Travesía Cuatro presenta la exposición Sofía Bassi & Elena del Rivero que trata de un proyecto que reivindica la potencialidad transformadora y sanadora del arte a través de la obra de las dos artistas.
La exposición, a la vez que conmemora el 25 aniversario de la muerte de la pintora y escritora mexicana Sofía Bassi, reúne doce obras en pintura producidas entre 1964 y 1996, junto a diez obras de la artista española Elena del Rivero, una serie en la que rinde homenaje a la pionera de la abstracción Hilma af Klint y que ejemplifica su labor de elevar lo doméstico al ámbito de lo sagrado.
La ficción es como una tela de araña, sujeta levemente tal vez, pero aún así unida a la vida por las cuatro esquinas. A menudo, el hilo es apenas perceptible.
— Virginia Woolf. Un cuarto propio, 1929.
Sofía Bassi nació en 1913, en Ciudad Camerino Mendoza, Veracruz (México). Estudió fi- losofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1964 comenzó a pintar, de- sarrollando así una carrera artística de vocación tardía. A pesar de que su estilo personal se vincula a una vertiente específica del surrealismo, propia de artistas relacionadas con el contexto mexicano como Leonora Carrington (1917–2011) o Remedios Varo (1908–1963), Sofía Bassi no formó parte de este grupo en términos oficiales y se trata de una pintora en gran medida desconocida en el marco de la historia del arte. Falleció en 1998 en Ciudad de México.
A través de un imaginario personal, repleto de seres híbridos, ciudades perdidas y criatu- ras fantásticas, sus representaciones despliegan un universo onírico que parece distorsio- nar el tiempo, generando una narrativa propia. Cada pintura, o cada sueño, se conecta con una ensoñación previa: un paisaje interior que pone de manifiesto aquello que perman- ece parcialmente visible y parcialmente oculto en el inconsciente colectivo. En 1972, Jean Michel Cropsal definió su trabajo como “impresión mágica”. Lo mágico pone de manifiesto la fragilidad de la realidad; la relación íntima de nuestra experiencia diaria con una dimen- sión espiritual encubierta.
Elena del Rivero nació en 1949 en Valencia. Su inspiración proviene de la vida cotidiana y sus proyectos se desarrollan a través de conexiones que desdibujan los límites formales de cada pieza. Su obra contiene una sutil tensión entre lo matérico y lo poético. En ella predomina la encarnación de personalidades históricas olvidadas, a menudo vinculadas a posturas feministas, cuyo relato se resignifica en relación a nuestro presente. A pesar de trabajar principalmente en pintura y en papel, sus obras poseen una clara dimensión performativa, así el acto de coser, asociado a lo femenino y lo doméstico, adquiere aquí un símbolo de resistencia y reconstrucción. Durante los últimos veinte años ha explora- do cómo los materiales adquieren y transmiten significado, le interesa particularmente la potencialidad curativa del arte, tanto espiritual como material. Mediante el uso del oro y otros metales preciosos en sus obras, del Rivero conjura la facultad de la alquimia de transformar la materia viva, uniendo varios tiempos en una única obra. Vive y trabaja en Nueva York desde 1991.
Su primer contacto directo con la obra de Hilma af Klint se produjo en el año 2005, a través de una exposición colectiva titulada New Methods of Drawing by Emma Kunz, Hilma af Klint, and Agnes Martin, que tuvo lugar en el Drawing Center de Nueva York. Tras este en- cuentro, comenzó a desarrollar una serie que se extiende hasta hoy, cuya lógica alfabética alude al método de trabajo de la artista sueca. A través de la recuperación de su figura — actualmente reconocida como una de las pioneras de la abstracción pictórica—, las obras de Elena del Rivero generan un espacio intermedio, reafirmando esa idea del artista como medium que marcó la práctica, casi mística, de una generación de artistas de principios del siglo XX.
Las obras de Sofía Bassi y Elena del Rivero generan un diálogo que surge del vínculo en- tre espiritualidad y arte que marcó parte del desarrollo artístico de la Modernidad. Sus prácticas pueden entenderse como procesos alquímicos de transmutación de ideas e intuiciones en formas y materia. En estos, la imaginación funciona como catalizador de otra realidad. La creación de imaginarios que van más allá del orden visual establecido se relaciona con una búsqueda de trascendencia, con la posibilidad de alcanzar estados que desborden lo inteligible y circunstancias en las que el entendimiento suceda más allá de la razón. Lo onírico y lo fantástico se cuelan en lo cotidiano, que se vuelve insólito; un entramado de símbolos y relaciones que escapan a nuestra comprensión. Como escribe Jennifer Higgie en The Other Side: A Journey Into Women, Art and The Spirit World: “con- fiar en el arte es confiar en el misterio”.
Este impulso de ir al más allá, usando el arte como medio, evidencia una necesidad por generar espacios alternativos a un contexto socialmente hostil. Habitar un mundo paralelo proporciona, no solo una vía hacia nuevas formas de conocimiento, sino la posibilidad de forjar nuevos vínculos. La espiritualidad supuso para muchas artistas de finales del siglo XIX un lugar habitable, protegido de las lógicas intransitables del género. Para estas, el arte se inscribió en la vida como una práctica adivinatoria. A partir de lenguajes aparen- temente distantes, la dimensión mística de los trabajos de Sofía Bassi y Elena del Rivero cuestiona la dicotomía entre figuración y abstracción. Una necesidad visceral de explorar otros formatos de comunicación hace que lo simbólico, independientemente de su forma, se vuelva flexible. Las obras de estas artistas funcionan como un mapa: una cartografía intuitiva que nos ayuda a orientarnos en un presente ambiguo; un mecanismo desvelador que, sin embargo, se resiste a generar una visión cerrada del mundo.
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La obra de Sofía Bassi (Ciudad Camerino Mendoza, Veracruz, 1913 - Ciudad de México, 1998) forma parte de las colecciones permanentes del Museo de Arte Moderno de Méx- ico, el Smithsonian Institute de Washington DC, el Museo Selma Lagerloff de Estocolmo (Suecia), el Museo de Arte Moderno de Tel Aviv, el Museo de Arte Contemporáneo de Pátzcuaro (México), el Museo de Arte Contemporáneo de Morelia (México) y el Museo de Toluca (Estado de México).
El 3 de enero de 1968, un trágico accidente causó la muerte de su yerno el Conde Ce- sare d’Acquarone, Sofía Bassi se auto inculpó y desde esa noche fue enviada a la Cárcel Municipal de Acapulco, Guerrero. El escándalo mediático cautivó a la prensa nacional e internacional y la justicia la condenó a 11 años de prisión. Gracias a su labor artística y filantrópica, tras cuatro años y medio en prisión, se le perdonó el resto de la condena y fue puesta en libertad. Durante este período pintó 275 obras firmadas E.L.C. (“en la cárcel”), dos murales y la escenografía del monólogo teatral Adriano VII. Su mural Sabiduría es Paz, encargado por la Facultad de Derecho de la UNAM, se exhibe en la Biblioteca Antonio Caso. Es autora de varios libros entre los que destaca Prohibido pronunciar su nombre (1978).
Este año se cumple el 25 aniversario de la muerte de Sofía Bassi. La exposición coincide también con la creación de la Fundación Sofía Bassi por sus descendientes directos, la familia Diericx Trouyet, para honrar su legado artístico. La Fundación alberga más de 60 obras originales, así como el archivo documental que contiene fotografías de 860 de sus obras, de sus exposiciones y presentaciones, así como testimonios y cartas, y otros docu- mentos relacionados con su labor como artista. El Museo TEA Espacio de las Artes de Tenerife (España), que alberga la mayor colección de obras del pintor surrealista Óscar Domínguez, presentará su primera exposición en España en septiembre de 2023.
— Travesía Cuatro