La hora exacta del atardecer
Exposición
-> 6 may 2023 – 12 ago 2023
Aparador Monterrey presenta La hora exacta del atardecer de Pamela García Valero.
Estoy obligado a la transformación continua, pues el mundo no deja de crecer y de volverse verde.
Claude Monet, correspondencia a Gustav Geffroy
Pamela García es una artista de Monterrey que vive, de hecho, muy, muy cerca de sus montes. Muy. Una caminata breve la arroja, casi a diario, a las faldas más inmediatas del Cerro de las Mitras en su cara sur, y más precisamente, a la llaga muy abierta de una amplia pedrera abandonada cuya terrible geometría ha procesado también a través de su dibujo. Las piedras son afiladas y el entorno, destruido más que construido, se siente antiguo por desolado, y bellotriste como una ruina.
Más que las vicisitudes del hacer una obra con relación al paisaje, lo que llama la atención del trabajo de Pamela García es la proximidad, tanto espacial como temporal, a los elementos. El a unos pasos de y el día tras día. Durante la visita para hablar sobre este texto, nunca me di cuenta del momento en el que tomó la cámara de camino a la pedrera. De repente escuché el clic del obturador una y otra vez y no fue hasta que estuvimos de vuelta en su hogar, que pude darme cuenta de que estas fotografías, que capturan el aspecto de la pedrera por temporadas, han aparecido en su obra de forma continua. Arbustos, ramas, hojas, piedras y senderos ocupan su trabajo de manera insistente y sobre todo, de forma secuencial y sistemática: les vemos en publicaciones, álbumes y series e incluso en un cubo de Rubik y una baraja/oráculo que han sido producidos entre el gigantesco repertorio de imágenes que su constante peregrinación a las Mitras ha generado.
En esta exposición encontramos un conjunto de pinturas de distintas dimensiones cuyo arreglo no pretende otorgarnos una vista panorámica o un reconocimiento del terreno. En su fidelidad a lo múltiple, su intención no es el muestreo de corte naturalista, sino el dar fe de la continuidad de la mirada cuando ésta se vierte en ciertas operaciones. ¿Cuáles? En primera instancia, las de la pintura que debe ser pintada, lo cual ocurre en un tiempo; y en segunda, el rencuentro con la vegetación de la pedrera postsequía, lo cual ocurre en otro. En el primer caso, que considero también el más presente, podemos seguir a García en una práctica casi impresionista cuyo verdadero compromiso está en la mutualidad del color y el pulso de las aplicaciones. Una pincelada que en ocasiones se comporta como una dirección y en otras como las intersecciones de un patrón; una partícula dinámica o un movimiento en pausa. La compatibilidad resultante es la de un cierto tipo de barrido como forma predominante para el conjunto, lo cual revela nuevamente un vínculo más cercano a las tradiciones del color field, y en segunda instancia, del zoom-in fotográfico, que a la pintura de paisaje.
La última pieza en la muestra, un arreglo colgante de cuentas verde jade, transporta nuestras resoluciones a otro sitio, salvaguardando únicamente sus aspectos constitutivos: atomizada, la serie se ha convertido en cadena, y la vegetación, en elementos de una ornamentación vítrea. Esta delicada estructura articulada a mano, reafirma ciertos signos para la obra de Pamela García. La aparición de un conjunto seriado cuya organización pareciera querer mantenerse en la economía de los fragmentos: gestos mínimos cuyo placer es el de ocultarse detrás de la variación también mínima de sus formas. En este sentido, esta variación deviene también una paradójica complicidad con la repetición; un gusto secreto por la confusión entre lo singular y lo general capaz de hermanar con cautela la hora exacta del atardecer visto desde las Mitras durante abril y la forma promedio de todas las hojas de todos los helechos que crecen y mueren entre sus rocas.
– Christian Camacho