás en proceso o quizás terminadas. Tal vez estudios de otras cosas que pasarán después. O nunca. Formas realmente pendientes, en un tipo de provisionalidad viva y llena de curiosidad, pero también alimentada por una tensión.
Esta tensión, este nudo, que también parece mediar en la mirada de las integrantes de Mute, recorre la voz de Mellado al hablar de sus intereses por aspectos dispares de la materia: muchas veces componentes inesperados entre elementos orgánicos, como espinas o capullos, otras, lo muy deliberadamente generado a través del tejido, como patrones o puntos identificables. Entre las especies encontramos un centro, cabezas o apéndices, pero no siempre es así. En ocasiones, su geometría recuerda a problemas topológicos, revelando conexiones intactas entre el interior y el exterior de una forma, aún bajo el efecto de torsiones y capas. Muchos de estos resultados no nacen de la planeación directa, sino de una lectura abierta sobre las capacidades de expansión de una forma; de ciertos estados mentales o cuestiones psicológicas, como apunta Mellado, que luego se afinan al reestablecer contacto con sus herramientas textiles.
La experimentación de la que hablé anteriormente cobija un número importante de consecuencias entre los acabados de la obra: cera sobre tejidos, que lentamente se vuelve amarillenta, yutes deshebrados o el engrasamiento del papel y su salto a lo translúcido. Capacidades rugosas y extrañas en contacto con acabados domésticos que indican un doble pulso mental en el que los arraigos de la historia personal se cruzan con la persecución de una breve mitología marina.
A estos órdenes se suma el uso de técnicas del felting en seco con aguja. Proceso que conocemos para la creación de fieltros de lana pura o sintética, pero que en años recientes se ha extendido a toda clase de objetos dentro y fuera del uso ornamental. En un tipo de construcción de volúmenes suaves, Laura Mellado me platica sobre la idea de pinchar algo una y otra vez. En efecto, sus objetos de lana entrelazada tienen algo en común con sus tejidos, más allá de las implicaciones textiles. Me refiero a anomalías de la textura que en ocasiones se traducen en filos e inserciones. Desde cerámica rota hasta los capullos que dejan atrás los gusanos de seda en su metamorfosis, subproducto común de la sericultura, sus materiales saltan de una pieza a otra con resultados inquietantes que dan fe de la confianza que tiene su práctica en la confusión entre la vista y el tacto.
Finalmente, me gustaría hablar de un momento particular que Laura Mellado describe al trabajar y al que otorga el título de un estado de ira. No es del todo intuitivo pensar en estas dimensiones personales del modelado textil y atribuirles dicha característica. Sin embargo, considero que basta con asumir nuevamente al nudo como una redirección de las fuerzas que confunde una tensión con un equilibrio para comprender la experimentación de la línea en el espacio entrelazado como un acto de expresión. Uno cuya volatilidad, además, está dada en la dosificación infinita del contacto con la marea de la autobiografía.
Así como alguna vez, en la juventud, me sorprendió entender lo amplio de la jurisdicción de las deidades marinas –mucho más allá de las costas– sobre el otrora mítico destino de las personas, una de las cosas que hace la práctica de Mellado es movilizar las implicaciones psíquicas de una pregunta personal. Una curiosamente presente en el noreste mexicano donde la aridez de las rocas grabadas con glifos hace miles de años, detalla los fósiles de pequeñas criaturas de hace millones más. Con el tiempo, ¿hasta dónde llega el mar?
*Editado por Virginie Kastel a través de su sello editorial Tres Nubes y acompañado de un texto de Melissa García Aguirre.
Publicado el 2 julio 2025