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Lo sagrado en tiempos de exterminio. Sobre “Pray” de Korakrit Arunanondchai y Alex Gvojic en el Laboratorio Arte Alameda

Reseña

Lo sagrado en tiempos de exterminio. Sobre “Pray” de Korakrit Arunanondchai y Alex Gvojic en el Laboratorio Arte Alameda

por Stefanía Acevedo

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Tiempo de lectura

5 min

“Toda nueva libertad comienza por un sacrificio”, reza parte del poema que acompaña la instalación Pray (2022) de Korakrit Arunanondchai y que se compone de dos piezas audiovisuales codirigidas en 2021 con Alex Gvojic: Songs for dying y Songs for living. La frase se retoma de la filósofa anarquista Simone Weil y se coloca en la pieza justo cuando aparecen imágenes apocalípticas que aluden al pasado de un mundo que se ha perdido. En ese tiempo pasado aparecen militares con alas negras viajando en patines eléctricos. Pray es un presagio que nos muestra las ruinas de una civilización que terminó siendo carcelaria y policiaca, donde sólo algunos seres sobreviven para evocar de nuevo lo sagrado al mundo.

Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.
Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.

Sacrificio quiere decir hacer sagradas las cosas –sacrum facere, en latín–. Lo sagrado es todo aquello que no está en las manos de lo humano, que está fuera de su agencia y que no puede comunicarse en argumentos ni en lógicas donde no haya lugar para la contradicción. Se necesitan otros medios para que lo sagrado se muestre, ese es el espacio de los ritos que favorecen a que algo que está fuera del poder de lo humano pueda acontecer. La necesidad de lo sagrado reside en poner un límite a esa concepción de la libertad humana que puede hacer y disponer sin límites, sin consecuencias. Lo sagrado impone un orden de lo que debe cuidarse y respetarse, de lo que es inviolable. Volver a hacer sagrado al mundo implicaría evocar una armonía, comúnmente cíclica, que garantiza los comienzos y los finales. Esos ritos se evocan en Pray con danzas alrededor de una fogata o movimientos contemplativos del taichí.

Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.
Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.

Lo sagrado requiere también de rezos, cantos y sonidos que lo evoquen. Los rezos se repiten porque hay algo en su reiteración que crea un ritmo y da fuerza para que acontezca. Esa repetición implica un decir de memoria –apprendre par cœur, en francés– porque esos rezos aprendidos sólo pueden salir del corazón y, aunque a veces se hagan en silencio, buscan ser escuchados. Rezar es reconocer que la agencia humana tiene límites. En Pray la composición del poema va acompañada de sonidos diversos que van desde melodías apacibles hasta la improvisación de baterías y guitarras que llegan al ruido más saturado.

¿Qué pasa cuando se habita un mundo donde lo sagrado se ha perdido y ya no hay límites que detengan genocidios y crueldades? ¿Qué ritos podemos hacer todavía para convocar eso que no debería violarse ni transgredirse? Cada vez más, esos límites parecen borrarse: sólo algunas vidas humanas y no-humanas se vuelven desechables y disponibles para la explotación. La libertad de unos se sostiene bajo la opresión de otrxs. Para Simone Weil lo sagrado es la posibilidad de mantener esos espacios inviolables en la vida, eso que se resguarda bajo la palabra “dignidad”. Su lucha la llevó, desde su propia judeidad, a oponerse a la creación de cualquier Estado y nacionalismo que justificara la aniquilación de otros pueblos.

Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.
Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, Songs for Living, 2021, fotograma. Cortesía de los artistas y TONO.

La destrucción de los territorios se muestra en Pray con guiños hacia la vida marina: peces, tortugas y moluscos van apareciendo entre tubos bajo el mar. Uno de esos moluscos sale de la pantalla y se convierte en parte de la pieza. Sus grandes tentáculos azules nos reciben sobre una alfombra roja que emula un charco de sangre. A su vez, la alfombra se extiende por grandes cojines que imitan las rocas que habitan también el mundo marino. Ahí, lxs espectadores se acuestan para contemplar la pantalla que no es cuadrada –forma habitual en la que acostumbramos mirar–, sino oval, como nuestros ojos. La misma alfombra roja se extiende detrás de la pantalla pero ahora en forma de cortinas.

Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, «Pray», vista de instalación, Laboratorio de Arte Alameda. Fotografía: Gerardo Landa. Cortesía de TONO.
Korakrit Arunanondchai & Alex Gvojic, «Pray», vista de instalación, Laboratorio de Arte Alameda. Fotografía: Gerardo Landa. Cortesía de TONO.

Esa misma forma de la pantalla se encuentra en el lago que está hecho de tela y una lámina metálica. Los lagos son intermediarios, por eso todo el video se proyecta en él; al mismo tiempo, el lago proyecta sus imágenes en la pantalla. Ese gesto nos recuerda que lo sagrado aparece siempre como espejismo, como una reverberación que no es totalmente nítida. La pieza invita a consultar a los lagos, los cuerpos de agua cuentan las historias de toda la vida de la que han sido testigos. Si creemos en el presagio que es Pray, nosotrxs estamos viendo nuestro tiempo futuro en el lago.

“Toda nueva libertad comienza por un sacrificio“. Esa frase de Weil nos recuerda que hay que hacer sagrado al mundo, poner esos límites que son irrenunciables para hacer un alto a la crueldad, las opresiones y la creencia de que la ambición humana es el único rasero para medir la vida. La libertad es lo que se inaugura con ese límite, haciendo de ella misma una práctica sagrada. Las prácticas de libertad son como brújulas que van abriendo el horizonte sobre los límites que todavía podemos poner a las máquinas de muerte, límites donde se resguardan espacios de lo sagrado, lo inviolable y lo intransgredible. Hay que practicar la libertad, hacer de ella un ritual.

Pray forma parte de TONO 2025 y puede visitarse hasta el 15 de junio en el Laboratorio de Arte Alameda.

Stefanía Acevedo

Publicado el 4 mayo 2025