Penumbra en mi memoria: Alicia Ayanegui en Siembra
por Antonia Alarcón
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Hace el fresco de la mañana aún, el otoño ya viene y se siente en el sol pálido. Al entrar a casa de Alicia Ayanegui, sus pinturas comienzan a aparecer: el cancel de una ventana, un zaguán, un durazno. Todo parece levemente ajeno bajo la luz del día. En el fondo del terreno, se encuentra su estudio, envuelto por plantas que crecen bajo su propia ley. Estos espacios cotidianos son el imaginario que construye en sus pinturas, donde la atención se vuelve hacia los objetos que por años han ocupado las superficies de esta casa.
En su pintura, logra un ambiente con recursos mínimos, lo que transforma a la imagen en la sugerencia de un recuerdo. Sus piezas funcionan como constelaciones donde los fragmentos construyen una sensación de espacio que, por abstracto, apela a una memoria común. Su exposición, Penumbra en mi memoria, se muestra ahora en Siembra 30, en la galería Kurimanzutto. Descifrando los contornos en la oscuridad, Ayanegui cubre de noche la domesticidad y retrata la vida de las cosas cuando nadie las mira.
Alicia Ayanegui: Todo empezó con la curiosidad de pintar en la noche, sin luz. Fue muy tormentoso porque en la noche, todos los colores se ven negro. Entonces me compré una lamparita de minero y trataba de pintar en la penumbra, pero aún así era demasiada luz. Entonces con sólo dos colores, creé una paleta para pintar la noche.
Alicia también pinta de día a partir de bocetos mentales. Sus recuerdos operan como dibujos en los que reconoce momentos de oscuridad que, de otra manera, no podrían ser grabados. La misma noche lleva a Alicia a la abstracción: donde las cosas que recuerda que existen se mezclan con las limitaciones de la vista y los caminos de la imaginación.
Estudio de Alicia Ayanegui, agosto 2021. Foto: Antonia Alarcón
AA: Esa parte abstracta es la memoria. Yo no puedo recordar tal cual las cosas, pero sí las sensaciones que tengo alrededor de ese recuerdo. Es un gesto.
Los recuerdos funcionan por momentos, en espacios vacíos que los acompañan. Las pinturas de Alicia buscan retratar y compartir con sus espectadores tanto una sensación ambiental como una reflexión estática del momento de contemplación. El alrededor es una maraña de pinceladas que replican el turbulento proceso del recuerdo borrado. La memoria es un espacio de penumbra.
Hacemos una pausa y nos damos cuenta que el jardín está bañado por la luz del mediodía. El paso del sol nos acompaña en nuestra plática, el espacio se va transformando a partir de su posición. Es cierto que habitar continuamente un lugar puede hacernos caer rápidamente en la costumbre y aplanar el cotidiano. Para Alicia, quien ha habitado este espacio por años, no es el caso: la atención que le da a cada uno de los rincones que pinta, lo convierte en un acto meditativo.
Estudio de Alicia Ayanegui, agosto 2021. Foto: Antonia Alarcón
Nunca he visto mi casa despegada de mí. La reflexión sobre su casa, sus objetos y sus espacios se detonó luego de vivir un tiempo fuera y regresar a donde vivió en su infancia. Al volver, las cosas tomaron una nueva vida a partir de los recuerdos. De repente, una serie de objetos abandonados por años cuenta una narrativa que sólo Alicia puede leer. Una historia de la nostalgia del presente.
AA: No podría pintar algo que no conozco. Pinto las cosas que conozco porque son parte de mí. Son mis objetos u objetos con los que convivo. O son retratos de mi familia, la silla que era de mi abuela o algo que era de mi abuelo. Soy yo en el cacharrito de vidrio. Es muy autobiográfico.
En su producción, Alicia reflexiona sobre la naturaleza de sus materiales y procesos, su hacer es una revisión constante de su metodología. Al mismo tiempo, entiende que su emocionalidad permea los movimientos de su mano. Su complejidad recae en la capacidad de observarse a sí misma durante el ritmo de producción, en ver cómo el ambiente afecta su forma de pintar.
AA: Como pintora, parece absurdo tener la cantidad de colores que quieras y reducir tanto la paleta. En estos años, mi paleta se ha ido reduciendo, pintar una silla con dos colores es para mí un reto. En mi proceso, me he cuestionado el soporte, la idea de lo acabado, la materia, el gesto. Trato de ser muy honesta conmigo misma y con lo que pinto. Igual cuando escribo sobre mi obra, trato de ser sincera y de transmitir en palabras lo que siento cuando estoy pintando.
Estudio de Alicia Ayanegui, agosto 2021. Foto: Antonia Alarcón
Terminamos la conversación preguntándonos por qué tantas artistas están trabajando el tema de la noche en su obra. ¿Será por los desvelos pandémicos?, ¿las incertidumbres?, ¿los encierros? Quizá, por darse un pequeño tiempo para abrir la pupila y mirar de frente a la oscuridad. En el caso de Alicia, su ejercicio nocturno es una forma de llevar la repetición a otros extremos, más alejados de la realidad y más cercanos a la memoria, a la incorporación de su entorno que no muta, pero cambia bajo la tenue luz del día y del recuerdo.
Concluimos que la noche es el reflejo de algo que aún no sabemos nombrar. Entre risas, promesas de comidas, cafés e intercambios, nos despedimos. Salimos del estudio y el día ha vuelto a cambiar: ya el gris del cielo aplana los colores del jardín. El mismo patio ha mutado a lo largo de la mañana y ahora la lluvia se siente rozando los tobillos.