↓
 ↓
Jorge Varela y Matthew Rohde

Jorge Varela y Matthew Rohde

Así es como se olvida el tiempo

Exposición

-> 26 oct 2023 – 7 ene 2024

Banda Municipal presenta Así es como se olvida el tiempo con obra de Jorge Varela y Matthew Rohde.

Así es como se olvida el tiempo

Tanto en la obra de Jorge Varela como en la de Matthew Rohde hay un intenso diálogo con la materia. Ambos se comunican con ella de manera íntima y vigorosa para construir formas que dialogan con el tiempo y la finitud, no para desafiarlos ni evadirlos, sino al contrario, para sentir el vértigo pulsante de una acción letárgica, “un retardo” (Marcel Duchamp), para comprometer su hedonismo haciendo de él un consciente y tortuoso presente en su quehacer.

Dicen que el verdadero hedonista es el que sabe esperar. Así, casi sin conclusión, como eterno cambiante, las piezas de uno y otro importan en su evolución y transformación. La forma no llega por agotamiento o por consumación, llega por una necesidad funcional obligada.

Quizás para ellos terminar una obra ya no tenga nada que ver con el arte, y posiblemente por eso se sienten alineados de la pieza terminada, pero no de su proceso. En cierto modo, esta es la maldición del artista y también prerrogativa, ya que esto los devuelve a la tarea en la que idealmente podrían permanecer siempre.

La obra de Varela continúa una tradición americana donde la pintura es pintura y no imagen, es materia y no ilusión. Investiga metódicamente la condición contemporánea del artista alineado de sus materiales (materia prima); casi nostálgico y anacrónico añora los procesos artesanales tradicionales en los que era necesario romper piedras y formular emulsiones para poder pintar. ¿Será que utiliza la pintura como excusa para recuperar el mundo, para dialogar con él?

Pero más allá de los procesos del artista, Varela presenta una serie de pinturas que no pretenden abstraer ni crear o recrear realidades: son una cosa en sí mismas. Unas cosas con piel y color, unas cosas orgánicas, posiblemente vivientes, son también construcciones metódicas donde la pintura se empalma pero no se mezcla, no se ensucia y así cada fragmento mantiene su voluntad, su intencionalidad y su belleza.

Entrenado como escultor y filósofo no parece raro que sus piezas pictóricas sean más que nada objetos que se manifiestan para su estudio. En la obra de Varela no habrá que “presuponer absolutamente nada sobre la realidad percibida” como la fenomenología de Husserl lo indica, habrá que acercarse al objeto y descifrarlo como lo que es.

Maestro del torno y del esmaltado, Rohde se limita a especular sobre la forma, piezas pseudo-utilitarias que evocan objetos que el hombre ha creado y utilizado desde que es hombre. Ollas, cántaros y cuencos torneados a mano y cocidos a alta temperatura (porcelana), piezas que recuerdan a la cerámica escandinava de los años cincuenta por su audacia y elegancia formal.

La virtud de Rohde reside en la sencillez de su trabajo al insistir en una cosa, en buscar la forma ideal o formas ideales, repitiendo un método que, aunque parece siempre el mismo, siempre es diferente.

Rohde es un artifice prolífico que trabajando con cerámica nos muestra una multiplicidad de formas escultóricas. Piezas únicas e íntegras que manifiestan una presencia contundente e individual pero que, al convivir con otras, se multiplica exponencialmente, haciendo que las variantes formales sean ilimitadas por simple posición y acomodo. Ya sea de manera aislada o en conjunto, las piezas de Rohde proyectan una presencia auténtica y pulsante, y en su sofisticación y elegancia cuesta trabajo imaginar que su origen sea la tierra; la tierra manipulada con el vigor de las manos y con la energía del fuego.

— Edgar Orlaineta, curador.