Artículo
por Gabriel Sánchez-Mejorada
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Un bosque contiene una charca donde el susurro de su movimiento genera un estado mágico. ¿Qué imaginarios podemos construir sobre un futuro próximo en torno al agua? ¿Es posible pensar el agua como un archivo vivo de encuentro? ¿Será que, pese a su adaptación, otros seres y entidades aún precisan organizarse en torno a los cuerpos de agua? ¿Podremos imaginar desde las prácticas artísticas nuevas maneras de vincularnos con el agua y convertirnos en sujetxs de cuidado?
Charca, exposición que realicé en colaboración con Nahuel Sanchez Tolosa en Espacio Cabeza, es la búsqueda insistente por explorar estas preguntas, al tiempo que imagina las posibilidades de un paisaje que batalla las inclemencias del caos ecológico, pero también el atropello de la especie humana escalado en forma de fuegos, desarrollos inmobiliarios y tala de árboles. Ante la inminente pérdida de especies no-humanas, el territorio deviene en zona de resistencia.
La propuesta pone a andar nuevas narrativas especulares que a partir del encuentro procuran subvertir el dominio de discursos hegemónicos desde una mirada latinoamericana, cuir y ecológica. Se trata de un relato que pone a discusión la noción de postpaisaje, es decir, esos paisajes que están llegando hace tiempo y con los cuales convivimos, formados en las relaciones complejas entre vertederos de fábricas, ríos, animales, plantas, desechos, escombros, etc. Ahí, en la grieta que surge entre estos encuentros, perdura un halo de vida.
Melancolía y confusión se reflejan en los cuerpos de agua turbulentos que demarcan el Bosque El Nixticuil, al norte del municipio de Zapopan. Pequeñas y olvidadas reservas que operan como paliativo a la voracidad de los incendios. Esa finita posibilidad refracta, a través del agua, el aliento de un nuevo ecosistema que se alza entre los vestigios.
Así, animales y seres vegetales reconfiguran tanto la tierra como elementos industriales, fundiendo sus materias y dando paso a reciprocidades imposibles. Plantas caprichosas que nos afectan y tocan relatan las formas en que nos hemos vinculado con ellas y cómo esos lazos las han obligado a crecer y subsistir en una complejidad en penumbras. Por su parte, las vitalidades en forma de animales cobran presencia posándose a partir de extremidades y nuevas morfologías de adaptación: alas, garras, colas y espinas de metal le permiten a los animales mutantes sobrevivir en lo inhóspito para componer un nuevo bosque.
Un espectro rosado nos permite azorar las siluetas que se refractan en el agua. Este crepúsculo aparece como una vía de escape, una luz que nos guía hacía un paraíso inesperado, la ilusión de estar en otro lugar, en otro lado. Tal vez sea momento de un encuentro colectivo y diverso para generar un impulso hacía un refugio donde nuestra memoria nos recuerde los lugares en los que ya no queremos estar.
Charca es entonces un espacio de posibilidades que nos invita a elucubrar, imaginar y diseñar un territorio habitable. Funcionando como un puente entre el futuro y el pasado, nos convoca a reinventar las experiencias que tenemos con el presente.
Publicado el 1 agosto 2025