Alrededor de su núcleo, el sueño que llaman nosotrxs
por Cristina Torres
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Resulta complicado hablar sobre lo que no tiene precedentes mientras acontece. Se pierde la distancia crítica pero se gana algo de terreno compartido. Para alguien que escribe reseñas de arte, el traslado del mundo del arte al lenguaje del código y la programación quiere decir en parte que la distancia entre tú y yo se ha vuelto curiosamente más corta, gracias a que ambxs accedemos a las obras desde alguna pantalla.
Hace mucho que nuestra aproximación al arte está mediada por pantallas, proyectores y libros que nos persuaden a buscar, platicar al lado de, estudiar y recordar ciertas obras. Poco después de salir de la universidad, recuerdo al curador y artista Tonatiuh López aclarando que habíamos cursado una carrera en historia de las imágenes de arte, no en historia del arte. Para cierto punto de vista este desplazamiento produce una aporía entre la dimensión matérica del arte y su imagen icónica, como las paradigmáticas reflexiones de Walter Benjamin y, posteriormente, Boris Groys sobre el papel de la especificidad y el contexto en la experiencia artística.
Una parte de las discusiones que han tomado lugar en estos días ocurren dentro de la dicotomía de esta pregunta, en la brecha creada por la recodificación hacia imágenes digitales y el aislamiento doméstico. En comparación, un verso de Tristán Tzara:
“hablo de quien habla quién habla estoy solo”(*1)
Recientemente, en la charla "¿Cómo convivirán los cuerpos cuando los museos reabran?" de la iniciativa Museos Tres Punto Cero #MUS3OS, Silverio Orduña enfatizó la incapacidad con la que los museos han lidiado con el cuerpo en general, mientras que Mariana Arteaga enfatizó la necesidad de expandir lo que llamamos cuerpo en el museo (considerando a lxs trabajadorxs por ejemplo) y de observar críticamente las maneras en la que lxs cuerpxs se muestran en el internet pandémico, como frontalidad predominante que apunta hacia el espectáculo.
“El complejo de la ley, la economía y el espectáculo es la cruz de la mediación. Agota al lenguaje. La razón pública cede el terreno al performance de las subjetividades y juegos codificados. Se parece al fascismo porque es hostil a la vida, pero mata el significado y el alma antes de matar a la gente. Produce una tristeza global de una manera que la tragedia histórica nunca lo hizo (...) Pase lo que pase, el lenguaje debe permanecer cerca.”(*2)
Vista de la exposición A través de Arantxa Solís, Casa Equis, 2020. Cortesía de Casa Equis.
En otro punto del espectro se encuentran las prácticas artísticas creadas desde, para y sobre el internet y el entorno digital, en cierto sentido más habituadas a insertarse en la intimidad doméstica. Recorremos a través de clicks que activan instrucciones en el código y del scroll, un modo de lectura que perdura desde los pergaminos de la antigüedad. Exposiciones descargables en PDF con calidad diversa como Permanencia voluntaria del Centro de la Imagen, exposiciones hipervínculo como Playtime en Casa del Lago, exposiciones reality show como Mario García Torres:Solo en Museo Jumex, exposiciones carrete como Pixeles activados y exposiciones render como A través de Arantxa Solís, ambas en Casa Equis. La virtualidad del espacio de arte se concreta desde diversas bisagras entre las posibilidades de los lenguajes de programación, la memoria de la mirada y, en ocasiones, la nostalgia de las arquitecturas blancas donde no hay noche.
Merecemos fracaso / merecemos ocio de Miriam Gómez, alias “El pinche barrendero”, propone otra vía de fuga. Curada por Karla Noguez, la exposición a puerta cerrada sucede en el espacio físico de Estudio Marte 221, sin embargo, de acuerdo con el texto curatorial “no busca ser visitado sino deducido (...) En este sentido, invita a la posibilidad de conocimiento a través de la suposición, la experiencia de la duda, lo oblicuo, la improvisación y desde la actual sensación de desplazamiento de nuestra imagen del mundo.” En este sentido, el problema no es tanto la electro-realidad del arte sino la distinción de la certeza.
Vista de la exposición Merecemos fracaso / merecemos ocio de El Pinche Barrendero (Miriam Gómez) en Estudio Marte, 2020. Cortesía de Estudio Marte
Antes de la pandemia tuve la oportunidad de colaborar en un proyecto en el que reflexionamos sobre ciertos aspectos de la historia de la mirada, especialmente el enmarcaje legado por una cierta teoría (*3) que hace siglos determinó que el arte debe ser concebido para ser visto desde una ventana y proyectado desde una retícula hacia la mirada estática del espectador. Es curioso pensar cómo el zoom out impuesto por la distancia corporal reproduce y lanza esta operación hacia cualquiera que sea el rectángulo electrónico desde el cual nos asomamos hacia la imagen ahora.
(*1) Este verso, al igual que el que da título a este ensayo, provienen de El hombre aproximado de Tristán Tzara. Traducción de Alfredo Rodríguez López Vázquez. En el caso del título, se adaptó el original “nosotros”.
(*2) Soren Andreasen y Lars Bang Larsen. The Critical Mass of Mediation, 2014. La traducción al español es mía.