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Sobre la destrucción. Entrevista a Camila Arroyo y Ricardo Daniel

Entrevista

Sobre la destrucción. Entrevista a Camila Arroyo y Ricardo Daniel

por Sofía Ortiz

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6 min

La casa de Camila Arroyo y Ricardo Daniel es luminosa y de color crema. Sus estantes están llenos de libros y algunas piezas de cerámica. El patio trasero está vacío salvo una mesa baja hecha de palets sobre ladrillos de concreto. Es un domingo en la tarde y me reciben con aceitunas y cervezas. Conforme vamos platicando, me surgen recuerdos transparentes de la última pieza de Camila Arroyplao y Ricardo Daniel, Partirse en dos, la cual fue presentada en Obrera Centro durante la semana del arte, producida en conjunto con Galería Gotxikoa y Sabrina Ol. Las imágenes que rememoro están fragmentadas: la vi entre huecos de cabezas, hombros y orejas, ya que el espacio estaba a reventar. “Gente que ni conocíamos”, me dijeron después, con cierto orgullo.

El espacio tenía dos “eles” largas formadas por piezas de papel pintadas de gris oscuro que subían por la pared y se extendían por el piso, dispuestas en paralelo, a manera de carriles. “Estuvimos una semana en el patio de nuestro taller explorando con diferentes materiales. Hasta intentamos mojarnos para que el agua fuera parte del registro”, dice Cam. Rich agrega: “Hicimos unos experimentos con pintura, con pasteles... y de todas esas ideas se fue definiendo algo más simple. A la par llevábamos el proceso coreográfico. Queríamos una escenografía que no sólo restringiera el movimiento, sino que también pudiera permanecer como el registro de la acción”.

En lugar de música, bailaron al son de un texto denso, desordenado y expansivo que escribieron en colaboración y que fue leído en voz alta por diferentes voces de inteligencia artificial. “Buscamos cómo aplicar las herramientas que utilizamos en la improvisación y en la composición de danza a otros medios, como la escritura”, dice Cam.

Camila Arroyo y Ricardo Daniel, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.
Camila Arroyo y Ricardo Daniel, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.

Dentro de sus respectivos carriles, Cam y Rich se movían en paralelo, sincronizándose y desfasándose intermitentemente. En ocasiones tendían al piso. Otras veces uno se acercaba mientras la otra se alejaba. También se quedaban quietos: sólo la voz narradora sonaba en el espacio. Hubo momentos de danza muy fluida, otros de gestos repetitivos y mecanizados. Sus movimientos eran claros, provenientes de un acervo ecléctico; a veces un pulsar sacado de la pantalla choose your player de videojuegos, a veces un brazo arqueado del ballet. Una quebradita, un taconazo afilado. Y tal vez eso es lo que más me hace fangirlearlos: verlos juntos es ver dos estilos distintivos devenir en algo nuevo. Me hacen pensar en la cita de Rilke: un buen matrimonio es aquel en donde el cónyuge designa a otro como el guardián de su soledad. Rich es regiomontano y se mueve como un paisaje distorsionado por el polvo, como concreto caliente; un pop truena, como el sonido de una cerveza abierta con encendedor. Cam viene del ballet, toda ella es larga y precisa. Está terminando un doctorado en Estudios de performance, tiene el pelo grueso y negro. Durante esta entrevista veo su pie enchanclado flexionado en una punta perfecta.

Camila Arroyo, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.
Camila Arroyo, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.

“Algo que me gusta de trabajar con Rich es que somos muy diferentes. Yo tengo una energía más suave y él me exige treparme a otro canal energético, tanto en mi movimiento como en mi pensamiento”, dice Cam. “A medida que trabajamos juntos y como pareja, nos volvemos más exigentes el uno con el otro. Volvernos más necios ha hecho que el trabajo sea mejor”.

Ese ir y venir también está presente en la elaboración del texto que acompaña a Partirse en dos. “Usamos las mismas estrategias de la improvisación en danza para escribir. Fue una escritura convulsiva, rítmica, repetitiva, donde podíamos robar, complementar, repetir...”, explica Cam. “Nos clavamos en pensar qué es para nosotros una instrucción, y esa idea también alimentó el texto”.

Ver la pieza en vivo fue una experiencia de acelere. Una batería de palabras y frases, a la vez familiares y candentes, que hablan del norte, del Tratado de Libre Comercio, de explosiones, followers, calditos de hongos de Tres Marías, Gaza, los gringos de Zipolite, Blink-182, el o-e-i-a del comercial de Clight, la descentralización de la autoría, la morra abriendo unas Chips Fuego en el after y de los desaparecidos.

Camila Arroyo y Ricardo Daniel, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.
Camila Arroyo y Ricardo Daniel, Partirse en dos, 2025. Fotografía: Roy Freiha. Cortesía de lxs artistas.

“Estamos todo el tiempo moviéndonos al servicio del texto. Es un bombardeo de detalles, no necesita nada más. Nosotros, dos franjas, y ya”, dice Cam. “Me entristeció un poco que nadie supiera que era Belinda”, confiesa Rich, refiriéndose a la voz en off de la inteligencia artificial.

“Es como scrollear”, pienso. “Es como scrollear”, dice Rich.

El detonante para la pieza fue una consigna para un evento de performance: la destrucción. De ahí, la referencia a los videojuegos como un lugar de posibilidades destructivas fantásticas. Sin embargo, se fue expandiendo. “¿Qué otras cosas son destrucción que no sean kablam boom? Partir del videojuego nos llevó al mundo de nuestra infancia: la cultura pop noventera. Me acuerdo mucho de los servicios a la comunidad del canal 5, esos anuncios que veíamos entre Sailor Moon y los Caballeros del Zodiaco sobre personas desaparecidas. No hay nada más cercano a la destrucción que eso”, dice Cam. “La pieza habla de la separación de las cosas. El espacio mismo está diseñado para que no haya interacción entre las dos partes”, dice Rich.

“Sí hay muchas referencias a lo mexicano, pero no es una mexicanidad fácilmente identificable”, señala Cam. “No es una pieza que un curador extranjero se pueda llevar de souvenir a un festival, de que I found someone in Mexico who makes amazing art. Es una mexicanidad contextualizada, no es una estética transportable”. Rich añade: “Mucho de lo que hemos producido en los últimos cinco años tiene una postura localista, una postura que quiero mantener. Creo que está chido hacer piezas más opacas y regionales”.

Para mí, el texto propone una vía para subvertir la globalización al devolverla hacia la especificidad. Los Thundercats llegaron del gabacho, pero los Thundercats entrecortados por comerciales de Clight y “respira, cuenta hasta diez”, los recontextualiza. Partirse en dos es una pieza que representa el México 2000-ero de mi adolescencia, al mismo tiempo que toca la problemática del nómada digital y la alza de la ultraderecha, es decir, lo más contemporáneo. Es una pieza que funciona como un hoyo negro, un vórtex que une dos tiempo-espacios. Imagina el clásico ejemplo de una servilleta que representa el tiempo lineal, la doblas en dos y ahora cada lado se toca. El texto es la matriz que une todos los fragmentos y los convierte en un nuevo total, un total dictado por una curaduría rigurosa-pop y unos cuerpos bien entrenados.

Les pregunto qué es eso, ese algo que sucede cuando trabajan juntos que es más que la suma de sus partes. “Surge una nueva dirección, un nuevo color que estamos construyendo entre los dos”, dice Rich. Agrega Cam, “Es dejarte permear por el otro y concientizar de dónde cojeas. Te da otro punto de agarre: el otro”. No lo pueden nombrar del todo –quizá confianza, quizás amor–, supongo que para entenderlo hay que ir ver su trabajo. “La pieza está viva, va a seguir generando”, dice Rich. “Invítennos a presentarla”, pide Cam.

Sofía Ortiz

Publicado el 10 mayo 2025