↓
 ↓
El tiempo de lxs otrxs: El verano que nunca fue (Videos de la colección CIAC)

Reseña

El tiempo de lxs otrxs: El verano que nunca fue (Videos de la colección CIAC)

por Antonia Alarcón

Laboratorio Arte Alameda

->

Tiempo de lectura

6 min

Hace unos años, científicos británicos experimentaron con diversas enredaderas, colocando palillos a 5 cm de su centro hasta que en su girar, los encontraran, sólo para moverlos 5 cm más allá y la enredadera recomenzara su baile giratorio. Para su sorpresa, a la cuarta vez de mover el palillo donde se agarraba la pasiflora, en lugar de girar, sólo estiró su cuerpo vegetal 5 cm hacia el palillo. La predicción es una de las características que lxs humanxs identificamos como una cualidad de la inteligencia, el poder tomar decisiones a partir del aprendizaje. Pero la predicción sólo se puede dar en el tiempo y en la repetición. Sin ellos, quedamos sumergidxs en una narrativa sin dirección porque no habría manera de anticipar los hechos.

El verano que nunca fue es una propuesta curatorial de Ruth Estévez que actualmente se muestra en el Laboratorio Arte Alameda, en el centro de la Ciudad de México. A partir de un hecho climático histórico, el año en que no hubo verano*1, Estévez revisa la idea de tiempo. ¿Qué sucede si no hay estaciones?, ¿cómo percibimos el tiempo si no hay cambios? Al entramar el trabajo de 19 piezas*2, parte de la Colección Isabel y Agustín Coppel (CIAC), la curadora propone un mundo descolocado a partir del momento suspendido en el video, el cual genera una sensación de extrañeza al desconocer a dónde nos lleva una narrativa que no avanza.

Con ello, la exposición pone en jaque partes de la psique, sugiriendo la búsqueda de otras lógicas temporales. Dicen que el tiempo no existe realmente, sino que es la forma en la que el cerebro humano hace sentido de lo que percibimos de la realidad. Al desarticular el tiempo, este cambia de lenguaje: deja de ser una progresión para convertirse en una contraposición, un invisible, un loop.

Mauricio Alejo, Esfera interminable, 2007, en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves
Mauricio Alejo, Esfera interminable, 2007, en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves

Al entrar, nos recibe una moneda que gira sin ningún destino –no se cae ni se detiene, sólo continúa su movimiento–, una esfera que no existe más que en el ojo. Esfera interminable de Mauricio Alejo nos adentra en la extrañeza de un movimiento que a su vez es estático. El loop está en la imagen que se repite, pero también en la oscilación entre fotografía y video: una moneda en movimiento se convierte en una esfera estática que vuelve a ser una moneda y así sucesivamente. El video se convierte en fotografía cuando el momento es suspendido en el tiempo. La cámara opera en complicidad con el ojo, pues el movimiento no existe en el video, sino en la persistencia retiniana, en la capacidad del cerebro observador de hacer sentido de los fotogramas. La cámara es un aparato cyborg, una extensión del cuerpo humano para encapsular con y para el intelecto humano.

Continúo mi recorrido. Sentadas en la banca frente a mí, unas amigas rebotan la mirada entre dos pantallas en paredes contrapuestas, en un intento de captar la totalidad de una escena dividida. Las cabezas se mueven en la oscuridad como en una partida de tenis. Tooba de Shirin Neshat interpreta un pasaje del Corán donde la promesa del paraíso sucede en un árbol cercado en un monte. Los peregrinos se acercan sigilosamente por los campos y nos interpelan con la mirada, como si nosotras fuéramos las espías de su momento sagrado. La pieza se presenta a doble pantalla en una sala oscura, montada de tal manera que sólo podemos observar una pantalla a la vez. Cuando comenzamos a adentrarnos en una de las narraciones, el rabillo del ojo nos traiciona y espía la segunda pantalla que, de manera latente, nos cuenta una segunda mirada de la misma historia. La atención queda focalizada y dividida al mismo tiempo, pues para completar la historia, debemos (o no) observar ambas pantallas. Así, no hay dos espectadores que construyan una misma interpretación, pues la historia se va completando a partir del rápido movimiento de las cabezas.

Shirin Neshat, Tooba, 2002 en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves
Shirin Neshat, Tooba, 2002 en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves

Estas y otras piezas provocan que nos adentremos en la extrañeza del tiempo dislocado, la obra se convierte en la capa de ceniza que distorsiona el tiempo. Se dice que en los días nublados, los girasoles apaciguan su fallida búsqueda del sol contraponiendo sus centros, mirándose los unos a los otros. La exposición El verano que nunca fue es finalmente una reflexión sobre la incertidumbre de lo estático, que se presentó en el año sin verano de 1816 y que colectivamente vivimos en la pandemia. Ante lo estable de las cuatro paredes y lo inestable del mundo afuera, muchas personas buscaron la certidumbre en el crecimiento de una hoja, en la humedad que se expandía en el techo o en el paso del tiempo por el cuerpo. Las piezas de esta exposición son una invitación a adentrarse en la duración de otras realidades: el tiempo de lxs niñxs, de las piedras, de las sombras. Cuando no hay otras referencias para el tiempo, cuando la incertidumbre es la guía de avance de los seres, podemos acercarnos a otras miradas y entregarnos también al tiempo de lxs otrxs.

La exposición va a estar abierta hasta el 3 de julio. También la CIAC creó una página web donde se compila la propuesta curatorial y es posible consultar algunas de las piezas que la componen. Encuéntrala en este link.

Antonia Alarcón

Diana Thater, Continuous. Contiguous.
2004-2005, en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves
Diana Thater, Continuous. Contiguous. 2004-2005, en El Verano que nunca fue. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves

*1: En 1815, la erupción de un volcán en Indonesia cubrió al mundo en una capa de ceniza que provocó que al año siguiente disminuyera drásticamente la temperatura mundial y no hubiese verano. Puedes leer más al respecto aquí.

*2: La exposición está compuesta por piezas de lxs artistas Mauricio Alejo, Francis Alÿs, David Lamelas, Damián Ortega, Mircea Cantor, Shirin Neshat, Gary Hill, Doug Aitken, Jonathan Monk, Tacita Dean, Mario García Torres, Fernando Ortega, Diana Thater, Melanie Smith, Pierre Huyghe, Anri Sala, Superflex, Miguel Rael y David Hammons. El verano que nunca fue (Videos de la Colección CIAC) es organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, a través del Laboratorio Arte Alameda (LAA), en colaboración con la Colección CIAC A.C.

Imagen de portada: Vista de la exposición El verano que nunca fue, 2022. Cortesía del Laboratorio Arte Alameda y la CIAC. Foto: Ramiro Chaves

Publicado el 17 junio 2022