Un lugar en común: líneas de fuga
Exposición
-> 6 feb 2025 – 28 feb 2025
ENPEG La Esmeralda, Espacio Alternativo
Esta obra explora la relación entre humanos e insectos, centrándose en termitas y escarabajos de corteza, comúnmente etiquetados como “plagas”. A través de frottages y sonidos amplificados, investiga las marcas que estas especies dejan en la madera, revelando ciclos de descomposición y regeneración esenciales para los ecosistemas. Estas marcas, interpretadas como registros materiales, cuestionan las narrativas humanas de control y dominación sobre la naturaleza.
Inspirado en perspectivas fenomenológicas y artísticas, el proyecto invita a reimaginar la coexistencia con otras formas de vida desde la colaboración y la escucha, en lugar de la imposición. Así, termitas y escarabajos emergen no como destructores, sino como agentes de transformación que reflejan nuestra interdependencia con los ciclos naturales.
Un lugar en común: líneas de fuga
Las plagas no existen en la naturaleza. Son una categoría humana que proyecta rechazo sobre especies que no podemos controlar. Por tanto, las plagas son una construcción cultural. Las termitas y escarabajos de corteza son organismos esenciales en los ciclos de descomposición y regeneración de los bosques. Sin embargo, han sido reducidos a agentes de destrucción en nuestra mirada antropocéntrica. ¿Qué ocurriría si, en lugar de ver sus rastros como ruinas en deterioro, los comprendemos como registros de una actividad vital, de una transformación que sigue su curso más allá de nosotros?
Desde la filosofía francesa, Deleuze y Guattari desarrollaron el concepto de línea de fuga, la cual, “no es una línea de destrucción, sino de creación”, en tanto que “multiplica trayectorias y conexiones”. Estas señales en madera son la marca de un proceso que persiste sin atender jerarquías. En su desvío, estas trayectorias abren paso a otras dinámicas de relación entre especies; desafían la lógica en donde el ser humano es el eje rector de todo saber y sentido. En su libertad desobediente, el trazo de estas líneas desafía los órdenes del dominio humano hacia la naturaleza.
Nada se detiene. Indiferente a nuestro permiso, la carcoma avanza; excava ritmos y vacíos, inscribe su trayecto en la estructura del entorno. No hay origen ni destino, solo desplazamientos que refutan la fijeza. La ruina se convierte en tránsito, su continuidad nos recuerda que la materia nunca es estática. Tampoco es un eco del pasado: es un proceso vivo, que existe y prescinde de la mirada humana. Es prueba de que los procesos de vida nos son potestad del ser humano. La vida persiste en su propio tiempo y se rige en sus propios términos.
A través de la madera, estos organismos imprimen el sonido y el tiempo de su rechazada existencia. En el bosquejo de sus recorridos, revelan el mapa de su insubordinada sobrevivencia. Estos organismos trazan sus propias líneas de fuga, con las que proyectan una geografía del devenir: un territorio no explorado, en donde las formas de habitar el mundo están emancipadas del dominio antropocéntrico. Si en el desvío también hay vida, nos queda buscar otras formas de habitar con la alteridad no humana; y encontrar, más allá del territorio, otros lugares que tengamos en común.
— Renata Cañizares y Jimena Martínez