Acciones momentáneas de algo que lleva a la rendición
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-> 26 feb 2025
En el marco de Occidentaire, General Expenses presenta la practica escultórica en vivo Acciones momentáneas de algo que lleva a la rendición de Marek Wolfryd.
Todos conocemos la chinoiserie: esos artefactos, especialmente populares en las artes decorativas, sobre los que el occidente vertió toda su sed exotista por el Oriente, imitando y reinterpretando las tradiciones estéticas chinas, asimilándolas a la sensibilidad europea, finalmente casándolas a los excesos del rococó con muchísimo éxito en el s. XVIII. Un ejemplo local es la talavera poblana, que en su Era de Oro se inclinó por el uso exclusivo del azul cobalto, siguiendo la tendencia marcada por la porcelana de la dinastía Ming que embelesaba a Europa y que alcanzó las costas de México en el Galéon de Manila.
Simultáneamente, en China se desarrolló un apetito doméstico por los bienes ‘oceánicos’—como llamaban a los objetos importados de Europa— y para saciarlo, como hicieron sus pares europeos, los artesanos y artistas chinos echaron mano de ricas reinterpretaciones de la cultura material occidental que, en amalgama con las prácticas artísticas chinas, dieron lugar a ingeniosos objetos de arte y decorativos. Es este fenómeno al que la historiadora del arte Kristina Kleutghen se refiere como occidenterie.
Esta instancia del intercambio cultural de luxury goods entre Europa y China, evidencia la profunda inestabilidad de los objetos y de las formas de producción del arte, en términos de su materialidad, pero sobre todo de la producción de su sentido. Kleutghen habla de una “idea heterogénea de la occidentalidad”, una exotización y esencialización de sus características que germinó en algo completamente nuevo al implantar la sensibilidad europea en el suelo fértil de los muy diversos saberes técnicos y de representación chinos.
Consideremos la occidenterie como praxis: Pensemos en la historia del arte occidental in toto, atrevámonos a exotizarlo y esencializarlo para después seccionar sus partes más célebres y cruzarlas con la lógica financiera que hoy marca el rumbo del arte contemporáneo, finalmente injertemos eso en uno de los diversos territorios no-hegémonicos globalizados en los que se ha impuesto su predominio: ¿cómo se vería nuestro resultado? Las obras de Marek Wolfryd en esta exposición ofrecen una respuesta en la forma de objetos e imágenes apiladas, stacked, que comparten el mismo espacio de la forma más económica posible—no cabe un alfiler en su amontonamiento de historias y visualidades, en su aplastamiento de la línea progresiva del arte occidental.
Si la occidenterie asimilaba a Europa a través de sus estilos, temas y materiales específicos dentro de un marco y forma-objeto china; Wolfryd asimila al objeto de arte contemporáneo hegemónico, también en su mayoría europeo u estadounidense, a través de sus estilos, temas y materiales—literalmente. Su reinterpretación es su tratamiento: el manierismo, el modernismo y el manufacturismo como bloques intercambiables, con materialidades permutables, el jade, el cobre, la impresión 3D. Así también los ejercicios plásticos y las imágenes: se agregan, se acumulan, overlapping tradiciones distintas en el mismo plano, aglomeradas para formar un nuevo producto terminado, una nueva commodity que gestualiza y logra contener todo lo que vino antes de ella.
Wolfryd continúa el proceso de pulverización de los pilares centrales de la obra de arte: su autenticidad, su unicidad y especificidad. La supuesta racionalidad de su valor, la consistencia de su relevancia, aparecen en la obra de Wolfryd como desnuda contingencia: los objetos de arte se desdoblan en el tiempo en líneas supuestamente progresivas, pero también se mueven bajo los términos más agresivamente transformadores del espacio geográfico, ¿qué significa el rostro de Mao en América del Norte? ¿en qué se convierten los rayones caligráficos de Twombly en un contexto exógeno a la posmodernidad gringa? Aquí, la experiencia de su presencia como objetos de arte se refunde con su experiencia como mercancía—apuntalada por la especulación, la fluctuación de los precios de las divisas, de los indicadores del crudo de petróleo, del oro y el acero, de los stocks de Amazon y Alibaba, la lógica los activos y los instrumentos financieros.
Las obras de Wolfryd son apilamientos de sentido, de técnicas, mitologías y representaciones: se modelan en software, requieren la tercerización de su manufactura, abrazan la multiplicidad semántica y el ‘colapso contextual’. Su insistente repetición difumina las formas contenidas en ellas, son tan reconocibles como evasivas y ausentes, envases vacíos listos para ser llenados por ‘futuros’. Flotan así, proféticas, en el infinito mar azul del intercambio, en el que todo puede suceder: la guerra de tarifas, la guerra nuclear, el Siglo Chino—o todas las anteriores.
–Gaby Cepeda