Reseña
por Julián Madero Islas
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Iban montados en bestias
Como demonios del mal ¹
Puede ser que el hiperparéntesis sea la modernidad asumida como cadena de malentendidos. El relato histórico translitera: la mirada y palabra ajenas, la interpretación aberrante, la imposición, censura y destrucción de identidades. Hiperparéntesis especula sobre la manifestación de lo continuo entre las grietas de la historia.
Indagar en la porosidad de los relatos. Samuel Guerrero rememora la descripción de los caballos consignada por los informantes de Sahagún: “Los soportan en sus lomos ‘venados’. Tan altos están como los techos”, las armaduras de hierro, la “lluvia de fuego” de sus cañones, los ojos amarillos de sus enormes perros “que derraman fuego, están echando chispas”². Imágenes transliteradas, transacción fragmentada de visiones.
Por otro lado, el hecho consumado, la colonización del espíritu. “Sahagún postula al indio como poseedor de una tecnología de escucha y vociferación con fuertes elementos diabólicos [...] le interesa redisponer de ese aparato psicosocial para instalar otra voz”³.
Guerrero propone una contra-versión de la historia al tiempo que conjura sus nuevas deidades. Creo que Hiperparéntesis es una serie de hipersticiones que resultan del choque entre las descripciones históricas y el mundo tangible: objetos incómodos, interrumpidos, vivos.
La escultura titulada Miembro superior (aproximaciones a partes del cuerpo no visibles) parece animada por una continuidad de lo sensible que su materialidad conjura, un artefacto mágico, oscuro, amenazante. Un personaje casi gráfico, líneas gruesas negras ejecutadas en tres trazos, el mobiliario reconstruido, lanzapiedras gótico, máquina de tortura. Una pierna robótica plegada a la que le hubiera sido conferida una cabeza para pensar, que complementa el juego de pesos y contrapesos que equilibran las distintas articulaciones. La cabeza y el candado-cencerro, el espejo de obsidiana y una pequeña cortinilla blanca dibujan el perfil de una figura diabólica que sonríe hacia el porvenir.
Hiperparéntesis, la pieza central de la exposición, es un lienzo de dos metros de alto por cinco de largo que pende de una viga de madera, curvándose en la esquina de la galería. La tela se ve interrumpida por tres franjas verticales de poliéster negro, rojo y café, esta última, en la extrema derecha, se excede hasta plegarse en el suelo. Una tela tridimensional. Muro-cortina-gobelino. Telón de la historia como contra-versión que se lee de derecha a izquierda.
El lienzo es también un estadio-coliseo. Una imagen que envuelve y nos incorpora a su espacio. Estamos dentro de esta maquinaria que es el estadio, el zócalo, la plaza de toros. El tratamiento de la pintura, sobre las diferentes telas, confiere a la imagen una cualidad holográfica: el universo renderizado y su duelo de titanes al estilo Space Jam. De entre un coro fantasmal de espíritus híbridos humanx-animal-prótesis se yergue el espectro de un caballo devorando un águila. El caballo, en su evocación imperial, es devorado a su vez por la boca del estadio.
Al centro de la escena vemos suspendido el núcleo duro, el motor. A su izquierda, un árbol amputado con una prótesis mecánica y coronado por negras cabelleras es también el árbol roto de Tamoanchan, la pérdida del estado natural. De este escenario en extinción nace el prodigio: un ser híbrido, mutante, se fuga hacia el futuro, dejando una estela de humo negro.
¿Quién observa la escena? Un ojo de caballo la refleja, indiferente. Resulta extraño referirse a T.A 2025 como una escultura, porque su construcción integra una serie de “alianzas y mezcolanzas” que resultan alquímicas. El autor se refiere a ella como “caballo-moto”, como una “interrupción de descripciones”. Su forma aerodinámica se torna ojo de caballo, amuleto y arma de guerra. Recuerda a Perseo, sus sandalias aladas y su escudo de bronce:
y como el rostro del hombre
enmascara un animal,
y por los ojos del animal acecha una diosa,
así
nosotros,
que vimos el rostro de Medusa,
no vimos sino el rostro de nuestro propio horror⁴
Estas piezas aparentan venir del futuro con viejas noticias de guerra y rebelión; en realidad, reflejan la curvatura del tiempo. Nostalgia de un futuro incierto. Samuel Guerrero invoca presencias, Tezcatlipoca se asoma entre las rendijas de estos artefactos que se ofrendan a la hoguera de la historia.
1: La maldición de Malinche, Gabino Palomares.
2: Informantes de Sahagún, Códice Florentino, lib. XII, cap. IV (versión de Ángel Ma. Garibay).
3: Heriberto Yépez, La colonización de la voz: la literatura moderna, Nueva España, el náhuatl, (Tijuana, Internet, Ciudad de México: Axolotl editorxs, 2018), 29.
4: Luis Felipe Fabre, Poeta griego arcaico, (México: Sexto Piso, 2024), 91.
Publicado el 20 febrero 2025