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Trauma, juego y discreción. Sobre 'Rehabitar el silencio'

Ensayo

Trauma, juego y discreción. Sobre 'Rehabitar el silencio'

por Stefanía Acevedo

En Patricia Conde Galería

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Tiempo de lectura

5 min

¿Cómo se forma una mirada feminista? Intentemos esta vez sin adjetivos: ¿Cómo se forma una mirada que logra producir una pregunta por nuestra propia condición encarnada y que logra exponerse como imagen? Tres fotógrafas mexicanas se reúnen en un diálogo sobre estas interrogantes en Rehabitar el silencio, muestra curada, a su vez, por la mirada de otra fotógrafa: Paola Dávila.

Rehabitar implica un reconocimiento de nuestra cuerpa como el espacio primigenio donde se moldean nuestros movimientos, formas y se impregnan signos de sometimiento. No obstante, en el “Re” también se establece una posibilidad de subversión de todos esos marcajes culturales que históricamente han implicado el silencio de las mujeres y la invisibilización de su trabajo. Por ello, que Dávila haya reunido el trabajo de fotógrafas continúa una lucha, todavía no ganada, para que las mujeres tengan espacios de exposición.

Pero, ¿cómo nombrarnos desde una reivindicación que no reproduzca de nuevo las lógicas clásicas de exclusión, dominación y jerarquía ontológica, donde se es más o se es menos según la imposición de ciertas características? En lo personal, me gusta rehabitarme desde el juego, a veces táctico, entre la “a” y la “x”, que depende siempre del contexto y la batalla. Si bien en la “x” se pierde el binarismo de las esencias que se oponen con sus contornos y límites definidos, no puedo evitar el resonar de «las cuerpas» que protagonizan cada una de las fotografías que componen esta muestra. Hay una tensión: me resisto a fijar esta “a” como un espacio de certeza sobre la experiencia de lo que es ser una mujer y lo que implica habitar una cuerpa.

© Tania Bohórquez, cortesía de Patricia Conde Galería
© Tania Bohórquez, cortesía de Patricia Conde Galería

Esa pregunta ya encuentra su lugar en la serie Trauma de Tania Bohórquez donde el «rehabitar» es una insistencia de unx cuerpx en al menos dos registros:

a) En sus potencias: hacer cuerpx con otrxs cuerpxs. Ahí donde sólo podemos nombrar singularidades (cabello, clavos, tierra, piel, rojo, piedra). Al mismo tiempo, se muestra el poder y la fuerza de la ambigüedad encarnada en el cuerpo de unx niñx que se convierte en un territorio.

b) En sus límites: donde acontece el sufrimiento, el dolor y el trauma de cuerpxs que han quedado marcados por el incesto. Testimonios de lo inimaginable, no porque no tengan imágenes, sino porque como sociedad preferimos no verlos ni escucharlos. Pues, ¿no se supone que la cultura se sostiene precisamente en la prohibición del incesto? Encontramos ahí el silencio. Nos enfrentamos con un desdoblamiento de la sexualidad donde el poder ejercido sobre una cuerpa no puede más que ser entendido como violación y, sin embargo, Bohórquez no nos remite a esta palabra. Quizá porque lo que le interesa es recoger el testimonio de esos traumas desde otras posibilidades semánticas que den otro lugar al sufrimiento.

Rehabitar el silencio es una muestra fotográfica, pero también nos encontramos con su transformación hacia otros formatos. Así, la (auto)investigación de Ana Blumenkron busca su salida como fanzine, Play Date, y video, medios que acompañan la narrativa de una constelación de polaroids y sexting. Blumenkron, nos recuerda la parte lúdica del rehabitar, donde a la manera de un Journal o Diario va creando un espacio íntimo conformado por los aspectos de la cotidianidad donde somos diversas, nos contradecimos, jugamos y amamos. Más de una nos reconocemos en ese Diario donde confesamos que —una vez más— pusimos nuestra energía y expectativas en una relación heterosexual y monógama con un onvre. Ahí se abre el espacio de la vulnerabilidad: el saberse (des)enamorada, (des)ilusionada y con inseguridades sobre cómo nos perciben lxs otrxs. No obstante, esa vulnerabilidad también es un espacio para el humor y la ligereza que trae consigo el saber reírse de una misma y de nuestros tropiezos.

Ana Blumenkron, vista de la exposición "Rehabitar el Silencio", 2022. Cortesía de Patricia Conde Galería
Ana Blumenkron, vista de la exposición "Rehabitar el Silencio", 2022. Cortesía de Patricia Conde Galería

Desde el onvre contemporáneo retratado en la obra de Blumenkron se teje un hilo imaginario hasta la figura del onvre, sintetizada en un par de manos, en la obra de Sylvana Burns. En Dissected, la fotógrafa crea una serie de imágenes clásicas, en blanco y negro, que nos remite a las películas mudas y que, a su vez, nos muestra lo histórico de las estructuras patriarcales, así como del marcaje de posiciones y jerarquías. Repito: imágenes clásicas donde un cuerpo domina a otro. Admito que “clásica” no es la mejor palabra para referirse a todos los efectos que trae consigo esta cultura sostenida por la dominación patriarcal. Es una palabra demasiado discreta. Por suerte, las fotografías de Burns nos pueden decir más: si una se acerca a ellas podemos ver marcas, como si el papel estuviera dañado, arrugado o intervenido por un punzón. Si bien esto puede deberse a la técnica fotográfica, no puedo dejar de ver en ello un gesto que invita a destruir esas jerarquías patriarcales y a hacer añicos esas viejas representaciones. Habrá que destruir el imaginario del onvre que aparece en estas fotografías, sin rostro —puede ser cualquiera—, pero con unas manos que ejercen control y dominación de manera severa, impoluta y, sí, discreta. También habrá que desmontar el imaginario de la mujer sumisa, sufriente, delicada y complaciente; incluso, volver a preguntarse qué es ser una mujer. Hay que hacer añicos lo clásico.

Sylvana Burns, vista de la exposición "Rehabitar el Silencio", 2022. Cortesía de Patricia Conde Galería
Sylvana Burns, vista de la exposición "Rehabitar el Silencio", 2022. Cortesía de Patricia Conde Galería

En este territorio que habitamos, donde los efectos de la violencia patriarcal toman la vida de 10 mujeres al día, se vuelve urgente denunciar las agresiones contra las mujeres pero, sobre todo, confrontar la indiferencia que implica habituarnos a esta forma de dominación: rehusarnos a hacer de esto imágenes clásicas. Muchos son los frentes para impedir que esto siga silenciándose. Si al inicio preguntaba: “¿Cómo se forma una mirada feminista?”, ahora aventuro una respuesta. Encarnar la experiencia de ser una cuerpa, lo que implica recordar que en esa “a” se encuentran muchas otras experiencias posibles, donde podemos defendernos y luchar colectivamente porque nuestra vida está en riesgo.

Rehabitar el silencio se presenta en Patricia Conde Galería y permanecerá abierta hasta el 20 de agosto.

Stefanía Acevedo

Publicado el 31 julio 2022