Reseña
por Juan Ki Buenrostro
en el MURA
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Imagina que caes, pero no hay tierra.
— Hito Steyerl, “En Caída Libre”, 2010
Provocar futuro. Considere opciones. No forzosamente sobre desastres. Desenlaces que irán desde la última vez que será usted ante algo que le signifique. Continúe así hasta colocarse en una ausencia a gran escala. No sólo fantasee con la conclusión de sus relaciones –sensibles o intelectuales, afectivas o sutiles–, puede ser cualquier tipo de gestos de mutua correspondencia. Comience desde algo íntimo, algo que le sea sólo suyo: una señal en la calle que le recuerde a dónde va, un anuncio entre pistas musicales, una fotografía o un video recurrente en el celular.
Crezca de la familiaridad hasta lo desconocido. Vaya a la construcción de ciudades, siga hasta la evanescencia de naciones y continentes. Prosiga al mundo y a la atmósfera. Tiente el espacio junto con todos sus cuerpos planetarios y fenómenos astronómicos, llegue más allá: destruya la Vía Láctea. Su pensamiento disipa todo en el universo. No se lamente sobre la pérdida de lo que a usted le importa. No es egoísmo, sólo que, en comparación con todo lo demás, somos muy poco.
La ficción de un suceso que nos llevará a nada. ¿Cómo será la extinción del cosmos? ¿Qué habrá de irse primero? ¿Ocurrirá rápido? ¿Y si duele? ¿Y si no es así? ¿Y si nadie se da cuenta? ¿Y si se siente igual que siempre?
Pudo ser el fin. Sin embargo, no lo es. Describo las imágenes que la artista tapatía Ariana Díaz (me) despierta en Recolectar a Florecer, exposición en el Museo Raúl Anguiano (MURA), la cual inauguró el 02 de febrero del 2025 y concluirá el 16 de abril. La muestra está compuesta por diez obras, las cuales son primordialmente pintura como Fábula para el día de mañana I, II, III, aunque también hay instalación, véase Tensión, y una colaboración sonora con Sarah Monroy. La curaduría es de Florencia Pardo y el texto de Aldo Arellano Paredes.
Esta exhibición proviene del análisis de Primavera Silenciosa (1962) de la bióloga marina estadounidense Rachel Carson. El libro investiga cómo el paisaje sufre transformaciones importantes a partir de procesos de desplazamiento de especies endémicas como aves por intervenciones comerciales ligadas a temas inmobiliarios, así como fracturas causadas por crecimientos industriales.
La artista tapatía no habla, como tal, de algún desastre nuclear, de la llegada de algún ser de otra galaxia en los últimos días de nuestro cosmos por una explosión o de un virus proveniente del (mal) trato de enfermedades avícolas. Díaz propone una inversión en la cual los ecosistemas y sus habitantes desplazados recuperan sus territorios.
De acuerdo con una entrevista realizada el 06 de abril del 2025, Ariana comenta: “La exploración de la luz es la parte principal de mis trabajos instalativos y, justo, de allí es donde viene mi experiencia.” Lo relaciono con su formación como artista visual y su especialización en fotografía. Prosigue: “...las búsquedas para entender la luz trazadas a un espacio son de mis principales intereses, entender que estamos estimuladxs todo el tiempo con su afectación y de esa manera disponemos de la energía y el funcionamiento del día”.
En este imaginario post-apocalíptico, Díaz empuja los dispositivos expositivos a una ruina: horizonte donde predominan azules y naranjas que se combinan con tonos púrpuras provenientes de las piedras y con escalas de grises producto de muestras de metales y otros materiales inestables. Es notorio remarcar que los elementos no poseen una naturaleza accesoria, sino que son, al mismo tiempo, herramientas y objetos escenográficos. Muy en el espíritu de Hito Steyerl, dentro de esta propuesta museográfica, el sonido y la luz fungen como lenguajes para crear una distopía.
Presenciar la obra sonora de Monroy con la intervención lumínica y las pinturas e instalaciones nos permite ver la exposición como un mecanismo vivencial, estrategia expositiva que resuena con el trabajo de otros artistas como Olafur Eliasson o James Archie Turrell. De acuerdo con Ariana, la participación de Monroy, “fue una necesidad de escuchar contaminantes que en esa hora del día se cruzan con el paisaje natural”. Ello abona a la reflexión sobre “cómo re-habitamos la posibilidad del entorno ante la urgencia de nuestros ecosistemas vigentes”.
Las instalaciones de Ariana incluyen parabrisas rotos, piedras de diversos tamaños y residuos de mallas metálicas. En Florecer o Sucumbir ante la dureza de las piedras II, ambas del 2025, estos elementos fueron rescatados. En los paisajes de (des)hechos todavía resisten algunas flores, como lo refleja Recolectar a Florecer, hecha con etilvinilcetato, acrílico y vidrio soplado. Sobre este punto, Díaz comenta: “todos estos materiales son recuperados. Y están aquí con el interés de que puedan crear otros ecosistemas. No utilizar la materia nueva, sino activar y posibilitar lo que ya tenemos a nuestro alcance”. La vulnerabilidad compartida interespecie reafirma la responsabilidad que poseen las comunidades sociales con sus miembros, así como el compromiso con las especies con las cuales conviven.
Vuelvo a una incitación. No es una advertencia, sólo una posible opción. Provocar futuro. Pudo ser el fin y lo es.
Publicado el 12 abril 2025