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Accionar la tragedia: Jean-Charles Hue

Ensayo

Accionar la tragedia: Jean-Charles Hue

por Fabiola Talavera

Tijuana Tales en Lulu

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Tiempo de lectura

7 min

Lulu presenta su más reciente exposición: Tijuana Tales (2017), un cortometraje del cineasta francés Jean-Charles Hue. En la galería de la fachada, una serie de fotogramas muestran algunos de los momentos más representativos de la cinta. En la parte trasera se proyecta el cortometraje de poco más de 10 minutos. El filme de Hue no es tan solo impactante por la situación que retrata, sino también por su forma que refiere a una consciencia del medio mismo. Grabado en 16 milímetros, Hue sabe de las posibilidades que le brinda una cámara portátil para estar en el centro de la acción sin ser visto, así mismo, de la materialidad que añade el celuloide, que con destellos de luz y corrosión aporta una dimensión de ensoñación, reminiscente de otra época, al paisaje urbano que retrata.

Vista de la exposición Tijuana Tales, Jean-Charles Hue, Lulu, 2020. Cortesía de Lulu. Foto: Ramiro Chaves
Vista de la exposición Tijuana Tales, Jean-Charles Hue, Lulu, 2020. Cortesía de Lulu. Foto: Ramiro Chaves

Con una amplia trayectoria fílmica, Jean-Charles Hue suele poner enfrente de su lente a sujetos poco ordinarios. Oscilando entre el documental y la ficción, sus primeras películas retratan comunidades gitanas de las afueras de París, creando narrativas fílmicas dentro de esos contextos. Desde hace más de trece años, Hue merodea en tierras mexicanas. La ciudad fronteriza de Tijuana se convirtió, a través de los años, en el foco de su atención. Hue grabó ahí múltiples filmes como Tijuana Jarretelle le Diable (2011), Agua Caliente (2013), Crystal Bullet (2015), Tijuana Tales (2017) y Topo y Wera (2011-2018).

Hue está por estrenar su próxima película, Tijuana Bible (2020), un largometraje estelarizado por el inglés Paul Anderson y los mexicanos Adriana Paz y Noé Hernández. La película muestra la historia de un veterano de guerra americano que al involucrarse con una mujer tijuanense llama la atención de los narcotraficantes que controlan la ciudad. Antes de producir esta película de más alto presupuesto, Hue llevaba tiempo viviendo en carne propia el submundo criminal de la Zona Norte de Tijuana e involucrándose con sus ocupantes. Sus filmes, en un sentido abstracto, toman elementos de las experiencias del cineasta por la ciudad.

Justo en el borde con Estados Unidos, la Zona Norte de Tijuana, repleta de tabledances, burdeles y bares, es un foco de actividades delictivas, tráfico de drogas y turismo sexual, en gran parte alimentado por los vecinos del Norte. En una borrosa zona de tolerancia, mujeres de todas las edades esperan día y noche ‘paraditas’ a que algún cliente solicite sus servicios. Estas son las protagonistas de Tijuana Tales, mujeres con adicciones, con hijos lejos o desparecidos y trabajando en las calles.

Vista de la exposición Tijuana Tales, Jean-Charles Hue, Lulu, 2020. Foto: Onda MX
Vista de la exposición Tijuana Tales, Jean-Charles Hue, Lulu, 2020. Foto: Onda MX

Aunque Tijuana Tales en gran parte toma elementos del documental al retratar la cotidianeidad de las calles y las personas de este barrio, Hue pone en marcha una de las labores más fundamentales del director: acciona a los sujetos. Estableciendo diferentes relaciones entre las personas y el mundo a su alrededor, Hue dirige a los protagonistas de su cortometraje a actuar en escenas simbólicas de sus mundos interiores. Roxana, una mujer adicta al cristal, pinta con sus manos una cruz roja en los muros; el demonio omnipresente que la asecha se encarna en la figura de un hombre cubierto con tatuajes, viendo todo a sus espaldas. Ana, acostada en una cama llena de objetos, con toda inocencia juega con una estrella con diamantes de plástico, ella es reina de su propio planeta. Por un momento, estas escenificaciones las suspenden de sus realidades.

Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)
Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)

Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)
Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)

Se cree que los orígenes de la actuación se remontan a los rituales dionisiacos de la antigua Grecia. Por medio del ditirambo, un poema coral dedicado a Dioniso, un clérigo lidereaba la ceremonia religiosa al encarnar al mencionado dios. Traer a la tierra a esa figura divina, para que los oyentes pudieran ver y escuchar las míticas historias, provocaba que la audiencia ratificara su creencia en él y se abandonara a los placeres etílicos y carnales. Poco a poco la participación de la audiencia iría disminuyendo y la voz del actor tendría más protagonismo. En estas antiguas ceremonias, la tendencia humana a la mímesis de los actos de la vida dio paso al teatro griego en el periodo clásico, y en particular, al género de la tragedia.*1

La tragedia en la antigua Grecia era entendida como una composición que ponía en escena sucesos temibles y dignos de compasión, actos de desdichas de héroes que purgaban catárticamente a sus espectadores al darles la posibilidad de experimentar tales emociones sin tener que vivirlas.*2 La noción moderna de este género se le puede atribuir a Arthur Schopenhauer, este autor se refería a la tragedia como la condición representante de los aspectos terribles de la vida, del dolor inefable, de la miseria de la humanidad, del triunfo de la perversión, de la desdeñosa dominación del azar y de la desesperanzadora caída de los justos e inocentes. Pero sobretodo, la tragedia es en esencia para Schopenhauer aquella donde el protagonista no repara en sus pecados particulares, sino en el pecado original: la culpa de la existencia misma.*3 La tragedia evoluciona en el cine contemporáneo para crear víctimas de grandes desdichas. En Oldboy (Park Chan-wook, 2003) o Dancer in the Dark (Lars von Trier, 2000), los personajes trágicos son aquellos que, por más que lo intentan, no pueden evitar su destino fatal.

Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)
Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)

Tijuana Tales abre y cierra con una imagen: una rosa en una bola de cristal, el instante de su frescura y belleza congelado en el tiempo, una metáfora que circunda la vivacidad pasajera de sus personajes. En otras ocasiones, como en Topo y Wera (2011-2018), Hue sigue a sus sujetos de estudio durante un tiempo prolongado, mostrando la decadencia que en ocasiones provoca la adicción. Ese no es el caso del filme exhibido en la parte trasera de Lulu. Tijuana Tales demuestra que la tragedia puede ser mucho más desgarradora al no ser mostrada y solo insinuada en la narración.

Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)
Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)

Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)
Still de Tijuana Tales, Jean-Charles Hue (2017)

Los ojos, un elemento recurrente en la obra de Hue, son utilizados en ocasiones como un símbolo que anticipa una reflexión catastrófica. Marlene, con un ojo magullado, enseña su colección de vidrios para anteojos que afirma le devuelven la vista, ella dice que se vio morir a sí misma tres veces. Roxana describe sus visiones sobre el diablo, y de aquel personaje que la acompaña en el cuarto, cuelga un dije de un ojo abierto. Las mujeres de Tijuana Tales caminan la delgada línea entre la vida y la muerte, donde la promesa de salvación de una vida eterna es más virtuosa que el transitorio abrir y cerrar de ojos que es la vida mortal. Bajo la mirada de Hue, las protagonistas se convierten en guías espirituales que nos llevan de la mano por la espiral del inframundo: leyendas locales de almas en pena que cuentan historias trágicas. Pero también, en varias ocasiones, estas mujeres nos ven directamente a los ojos, rompen la cuarta pared y nos recuerdan que no todo es un acto.

La exposición puede visitarse con cita hasta el 12 de septiembre de 2020.

*1 Aristóteles, Poética (Madrid: Gredos, 1974),1449 a 5-30.

*2 Ibídem, 1149 b 20-30.

*3 Arthur Schopenhauer, The World as Will and Representation. Volumen 1. (Reino Unido: Cambridge University Press, 2010), pp. 280 – 281.

Publicado el 23 ago 2020