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Zyanya Arellano

En el retablo del lobby del Castillo de Chapultepec se presenta la exposición Chicas Hot del Tercer Mundo de Zyanya Arellano, con curaduría de Roselin Rodríguez Espinosa.

Desde el interior de algún espacio independiente en la ciudad, una exposición en una galería, una fiesta o el cuarto de una casa, dos chicas conversan y se hacen preguntas con inquietudes sobre cómo sobrevivir siendo una mujer artista en el contexto actual. Con humor y desenfado, una serie de dibujos que combinan el lenguaje del cómic y los memes van revelando escenas donde surgen situaciones cotidianas que la artista ha vivido y que encierran reflexiones más amplias sobre la precariedad económica, incertidumbres existenciales y las desigualdades del campo artístico de clase y género. Todo ello desde una perspectiva feminista que es puesta a prueba de forma autocrítica en la práctica vital del día a día.

Con estas aristas se ha ido perfilando lo que Zyanya ha ido definiendo con sus imágenes como “chicas hot del tercer mundo”. El título comenzó a circular hace un par de años en Instagram en forma de dibujos realizados con lápices de color que luego eran digitalizados para su existencia en internet. En la red, su lenguaje memético mordaz despertó algunas dudas: ¿qué es eso de “chicas hot”? ¿por qué del tercer mundo?

En esta serie, “Chicas hot”, un mote de moda reciente en internet asociado a una apariencia física hegemónica y a cierta “actitud”, gira su sentido para proponer otras cualidades femeninas deseables para habitar en armonía: sentirse bien consigo misma, disfrutar el propio cuerpo, apoyar a las otras, coleccionar obras de arte de las amigas y conversar, conversar mucho. Por otro lado, el anacronismo del “tercer mundo”, es reivindicado como una evocación lúdica y afirmativa de un imaginario regional utópico que alimenta la ficción de la artista. El manojo de temas, ideas, ambigüedades insólitas “basadas en hechos reales”, secretos a voces, chistes y suspicacias que se puede desprender de estas láminas hablan con intimidad cómplice de nuestras interacciones actuales más que cualquier improbable tratado de sociología del arte.

–Roselin Rodríguez Espinosa