Sonámbulos, los párpados lloran
Exposición
-> 14 sep 2024 – 28 sep 2024
Unión
Unión presenta Sonámbulos: los párpados lloran de Valentina Attolini, residente de SOLOS.
En la noche, antes del alba, cuando los pájaros del día aún no se han despertado y los pájaros de la noche duermen ya, hay un minuto de silencio, dijo alguna vez un director de cine. Pero, ¿qué sucede con los aullidos nocturnos, los objetos y los seres del cotidiano que se transforman en quimeras en el tiempo de la ensoñación? ¿Cómo nombrar los ruidos que soñamos cuando no hay aves que anuncien su reposo? Sonámbulos: los párpados lloran surge inicialmente de un deseo de plasmar paisajes interiores que, ante la duda y el obstáculo, buscaron respuestas en paisajes oníricos, en los sueños. El insomnio, como el sonambulismo, aunque refieren a estados más cercanos a la vigilia por el movimiento corporal, pertenecen aún al territorio y a la temporalidad del sueño: horas carnívoras que se abren con fauces de par en par y que son todo, salvo remanso para el sosiego.
Las cuatro piezas aquí presentes son apenas una fracción del trabajo de aproximadamente seis semanas en la residencia Solos, que desembocó en un resultado final de 24 piezas. Cada una de ellas existe bajo la técnica de la monotipia pero es, realmente, un estado nocturno. El trabajo de Valentina es la atención a un llanto que no es común, porque cuando los párpados –y no los ojos– lloran, se presta una particular atención a lo que está detrás, es decir, a la eversión de lo habitual, al paroxismo del rosa y a las venas diminutas que son perceptibles sólo cuando se quieren ver: es el agua de la carne. “En la nieve, los lagrimales son rosas cuando se llora”, dice Raúl Zurita, quien ha sabido observar la grandeza del detalle y honrar el dolor glorioso del desierto, y cuyos versos, además, fueron detonadores de la escucha atenta al gruñido que engulle y a las carnadas de peces que están presentes en toda la serie de Sonámbulos.
Las piezas de Valentina son habitadas por carnadas que caen del cielo, torbellinos de peces que se agitan bajo el mar, una cama, un hoyo en el jardín y, semejante al bramido del mar, un gruñido nocturno, ávido e insaciable de sueños, que se atraganta y se sofoca, llora y no puede gritar. Una flor que podría ser una estrella de mar que, en la cumbre de su belleza, hiede y hechiza al insecto emblema de la putrefacción.
Los párpados que lloran se componen por monotipias que permiten la alteración del orden de las cosas a través del accidente y nos recuerdan al desordenamiento de los sentidos de Rimbaud. La catástrofe se vuelve un escenario factible y son posibles todas las formas de sufrimiento, locura y amor. Y en la búsqueda de agotar todos los venenos, una serpiente nos penetra el cuerpo y después del miedo y del placer nos abre los ojos para despertar. Sonámbulos cristaliza los rincones y flujos del goce que se aviva cuando cerramos los ojos por la noche, vuelve a un lugar que todxs conocemos porque el estado del sueño es una especie de prehistoria.
–Lucrecia Arcos Alcaraz