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pudor espiritual: Aldo Álvarez Tostado en Casa Cristo

Reseña

pudor espiritual: Aldo Álvarez Tostado en Casa Cristo

por Gabriel Sánchez-Mejorada

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Tiempo de lectura

5 min

Debo iniciar este texto asumiendo el sesgo que conlleva el cariño que le tengo a Aldo Álvarez Tostado. Nos conocimos hace casi cinco años y, desde entonces, he tenido la impresión —quizá mutua— de que conversamos en torno a lo que nos interesa desde la creación: el cuerpo, el paisaje, la identidad y la manera en que el deseo escribe sobre nosotras y nuestros espacios. Por eso, pudor espiritual no es para mí una exposición que simplemente visito: es un territorio que atravieso con afecto y con la consciencia de que la sensibilidad también es una forma de conocimiento, de conocernos.

pudor espiritual se exhibe en Casa Cristo, ese edificio que Barragán diseñó a espaldas del Sanborns de Avenida Vallarta, en Guadalajara. Desconozco cuál de las dos construcciones llegó primero —supongo que Casa Cristo—; esa vecindad me llama la atención. Si pudiera tomar un plumón e intervenir Escritura sobre la pared (2025), la pieza que Álvarez Tostado instala como gesto in situ, anotaría que Barragán tenía dieciséis años cuando abrió el primer Sanborns en la capital. Y que, décadas más tarde, levantaría una casa que queda justo a contraesquina de un espacio comercial que para algunos funcionó —¿o funciona todavía?— como umbral del encuentro discreto: los baños y los pasillos dondelas miradas pueden convertirse en invitación. Y justo ahí, detrás de ese escenario, aparece la casa de uno de los arquitectos más importantes de México, construida desde una sensibilidad que, sin afirmarse explícitamente, es completamente legible.

Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce
Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce

Pensar en este cruce entre ciudad, deseo, arte y arquitectura me recuerda a Adonis de El vampiro de la colonia Roma (Luis Zapata, 1979), quien también aparece nombrado en el muro de Escritura sobre la pared. No por su mito, sino porque su historia apunta a un patrón reconocible: tanto los baños del Sanborns, en la colonia Roma, como los de Vallarta, fueron durante años espacios donde la homosexualidad encontró un resquicio para el encuentro. Esos lugares no son simples escenarios –ya que configuran una parte muy concreta de la historia homosexual en México, misma que Aldo recoge–, también son arquitectura: del deseo, del riesgo y del cruce. Pero no estoy aquí para hablar del Sanborns.

Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce
Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce

En la entrada de Casa Cristo hay un arco de tablaroca que divide el espacio, como si completara una construcción que Barragán quizá había imaginado. Sobre esa superficie aparecen frases, dibujos y palabras grabadas que asemejan a los rayones de los baños donde el deseo se anota a escondidas. Pero en lugar de números telefónicos o frases sin pudor, lo que se escribe aquí es la historia paralela del cine queer, de la cultura pop gay y de las yuxtaposiciones que a Aldo le interesan para pensar la historia del siglo XX: el nacimiento de Luis Barragán en 1902, el inicio de la escritura de Maurice de E. M. Foster en 1913, el primer caso detectado de VIH en 1984, el lanzamiento de Por amor, de Thalía, en 1995 y la publicación del Manifiesto contrasexual de Paul B. Preciado en el 2000, sólo por mencionar algunos de los acontecimientos inscritos en la tablaroca de este muro especulativo.

Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce
Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce

En el recorrido interior, una puerta cubierta con hoja de oro lleva la palabra “puto” escrita a mano, con la rudeza de quien graba algo con una llave o una moneda. En la biblioteca y el baño, Aldo transforma las ventanas en vitrales, retomando la iluminación colorida que Barragán utilizó para bañar los espacios con la luz del día. En la terraza, una escultura muestra a dos hombres, uno sosteniendo al otro, en una clara alusión a La Piedad de Miguel Ángel. Y más adelante, otra pieza —de varillas soldadas con velas en las cabezas y los genitales— sugiere el encuentro entre tres cuerpos. No hace falta que lo confirme: sucede en la mente del espectador. Esa es la provocación que hace Aldo, directa pero poética, donde el cuerpo y el deseo se piensan desde la forma y el gesto.

Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce
Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce

La exposición trabaja desde capas superpuestas: la memoria íntima, el archivo urbano, el rumor, el cine queer, las escrituras privadas de Barragán y las derivas del artista que busca vínculos más que definiciones. Lo que el artista presenta no es un homenaje, ni un comentario histórico, ni una operación arqueológica, es algo sensible, pero incisivo: un ejercicio de encuentro entre ideas, acontecimientos, personajes y subjetividades. Una aplicación del encuentro, que no es Grindr, y que más bien deja que las conexiones se produzcan en la fricción entre imágenes, palabras y expresiones.

Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce
Pudor espiritual, Aldo Álvarez Tostado, Casa Cristo, Guadalajara. Cortesía del artista. Foto: Agustín Arce

Lo que más me interesa de esta exposición es que no representa la historia de un arquitecto, ni del cine, ni de una comunidad. A través de la instalación, el video, el diseño sonoro, la escultura y otros medios, lo que hace es ficcionar, especular e inscribir esas historias en los muros, en los puentes visuales y en las referencias cinematográficas que convoca. En ese sentido, pudor espiritual elabora lo que el New Queer Cinema hizo por el cine: buscar en las grietas pequeñas escenas de resistencia, placer y subjetividad expansiva.

La gramática del arte sacro y religioso en diálogo con las disidencias sexuales y la arquitectura de Barragán configura un mapeo de relaciones que expande las lecturas posibles sobre nuestra realidad. “Primero amaré al mundo, y luego amaré a Dios”, dijo apenas la Rosalía en LUX, y me atrevo a citarla a ella y no a alguien más porque tiene que ver con esto: con lo terrenal, lo cercano, las calles, los cuerpos, las historias que escribimos en —y desde— el mundo en que habitamos. Tal vez de eso se trate: de volver al mundo antes de buscar explicaciones más grandes.

Gabriel Sánchez-Mejorada

Publicado el 23 noviembre 2025