Donde las montañas recortan el cielo. Ensayo sobre 'Escucha profunda: prácticas desde el mundo al revés'
por Antonia Alarcón
Laboratorio Arte Alameda
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No basta con decidir abrirte. Debes hundirte los dedos en el ombligo, con las dos manos agrietarte, derramar los lagartos y los sapos, las orquídeas y los girasoles, virar al revés el laberinto. Sacudirlo. – Gloria Anzaldúa
Antes, cuando el cuerpo era cuerpo, los pies leían sin dar nombre a los territorios porque no por caminarlos se los apropiaban. El cuerpo era cuerpo porque estaba rodeado de prado, insectos y espíritus. El cuerpo era cuerpo sólo con otros cuerpos, en un tejido de carnes, en una ronda que construía un valle donde se unían los ríos en el gran lago; todas las manos hacían una cuenca que juntaba las aguas. Sacar la mano significaba el escape subterráneo, la pérdida, porque el contenedor éramos todxs. Ese tiempo que era antes a veces es ahora y también existe cuando no lo miramos.
La exposición Escucha profunda: prácticas hacia el mundo al revés entrelaza cuatro narrativas de mundos alternativos al hegemónico y torna la mirada hacia los mundos que existen aparentemente en paralelo, pero que coexisten en el mismo telar que las urbes, en resistencia al tiempo histórico actual. Estos logran asomarse por las grietas de las banquetas para plantear otras maneras de relacionarnos con nuestro entorno. Lxs artistas Yutsil, María Sosa, Naomi Rincón Gallardo y Fernando Palma Rodríguez traen esos mundos al frente a partir de cuatro piezas monográficas expuestas en el Laboratorio Arte Alameda (LAA), en el Centro Histórico de nuestra capital, lugar donde convergen una pluralidad de mundos cada día.
Con la creación de la identidad mestiza, se homogeneizaron las etnicidades y bagajes bajo el gran nombre “México”, aplastando a todas las culturas que convergen en los territorios. En reacción, lxs artistas cuestionan el encuentro con nuestros entornos, el proceso de descolonización y la condición post-mestiza que cubre al México actual: si no somos mestizxs, ¿qué somos? Las posibilidades del ser se expanden al romper con los nombres y encontrar nuevos, más plurales.
La exposición, por su mismo carácter de monografías, funciona como una constelación de caminos donde se cuestiona y repiensa la violencia colonial y sus consecuencias. Al cruzar el umbral del LAA, se deja atrás el ruido de la Alameda para entrar en el halo místico heredado del convento que ahora es el Laboratorio. De nombre Tlazohuelmanaz –que en náhuatl significa “ofrenda de amor”–, la pieza de Fernando Palma Rodríguez te recibe en la entrada con un cambio de tiempo religioso. En su instalación, varios metates grabados con nombres en náhuatl de sitios en Milpa Alta aluden a su origen jeroglífico: los nombres se construyen a partir de las características de los espacios. Muchos de estos lugares no preservan hoy en día los aspectos que les dieron sus nombres, mas siguen existiendo a través de la palabra. Los nombres son un espacio en sí mismo y es a través de la enunciación que se llaman a existir de nuevo. Así, los metates son una pieza de memoria que se activa a través del habla.
María Sosa en « Escucha Profunda », Laboratorio Arte Alameda, 2021. Cortesía de la artista y Llano Galería. Foto: Erik López
La propuesta de María Sosa, un entramado de videos, cerámicas, textiles e instalación, nos hace entrar en un espacio ceremonial llamado Capilla de dolores, donde ocurren distintos rituales de descolonización y de sanación de la violencia. Me pregunto: ¿Qué pasa si le rezas a un dolor?, ¿qué te contesta?, ¿qué le pides? ¿O es el dolor quien está rezando por ti? En el centro se erige la imagen de Ch’ulel, que los tzotziles y tzetzales de los Altos de Chiapas conciben como el alma, la cual no es individual sino plural, pues ahí las almas de todos los seres convergen. Frente a esta imagen, parece que Sosa plantea su ritual como un acto colectivo en el que, a partir de su catarsis, busca la curación de todxs quienes componemos ese entramado de almas.
Yutsil en « Escucha Profunda », Laboratorio Arte Alameda, 2021. Cortesía de la artista. Foto: Erik López
Dicen que los huesos llevan la memoria de nuestros antepasados. La artista Yutsil busca cuestionar las creencias machistas y colonizadoras enraizadas en nuestra psique mexicana, la cual por racista, nos ha quitado la posibilidad de encontrarnos con la pluralidad que compone nuestra identidad “mestiza”. Al apropiarse de los lenguajes de los museos y de los estudios etnográficos, la artista utiliza su propio cuerpo para cuestionar la manera en la que se ha construido una narrativa vertical hacia grupos subalternos. Ella se inscribe en la narrativa de su identidad mixteca heredada para insertarse en los rituales y tradiciones a partir de la ficción. Con ello, Yutsil toma control de su historia a través de la sátira y del empoderamiento que surge cuando la historia se escribe con la propia mano.
Naomi Rincón Gallardo en « Escucha Profunda », Laboratorio Arte Alameda, 2021. Cortesía de la artista y Parallel, Oaxaca. Foto: Erik López
Entrar al espacio de Naomi Rincón Gallardo es como entrar a una ceremonia-fiesta donde los colores y la música se usan como una denuncia del despojo a través del feminismo cuir. Sí que es una celebración, ya que su pieza Resiliencia Tlacuache está dedicada a Rosalinda Dionisio, defensora de los territorios del Valle de Ocotlán, Oaxaca. La misma Rosalinda da nombre a la pieza, ya que dice que quienes defienden los territorios son gente aguantadora, como los tlacuaches. El tlacuache, la madre de las mil tetas que en sus espaldas carga a toda su manada. Los tlacuaches, quienes cargan en su lomo al territorio: a la gente que lo habita, a su vegetación, al agua, a los animales, a las piedras. Rincón Gallardo canta en su video para resaltar las condiciones de expropiación que viven distintos lugares del país donde las poblaciones en resistencia pelean día con día por la preservación del ecosistema y del hogar de seres y personas. En el mismo rap, la artista cuenta la historia de Rosalinda, quien, en su resistencia por la defensa del agua y contra la minería en Oaxaca, recibió una bala en una pierna. A pesar de ello, continúa con su trabajo de protección. Esta labor de lucha está fundada en una política que va más allá de los partidos, viene de lxs ancestrxs, del afecto al entorno, de mapadres que enseñan que la tierra y todo lo que es vivo se cuida y, por ello, se defiende. Una oda de amor tlacuacha.
Al final de todo, el cuerpo sigue siendo cuerpo, aunque esté aplastado por la ciudad o la hegemonía. Hay quienes ponen el cuerpo todos los días para defender todo, lo inapropiable, lo sagrado, el mundo. Dentro de las propuestas de Escucha profunda, oigo que no hay un solo revés del mundo. Hay plurales que existen de tantas maneras como existen seres. Entender sus posibilidades nos puede llevar a concebir la convivencia con nuestros ecosistemas y comunidades de una manera más horizontal. Necesitamos menos certezas y más direcciones para seguir deconstruyendo el mundo. En esos espacios, los territorios también nos miran, en los lugares donde las montañas aún recortan sus perfiles contra el cielo.