Líneas quebradas: una conversación con la Kooperativa Rayenari, Silvia Mendirichaga y las diagonales de Luis Figueroa
por Christian Camacho
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La Tierra del Rombo, el Gancho y las Montañas Azules — Kooperativa Rayenari
Debo admitir que frecuentemente me veo desorientado por los signos, el dibujo anónimo y las líneas que se cruzan en los espacios. Cerros geométricos, raíces y cabellos que se pueden leer, que entran en la tierra, los muros y las pantallas para salir a otro lado. Desde los tallos del cilantro en la tabla de corte hasta el entorno construido y destruido del Noreste que, pese a sus púas de clima, tan generosamente me ha recibido. Monterrey, a través de cuatro años, ha concentrado mi mirada en ciertos sitios cuyo encuentro es completamente local, elementos de su producción cultural que se me aparecen precisos justo aquí y ahora, y que son poco comunes o totalmente ausentes en otras latitudes. En este texto, dedicado a asuntos y personas de esta ciudad, continúo una curiosidad por los signos, la escritura y el dibujo, así como su relación con el paisaje y la producción artística.
Pienso que los nombres, los trazos, poseen una estructura secreta que opera a profundidad. Un túnel extraño, la letra como rendija en una coladera, cuyos soplos depositan materia antigua sobre nuestras manos, nuestros soportes magnéticos y nuestras delicadas córneas. Pienso en mi propio nombre, de sonoridad común; su único misterio me parece la letra «H» entre la «C» y la «R». Sin fonema, sin la «CH» de chiste, más como el muro del que dicen que proviene. Como si fuera un andamio, es una infraestructura de mi nombre. Vieja tecnología en desuso, siento que no fue hecho para las bocas, sino para los ojos. Su no sonoridad que de alguna forma sostiene el tiempo por venir de una lectura, diacrítica quizá, para saber qué significa Christo, con «H» o sin «H», en un territorio hispanohablante.
Por otro lado, en Monterrey, las cifras son numerosas y están iluminadas; el sol baña la roca, los metales y el concreto que le sirven de soporte a los ganchos de lxs rayadorxs y artistas urbanxs de la ciudad. El «gancho», como una de las tradiciones disponibles del grafiti reconocidas nacional e internacionalmente, se manifiesta casi exclusivamente en Monterrey y su área conurbada desde hace aproximadamente 30 años. Fue el descubrimiento de esta forma de rayar en mi actual municipio de Santa Catarina lo que eventualmente me llevó al encuentro con Nydia Cristina Prieto y Cristóbal López, de la Kooperativa Rayenari. Entre sus investigaciones se encuentran los imaginarios y representaciones sociales del grafiti local, las correspondencias entre el arte rupestre y el arte popular, así como las distintas herencias visuales vinculadas a los pueblos originarios del Noreste; un trabajo atento y generoso que se bifurca en las múltiples alianzas que han hecho con el estudio y divulgación de las expresiones de su territorio.
Santa Catarina. Cortesía del artista
Para Nydia y Cristóbal es posible aislar características específicas del sistema de escritura del gancho. En una de sus publicaciones leemos un listado muy completo donde el gancho es “un signo que parte de una, dos o tres letras estilizadas y se hace con trazos rápidos de un solo color (“de golpe”), lo que implica un movimiento integral de todo el cuerpo del ejecutante. La realización de un gancho es, prácticamente, una coreografía que puede incluir una carrera, saltos, estiramientos, escaladas, etc. […] Tienen como centro de gravedad un triángulo, romboide o espiraloide (círculo o semi círculo concéntrico), así como la fusión de alguna de estas figuras; es decir, la extensión o mutación de las mismas. […] Tiene escala humana, es decir, la altura promedio de un joven o adolescente metropolitano (1.60m). Aunque, la densidad urbana de Monterrey (por ejemplo, la diversidad y extensión de pasos a desnivel) permite que su dimensión horizontal pueda extenderse en gran escala (de cinco a ocho metros o más)”*1.
El paso por estas ideas nos arroja a un pasillo intermitente entre una escritura con un significado específico (que puede encriptarse para evadir a las autoridades), las figuras de su dimensión visible y su contexto como sujeto y objeto del paisaje.
Para la Kooperativa Rayenari, el gancho no es sólo un vector más de la estilística disponible del grafiti actual, muchas veces directamente asociada a Estados Unidos y a las ciudades industriales del Norte global, sino una radiación de las formas situadas del Noreste mexicano: “Las reivindicaciones fundamentalistas de la cultura hip hop en el sentido de que el grafiti es un componente orgánico del rap, es sólo un empoderamiento con tintes globales que deja de lado muchos otros tipos de grafiti y su relación con otras músicas y contextos. […] por ejemplo, el estilo metropolitano de rayar conocido como ganchos, estuvo estrechamente ligado a la música colombiana, especialmente a la cumbia”*2.
En Monterrey, esta forma de hacer ráfagas y de alimentar la mirada que hace eco en la línea dentada de los cerros no la he encontrado únicamente en las prácticas del grafiti.
Vista de "~", Silvia Mendirichaga, Parque Arboleda, 2023. Cortesía de la artista
Durante el último semestre de trabajo en la Universidad de Monterrey pude asesorar el proyecto de titulación de una joven artista llamada Silvia Mendirichaga. Titulado «~», literalmente la tilde de la ñ, el proyecto culminó en una exposición en el estacionamiento de Plaza Arboleda, donde usualmente toma lugar la feria de arte FAMA. En un repertorio realmente fragmentado y con una gran diversidad de escalas, las formas cortadas a láser que Mendirichaga emplea aparecen como signos anómalos provenientes de la ondulación de la voz en mensajes de WhatsApp, de la escritura de gente conocida, de curvaturas de los estratos en el cerro cortado de su colonia, etc. Entre sus signos, algunos son de varios metros de largo, mientras que otros caben en la palma de la mano. La interacción discreta que existe con el espacio que rodea a cada forma es importante, así como la serie de relaciones sonoras y semánticas que Mendirichaga ha establecido a través de una aproximación alternativa a la idea de título. Pronunciables e impronunciables, ambas vías extienden las formas hacia una dimensión menos sólida, no disímil a la encriptación casi algorítmica del gancho.
Elementos de 'uM', Silvia Mendirichaga, 2023. Foto por Christian Camacho
Finalmente, me gustaría regresar a la pintura de Luis Figueroa en términos de los vectores que habitan su interior. Aparte de su color, me interesan las direcciones diagonales que recorren el plano, asumiendo muchas veces el rombo, el torso-cabeza, la cruz y el cruce, que en su disposición con lo sagrado y su relación a los 90°, nunca son lo mismo. He mencionado en otros momentos la frontalidad en la pintura como catalizador de la unidad de entramados figurativos, así sean complejos. Creo que Luis lo tiene clarísimo: “Lo que me interesa del rombo… como que pareciera brindar la oportunidad de no tener peso. El torso tiene peso, pero el rombo no necesariamente. Me interesa una figura geométrica que no tiene peso hasta que tiene color”*3.
Luis Figueroa, 'Isidora', Óleo sobre lienzo, 120x180 cm, 2021. Cortesía del artista
Los ganchos, las cifras de Silvia Mendirichaga y las composiciones de Luis Figueroa me acompañan en una meditación del trazo que antecede incluso al color; así como en palabras de Mendirichaga, existe una alianza entre la escritura y lo monocromático, también de alguna manera esta imaginación de la línea no posee necesariamente la coordenada de la iluminación. Incluso persiguiendo a la sombra, los gancheros regiomontanos frecuentemente evitan los colores y posiciones donde “se los coma el sol”*4, en el caso de Luis, la antesala a la plenitud coloreada.
El laberinto de signos que para mí existe en Monterrey es una constante fuente de cuestionamientos a la certeza de las escalas y los significados, a la lectura de lo central y lo nómada, lo micro y lo macro. Desde la tecnología de las puntas representada en las herramientas del arte rupestre*5 hasta la extraña correspondencia del gancho con la gran horizontalidad de los parques industriales, hay formas que no son sólo un estilo, sino una pulsión oculta. En la investigación de la Kooperativa Rayenari, un inconsciente colectivo geométrico, víspera y posición posterior de una suerte de interferencia técnica que como ningún otro fantasma de la máquina, recorre la infraestructura del Noreste.
1: Prieto, Nydia; Cristóbal López. Rayas, apañes, ganchos. Los trazos locales de la canción y el caminar, Kooperativa Rayenari, p.6.
2: Prieto, Nydia; Cristóbal López. Representaciones personales, primitivas e históricas del grafiti, Kooperativa Rayenari, pp.17-18.
3: Entrevista a Luis Figueroa, 26 de junio 2023.
4: Prieto, Nydia; Cristóbal López. Rayas, apañes, ganchos. Los trazos locales de la canción y el caminar, Kooperativa Rayenari, p.5.
5: Aquí un guiño tanto a la conversación con la Kooperativa Rayenari, como al título de la muestra Tecnologías Rupestres de Jorge G. Balleza en la sede Sitio (2022), un proyecto en colaboración con Adan HPR que desgraciadamente conozco sólo por fotografías y textos.