Anatomía del hambre. Jorge de León en Colección Zarur
por Gabriel Sánchez-Mejorada
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Hace aproximadamente cinco años, al iniciar mi actividad como docente en artes visuales, me encontré con las posibilidades pedagógicas, creativas, de producción epistemológica y de cuestionamiento que generan las cartografías de la memoria. Ellas permiten pensar las imágenes a través de sus posiciones dinámicas, movedizas y siempre abiertas.
En un mundo atascado de imágenes y textos, el des-instrumento del Atlas Mnemosyne que heredamos de Aby Warburg nos sirve hoy no sólo para pensar sobre ellas, sino también para pensarnos desde ellas.¹ La exposición Anatomía del hambre de Jorge de León (Guatemala, 1976) que alberga el nuevo espacio de la Colección Zarur, en Guadalajara, es un ejemplo de cómo las imágenes nos refractan formas de relacionarnos y de operar el poder más visceral y animal; particularmente en escenarios de excepción como los de México y Guatemala donde la violencia es el factor constitutivo de muchas de las imágenes cotidianas. ¿Cómo nos relacionamos con las imágenes que se producen en estos escenarios? ¿Cuáles son las posibilidades que el relato y la ficción detonan para entendernos en el mundo?
Las técnicas y formatos que Jorge de León presenta en esta muestra, así como la disposición de las obras en el espacio, exigen que el cuerpo se acerque, tome distancia, se acueste, dilate las pupilas o entrecierre los ojos para poder tener una lectura frente al imaginario que se construye a través de vínculos entre animales y vida humana; un compendio de relatos –como describe Rodrigo Campuzano, curador de la exposición– que “más allá de adentrarse en lo personal, buscan conciliar un lenguaje universal en torno a los problemas que enfrentamos [...]”.²
Vista de la exposición ‘Anatomía del Hambre’ de Jorge de León. Cortesía de Colección Zarur. Foto: Carlos Díaz Corona
De León traduce primeras planas de periódicos a gobelinos, volviendo ilegibles los contextos que acompañan los grandes titulares y las fotografías de prensa. Así mismo, discrimina los textos que enmarca el fotoperiodismo mediante la pintura, convirtiendo el registro documental en escenas surrealistas o propias del realismo mágico, como apunta de León al describir el paisaje cotidiano de Guatemala.
Vista de la exposición ‘Anatomía del Hambre’ de Jorge de León. Cortesía de Colección Zarur. Foto: Carlos Díaz Corona
De esta manera, las traducciones se convierten en despliegues de imágenes que en lugar de hacernos cerrar los ojos o voltear nuestra mirada, nos colocan frente a escenarios fantásticos donde –con los ojos abiertos– es posible reconocernos en las manifestaciones de la política animal. Y es que “[...] interesa pensar el arte y los ecos que detona no como un vehículo informativo, comunicativo o ilustrativo, sino, más bien, como herramienta hermenéutica, artilugio que devela lo indivisible que hay en la gramática dominante en claves, tanto de bio como de necropoder”.³
Leída desde las posibilidades del Atlas warburgiano, Anatomía del hambre traza en esa gran sala un paisaje que habita las tensiones entre lo ficcional y lo documental, a través del cual se presentan algunas pistas para pensar las gramáticas de dominio sobre los cuerpos. Hacer anatomía del hambre es diseccionar lo necesario para indagar en la estructura, la topología y la disposición de los órganos que componen el deseo ardiente por alimentar y saciar al cuerpo.
¿Cómo es ese deseo cuando se construye desde la desmesurada ansia por avorazar el poder?