Ensayo
por Sandra Sánchez
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Hace una década, la pintura contemporánea —en la Ciudad de México— era como el pariente incómodx que llega a la cena familiar sin invitación. Hoy, ni siquiera es novedad: algunas veces asombra, otras pasa desapercibida o incluso llega a ser un poco aburrida. Todo este tiempo, toda esta pintura: 11 años de la Galería Karen Huber es una celebración —exposición— que da cuenta de una transición: la pintura dejó de ser el enemigo fantasmal del arte contemporáneo para convertirse en un medio más.
Desde sus inicios (donde junto con Karen Huber, el papel de Andrea Bustillos Duhart como directora operativa fue muy relevante para construir el pathos del lugar) hasta la actualidad, la galería ha jugado un rol relevante en el ecosistema cultural al declarar de manera abierta que su intención es mostrar, vender y dialogar sobre pintura, esto último en sus HANGOUTS.
Varias exposiciones presentaron por primera vez algo; no porque se introdujera lo nuevo, sino porque la escena local no cesaba de ensayar otros modos de aproximarse a lo pictórico. Experimentación que llegó a su clímax con Paisajes II (septiembre, 2022) de Ana Segovia, donde el muralismo retornó como escenario portátil de un coreografía de Diego Vega Solorza (Ana y Diego trabajaron en colaboración con la investigadora Mariel Vela). En la pieza, los bailarines usaron la pintura para hacer una crítica al macho mexicano, incluso sudaron sobre la superficie del mural, lo cual permitió que dejara de ser fondo para convertirse en elemento entre elementos.
Karen Huber junto con Lulu(2013-2023), Oficina de Arte, Fuego y El Cuarto de los Ojos Sucios fueron los primeros espacios —sostenidos por la misma comunidad, más allá de sus gestores— en donde la pintura brotó lejos de un nacionalismo. En este periodo, no se abanderó una línea de trabajo específica, sino que la pintura se consideró como una práctica abierta a la experimentación y a la multiplicidad: pinturas críticas con el género, pinturas autoteoría, pinturas vibrátiles, pinturas políticas, pinturas conceptuales, pinturas coreografía, pinturas hermosas, también feas —a propósito o de forma involuntaria—, pinturas de flores, plantitas y ensamblajes. Pinturas que entraron al hypedel momento y que son gestos batidos, solipsistas y unipersonales. Pinturas figurativas que no buscan reflejar la realidad sino acentuarla, especularla o desfasarla. Pinturas que son ensayos de filosofía. Pinturas por todas partes.
En Todo este tiempo, toda esta pintura… se presenta el trabajo de 34 artistas que la galería representa, que han colaborado en muestras o que forman parte de la historia de la pintura contemporánea. La amplia diversidad de lo pictórico es sintomática de lo que ha sucedido en la última década. Al inicio, no fue sencillo: poder llegar a celebrar la exposición en Karen Huber implicó un gran trabajo (muchas veces no remunerado) entre una colectividad de artistas, curadorxs, escritorxs, profesorxs, gestores y entusiastas.
El portal se reconfiguró cuando lxs pintores dejaron de sentir vergüenza por querer hacer pintura —y no ser Francis Alÿs o Gabriel Orozco—. Esto estuvo acompañado de una realidad en donde practicar la pintura implicaba no ser tomado en cuenta en el arte contemporáneo. Frente a esa crisis, fue orgánico el proceso de autorganización que llevó a abrir espacios de exhibición y conversación para pensar pintura: no para justificar su existencia con argumentos, sino para hablarla y, al escucharnos, ir trazando y configurando qué conlleva pintar. Recuerdo conversaciones largas y delirantes entre Lucía Vidales, Christian Camacho, Eric Valencia, Roberto Carrillo, Allan Villavicencio, Verónica Vape, Marisol Plara, Cecilia Barreto, Xuty, entre otrxs colegas, donde discutíamos si la pintura era o no un proyecto, si Philip Guston —en sus textos— ya había resuelto el dilema entre figura y gesto; si la superficie no era un territorio de contemplación, sino lo visible de una serie de estratos. De cómo la crítica a la presencia fenomenológica de Jacques Derrida nos ayudaba a postular lo pictórico no sólo como lo que se ve a simple vista, sino como una serie de fantasmáticas y pervivencias (Aby Warburg) que hacían de las piezas un plano de expresión (Gilles Deleuze y Félix Guattari). Fuimos felices.
La conversación sigue. Por ejemplo, hoy en día está abierta a cómo la importación del binario abstracción-figuración no basta para describir nuestras prácticas. O a los modos en que la materia pictórica es un medio de expresión por sí mismo que no necesita —aunque tampoco está en contra de— la validación de un discurso curatorial y académico para decir lo que tiene que decir. Nos sigue dando ternura que ciertos curadores vean discurso antes que pintura; que no puedan abrir sus cuerpos y su percepción a lo pictórico y lo singular de este medio. Curadores que no pueden ver arte sin hacer de la experiencia un fetiche de su propio saber.
También es un festejo el ir viendo cómo se va construyendo, en mutaciones varias, el modo de expresión de cada artista. En Lucía Vidales, el color que no sólo da cuenta de las partes, sino que genera un estallido visual y momentáneo. En Christian Camacho, la posibilidad de introducir la luz bizantina a personajes que forman parte del imaginario especulativo actual. En Eric Valencia, el color que impide el oculocentrismo, que hace delirar en la actualización del pliegue barroco y que lleva a lo háptico. En Merike Estna, el poco pudor del trazo en el lienzo. En Othiana Roffiel, las membranas entre formas; alegorías, ya no símbolos. En Jerónimo Rüedi, el medio que sostiene a un trazo y al lenguaje mismo, sustancia que singulariza la enunciación (significancia, diría Julia Kristeva).
En medio de esta fiesta es importante seguir insistiendo en cuáles son nuestros deseos, problemas, discusiones y anhelos desde lo pictórico. Mantenernos cautelosos frente a la proliferación del medio, que sin duda, muchas veces cae en lo que algunos reclaman: lienzo que proyecta ego, nombre propio y clichés. Si la pintura contemporánea en la ciudad es relevante hoy, es porque abrió y sigue abriendo preguntas hacia su propia genealogía, pero también hacia lo actual, lo urgente y lo que está por conjurarse.
Hasta diciembre de 2025.
Visita guiada con Sandra Sánchez: sábado, 18 de octubre | 1 pm
HANGOUTS
Sesión 2: Miércoles, 22 de octubre | 7 pm. La pintura como medio para pensar, género, cuerpo y memoria. Moderador: Octavio Avendaño. Artistas: Nicole Chaput, Manuela Solano y Edgar Cobián
Sesión 3: Jueves, 13 de noviembre | 7 pm. Posibilidades expandidas de la pintura, Moderadores: Bruno Enciso y Alberto Ríos de la Rosa. Artistas: Eric Valencia, César Rangel, Eva Van Der Horst y Manuel Forte
Sesión 4: Jueves, 20 de noviembre | 7 pm. Cecilia Granara: I paint so I don't kill myself. Moderador: Alejandro Sordo. Artista: Cecilia Granara
Sesión 5: Jueves, 11 de diciembre | 7 pm. La pintura mexicana en la actualidad: identidad y circulación Moderadoras: Mercedes Sáenz y Diana Vega (Lote A). Artistas: Rafael Uriegas y Eugenia Martínez
Publicado el 17 octubre 2025