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Sebastián Hidalgo

Sebastián Hidalgo

Pueblo de pesca

Saenger Galería presenta Pueblo de pesca de Sebastián Hidalgo.

“Cuando pasa el tiempo, todo lo real adopta un aspecto de ficción”, dice el narrador de Así empieza lo malo, novela de Javier Marías publicada hace diez años. Esta idea podría describir la intención del artista mexicano Sebastián Hidalgo en su más reciente exposición, Pueblo de pesca, en la cual construye una ficción a partir de sus meditaciones sobre la vida actual. Dicho relato tiene como eje central de la trama una acción sencilla y repetitiva, pero esencial, en la preservación de la vida: “pescar para comer, comer para vivir; y lo mismo sucede con los peces”. Ante este hecho, Hidalgo busca “partir de algo simple que sirva de perímetro para generar espacios de reflexión, contemplación y ensoñación, con el objetivo de interrumpir y soltar la lógica, aunque sea momentáneamente”.

Pueblo de pesca sucede en tiempo presente. No es el desbordamiento del pasado al que Marías recurre en sus historias, sino el ahora inminente en que transitamos a través de este vehículo crítico. Con esta herramienta, Hidalgo manifiesta también su proceso creativo, basado en una acción automática y no racional, en un “pensar con las manos”, donde confronta la lógica con un flujo continuo de percepción y creación directos. Busca liberar a la mente del mundo racional para dar paso a una existencia más inmediata, de contigüidad sensible: “Al trabajar dejo que el lenguaje se desarrolle por sí mismo, permitiendo que las imágenes sean una forma de pensamiento. El objetivo no es entenderlo todo, sino hacer que algo ocurra. Es echar el anzuelo y esperar”.

La exposición se compone de un nuevo conjunto de pinturas al óleo y de dibujos sobre papel de pequeño y mediano formato que son acompañados por una pintura mural y una intervención cromática en el espacio de exhibición que ahonda en un lenguaje pictórico que hibrida lo representacional y lo no objetivo. Con éste, Hidalgo indaga tanto los umbrales de los soportes, “la belleza de la abstracción”, como la periferia de la visión, el “asomarme por las ventanas, hacia afuera o hacia dentro”. La obra crea así una membrana entre dos mundos, el terrenal y el subacuático, y también entre la pintura y el dibujo, que devienen en pinturas de bocetos. Pueblo de pesca funciona igualmente como una fuerza vital capaz de catalizar la saturación de nuestros canales de percepción en el acontecer cotidiano para recuperar espacios de descanso, como si se tratara de mandalas de protección o de un par de zapatos especiales para sumergirse en la realidad ininterrumpida del presente y aún así flotar en el borde de ésta.

—Christian Barragán