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Kiyoshi Nakagami

Colector presenta la primera exposición del artista Kiyoshi Nakagami en América Latina, una muestra que reúne una selección de pinturas recientes bajo la curaduría de Josephine Dorr.

Kiyoshi Nakagami (1949, Shizuoka, Japón) es uno de los artistas más respetados de su país. Su obra forma parte de las colecciones del Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio, el Museo de Arte Moderno de Osaka, el Museo de Arte Moderno de Yokohama, el Museo de Arte Moderno de Kamakura & Hayama, y la Galería de la Prefectura de Kanagawa, entre otras instituciones.

Poética de la sombra

Existe un deseo transtemporal en los seres vivos de ver la luz y en los pintores, un anhelo insaciable de representarla. Kiyoshi Nakagami ha dedicado su vida a la búsqueda de la luz verdadera en pintura.

En sus cuadros emerge de las tinieblas un destello hipnótico cuya naturaleza conserva una cierta ambigüedad. Un intenso diálogo de luz y sombra hábilmente orquestado.

A lo largo de tres décadas, el artista ha perfeccionado una técnica única a través de un manejo alquímico de la materia. Vierte el pigmento y la mica sobre estratificaciones oscuras y juega con la gravedad para obtener variaciones de ondas doradas que se expanden sutilmente. El valor del contraste producido por las densidades de sombra permite la aparición de la luz en todo su esplendor y profundidad. Cada pintura vibra, cargada de energía, como si emitiera físicamente una luminiscencia.

Aunque las formas que se desprenden de la oscuridad insinúan cielos, montañas o cascadas, representar la realidad no es el objetivo del pintor. Lo que busca Nakagami es la presencia de una luz fundamentalmente pictórica y a la vez, espiritual y filosófica. El artista, interesado en la exploración de la conciencia y en particular en las teorías de Jung, facilita una contemplación meditativa que suscita la introspección. 

La obra también evoca una luz que viene de muy lejos, de los principios del mundo. El punto nodal radiante actúa como “el lugar de la cosmogénesis”, como lo describiría Deleuze: el centro originario de donde brota el universo, el comienzo de todo. Parece que Nakagami logra suspender el momento sublime en el que la nada acogió al primer baile de los átomos y nacieron los elementos.

Destaca la capacidad del pintor para esculpir la sombra y crear imágenes que fomentan una intercomunicación entre su interioridad, la nuestra y lo inconmensurable del abismo.

Poética de la sombra invita al público a navegar los límites entre percepción, reflexión y espiritualidad a través de una experiencia sensorial potencializada por una instalación sonora de sitio específico diseñada por Morrigan Z + Espctrl.

— Josephine Dorr