Soledades Fracturadas
Exposición
-> 12 dic 2024 – 23 ene 2025
JO-HS presenta Soledades Fracturadas, una exposición con obra de Andrea Villalón y Kitty Rice.
Inspiradas en el emblemático libro El Laberinto de la Soledad del filósofo y poeta mexicano Octavio Paz, Kitty Rice y Andrea Villalón nos ofrecen su exhibición híbrida titulada Soledades Fracturadas. Este homenaje a Paz parte de la bifurcación de sus propias experiencias de vida. Villalón, nacida en Michoacán, revive la nostalgia descrita por Paz desde Inglaterra. Desde allí, conecta con su identidad mexicana a través de recuerdos que la anclan a su pasado: su infancia en Uruapan y sus estudios en la Ciudad de México. Las imágenes que Andrea Villalón evoca –el cempasúchil, las canoas y la mística y colorida isla de Janitzio– simbolizando el ciclo otoñal que marca el tránsito de los difuntos al inframundo, así como el sincretismo entre el mundo prehispánico y la cristianización. Estas evocaciones dialogan profundamente con la nostalgia que Paz describe, esa tensión entre el anhelo de lo que fue y la confusión ante lo que es. Según Paz, la historia y nuestra clásica añoranza por un sueño mítico definen lo que somos como mexicanos, es más la historia es lo que somos.
Paz planteó que la fiesta, para los solitarios mexicanos, representa un espacio donde nos desplegamos, nos exteriorizamos y nos adentramos en un mundo de moralidad suspendida. En este contexto liminal, las jerarquías se disuelven y la cercanía con la muerte se vuelve lúdica: se llora, se grita, se ríe, se juega e, incluso, se mata. La fiesta, decía Paz, permite trascender al mexicano, conectándolo con la alteridad. Villalón, como mujer mexicana, encuentra resonancia en la descripción de la feminidad que hace Paz. En su obra, al reflexionar sobre Janitzio, Paz escribe: “La mujer encarna la voluntad de la vida, que es por esencia impersonal, y en ese hecho radica su imposibilidad de tener una vida personal.” Para Villalón, esta afirmación refleja cómo su vida en el extranjero, plena y vibrante, la confronta con la otredad. Aunque a veces se siente solitaria, esta misma otredad la libera del peso de una soledad absoluta y la hace añorar un regreso a sus raíces. Villalón cruza el laberinto desde la periferia, mientras el legado de Paz sigue cobijándonos, incluso en el siglo XXI.
Por otro lado, Kitty Rice experimenta una relación distinta con El Laberinto de la Soledad. Desde su posición como extranjera, aborda el texto con una perspectiva globalista londinense. Rice vive su soledad en una gran megalópolis multicultural, lo que le permite habitar la ambigüedad de desear identificarse como inglesa, al tiempo que se disocia del resto de su país. A través de un largo proceso de dibujo observacional y exploración de espacios arquitectónicos, Kitty profundiza en uno de los conceptos clave de Paz: el Don Nadie. Este concepto encarna la ambigüedad del mexicano entre el ser y el no ser. Como menciona Paz, en la tradición mexicana, ante la pregunta “¿Quién está ahí?” es común responder: “No es nadie, soy yo.” Este ninguneo –la existencia de Don Nadie– se despliega en las cantinas, los bancos, las ruinas y el corazón de la Ciudad de México.
Kitty Rice traduce esta idea a través de escenarios en los que sus personajes se diluyen y parecen camuflarse en el espacio, expresando esa dualidad entre lo visible y lo invisible. Aunque desde su perspectiva externa no puede comprender plenamente a Don Nadie, logra visualizarlo, al igual que cada uno de nosotros se ve entre la nada y la alteridad, como parte de un contexto. En su obra, Kitty mezcla su estilo pictórico con la paleta de colores mexicanos, creando pinturas que oscilan entre lo espiritual y lo mundano. Quizá, al final, Kitty se retrata a sí misma como Ms. Nobody.
En una dimensión onírica, Kitty y Andrea vibran entre el caos y el orden de la condición mexicana. La fiesta actúa como el puente entre ambas pintoras: una se conecta con la nostalgia del México profundo, mientras la otra encuentra en esa condición lo trascendental, una experiencia que desarma sus defensas y la acerca a lo que describe como la esencia dionisíaca de México. Kitty observa al país desde una conversación con las representaciones históricas del arte, celebrando la animalidad y desnudando el rígido régimen del orden establecido en los márgenes del laberinto. Su obra nos despoja del control y nos invita a enfrentarnos a nuestra propia condición.
–JO-HS