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Correspondencia sobre 'Politécnico nacional' de Gabriel Orozco en el Museo Jumex

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Correspondencia sobre 'Politécnico nacional' de Gabriel Orozco en el Museo Jumex

por El Cuarto de los Ojos Sucios

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8 min

Hola, Eric.

Espero que tu noche vaya fluyendo, que lxs gatitxs estén más tranquilxs, que te encuentres alegre.

Te escribo para abrir otra correspondencia pública. Aunque en general nuestros envíos versan sobre pintura, lo cierto es que ese tema no deja de circundar otros como la producción de la subjetividad desde la mirada o la performática social ligada alx cuerpx del artista. En fin. Esta vez te escribo para platicar de Gabriel Orozco; fui a su expo en el Museo Jumex y me gustó. Tenía un poco de recelo porque hay tanto dicho del artista que es complejo despejar los discursos para poner el cuerpo y el pensamiento frente a la obra, pero mi primera impresión fue que la pasé bien.

Recuerdo que cuando estudiaba historia del arte decían que Gabriel era el artista más importante del país. El puesto se lo disputaba con Francisco Toledo, quien aún estaba vivo. Según algunos de mis maestros, su hazaña era haber logrado abandonar el lastre de lo nacional para triunfar en el circuito global a partir de situarse en lo local. Diez años después me pregunto: ¿Qué conlleva lo local en medio del libre mercado clasista y racista que no deja de cobrar vidas? Después de graduarme trabajé haciendo notas de arte contemporáneo en un medio que también se llama local. La editora me pedía que escribiera menos sobre los discursos que rodeaban la obra y más sobre los gustos personales de los artistas como sus restaurantes y tiendas de ropa favoritos. Me negué. Dejé de trabajar ahí. ¿Lo local para quién? ¿Para la clase media aspiracional? ¿Para la gente del norte global que puede transitar como nómada digital signando, encareciendo y gentrificando nuestras ciudades? El domingo pasado me levanté con un video de mi amigo Cas que mostraba el desalojo de toda una cuadra de sus vecinos en el Centro Histórico de la CDMX. Sentí impotencia, tristeza y fiereza.

¿Ese local con el que se venden las ciudades es el mismo local de Orozco? Al final del día, uno de mis posicionamientos como escritora de arte contemporáneo es preguntarme sobre la mirada –y por lo tanto sobre la subjetivación– que construye y/o reproduce la obra de arte. Me interesa indagar qué agenciamientos colectivos la atraviesan y qué fantasmas busca activar en lx espectadorx (aunque lx espectadorx se aproxime con los propios).

Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)
Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)

A la muestra fui con una amiga. Nos encantaron las impresiones de hojas de árboles sobre distintos papeles, también sus mesas de trabajo, fotografías y acuarelas. En una entrevista, creo que para Art21, Orozco dice que no le gusta el óleo, que le gusta más el agua, incluso el temple. Vimos el agua y sus desplazamientos sobre la materia. La contemplamos y se sintió rico. Otra amiga que fue antes, me contó que a ella le gustó la superficie saturada de grafito colocada al dar vuelta, casi para salir, en una de las salas. La busqué, vi mi reflejo. Encantamientos de la materia.

Siento que disfruté la expo porque se detiene frente a la vida cotidiana.

Después del subidón de serotonina que me produjo su estética de papelitos, fotografías, mesas y detalles –mezcla de papelería con puesto de La Lagunilla–, llegué a la conclusión que lo que me atrae de su producción es que enmarca los materiales desde una peligrosa armonía que hace creer que el mundo es así. Pero en realidad ese embellecimiento –que es real– no es lo cotidiano tal cual, porque en lo cotidiano no sólo está lo bonito y lo espontáneo, también está el despojo, la desaparición forzada, el culto al falocentrismo, el odio hacia las mujeres, el narcotráfico esclavizando a la clase con menos recursos, el clasicismo, el racismo y la gentrificación que inventa lo local para luego devorarlo. Esa belleza es una fantasía –no un universal: no hay universal–, una declinación que termina por esencializar una idea que se corresponde con una forma, la cual sólo tiene lugar (y sentido) en la subjetivización y valoración de una producción artística que circula por la galería, el museo y otros espacios donde la blanquitud está conforme con ello; una lógica insostenible para la mayoría.

Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)
Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)

No voy a negar que Orozco me causa cierta fascinación, pero mi intención es cuestionar el modo en que recibimos sus obras como una acción, un acomodo o una imagen bonita, incluso ingeniosa y sorpresiva.

En su producción temprana no hay realmente una actualización de la flânerie (el flâneur sale a caminar sin destino y también sin querer comprar nada¹) porque la atención contemplativa, casi demiúrgica, sí tiene un fin: el momento de exhibición y circulación de la obra de arte. Específicamente, creo que su operación consiste en centrar la mirada en el ensamblaje momentáneo, olvidando el territorio en que se sitúa. Por otro lado, en su vuelta a lo nacional tampoco hay una crítica o una postura clara frente a lo que acontece en México, sólo una circulación bastante aburrida de íconos que operan como fantasmagorías fetichistas que presentan lo local como adorno y espacio inoperante: una estetización de la política. Y sí, en un principio me gustó la exposición, detenerme en los detalles y en el tiempo de lo bello que va inventando con sus pequeños gestos, pero me declaro en detox de esa manera de mirar. Después de platicar contigo ese gusto tomó posición y se declaró en crítica consigo mismo. Gracias por aceptar, a partir de esa conversación, abrir esta correspondencia (de un sólo envío público :(, por la cantidad de caracteres).

Abrazos,

S.

Hola, Sandra.

Muchas gracias por la invitación a participar en esta conversación. Debo confesar que fue muy emocionante visitar la exposición y ver en vivo, por ejemplo, la caja de zapatos [Caja vacía de zapatos, 1993]. Como estudiante de arte a inicios de la década de los dosmiles, mi educación estética (y me atrevo a decir que la de toda mi generación) estuvo muy influenciada tanto por su obra como por su figura de artista global.

Gabriel Orozco, Empty Shoe Box (Caja vacía de zapatos), 1993. Cortesía del artista y Marian Goodman Gallery, Nueva York/París/Los Ángeles
Gabriel Orozco, Empty Shoe Box (Caja vacía de zapatos), 1993. Cortesía del artista y Marian Goodman Gallery, Nueva York/París/Los Ángeles

Coincido contigo en que esta imagen de lo cotidiano que Orozco construye en su obra es tan fascinante como problemática y comparto la constante sensación (¿cómo llamarla?, ¿sospecha?, ¿desconfianza?) que acompañaba cada “subidón de serotonina” que me produjeron muchas de las obras.

Me gustaría esbozar algunas ideas con ánimos de darle consistencia a esta sospecha y compartirlas contigo.

Podríamos comenzar preguntándonos: ¿Cómo ver una exposición de museo de un artista que ha colaborado en proyectos culturales de carácter público tan controvertidos como el Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec²? ¿O realizando obras como las pinturas que se incluyeron en su más reciente exposición en kurimanzutto, titulada gabriel orozco donde, en palabras de Irmgard Emmelhainz “ratifica la forma del discurso oficial y de los valores colectivos que lo conforman”³? ¿Será que sus actividades como agente cultural y como artista pertenecen a ámbitos distintos o, por el contrario, comparten algún tipo de vínculo más allá de su autoría? ¿Se puede ver una cosa ignorando a la otra?

Desde sus primeras fotografías, me da la impresión de que Orozco está en la búsqueda de pequeños fenómenos escultóricos que suceden en las situaciones más comunes, como el movimiento de la cola de un perro o en la huella que deja el aliento en una superficie pulida. De estas observaciones, concluye que hay una serie de cualidades mínimas que podríamos agrupar en:

*Formas mínimas (el círculo, la cuadrícula).

*Fuerzas mínimas (la presión del cuerpo, el desgaste, el recorte).

*Reglas mínimas (la repetición, el reflejo, el movimiento del caballo en el ajedrez).

Es como una especie de atomismo material (incluso así se llama una de sus series emblemáticas: Los Atomistas): cada variación de estas cualidades va a producir una forma diferente, una obra de arte diferente. Y hasta aquí, no siento ningún pudor en sentirme totalmente arrebatado por la belleza de muchas de sus obras.

Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: por Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)
Vista de la exposición “Gabriel Orozco: Politécnico Nacional”. Museo Jumex, 2025. Foto: por Gerardo Landa y Eduardo López (GLR Estudio)

Lo que me parece sumamente problemático es que este atomismo cuando “sale” de la galería –de su ámbito poético o abstracto– y se instala en un territorio en pugna (como los ejemplos que mencionaba antes) tiene como resultado un borramiento de cuestiones socio-políticas, ecológicas, económicas y un largo etcétera del que están inevitablemente atravesados.

Mi gran sospecha es que estas decisiones afectan retroactivamente toda su obra ¿Cómo? Una primera idea que podríamos ensayar en el acotado espacio de este intercambio epistolar es que el atomismo de la obra de Orozco es la estrategia formal y conceptual que le permite al mismo tiempo “ser artista mexicano, pero también ser artista del mundo”⁴. Es decir, es la vía por la cual consigue alcanzar esta pretensión de universalidad: tratando lo local como forma o como poética, no como ética ni como política. Como si cualquier cosa pudiera estar en cualquier parte.

Me pregunto si no será que la premisa que subyace al mito de lo cosmopolita es la de el local tratando lo local como un turista. Y ver desde ahí las fotografías icónicas de los noventas de Orozco da mucha tristeza.

Espero que estés muy bien y que tengas una noche tranquila.

Abrazos,

E.

1: Anna Mª Iglesia. La revolución de las flâneuses. WunderKammer, 2019.

2: https://cultura.nexos.com.mx/chapultepec-o-el-precio-de-la-desolacion-carta-a-gabriel-orozco/

3: https://artishockrevista.com/2024/03/14/humanismo-mexicano-gabriel-orozco-en-kurimanzutto/#_ftnref11

4: https://www.art-it.asia/en/u/admin_ed_itv_e/6pt3srdjvidyoy7okb5x/

Publicado el 27 julio 2025