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Un largo adiós a las telenovelas: Melodrama en Unión

Reseña

Un largo adiós a las telenovelas: Melodrama en Unión

por María Emilia Fernández

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Tiempo de lectura

8 min

Las telenovelas estaban prohibidas en mi casa. Nada de comer o hacer la tarea viendo dramas de la vida real, llenos de pasión y violencia desenfrenada. Tanto mi madre como mi padre las consideraban prácticamente nocivas para la salud, aún así confieso haber visto más de un capítulo a escondidas, embargada por una mezcla de morbo y curiosidad. No dudo que esas escenas hayan tenido un impacto en mi educación sentimental; para muchos fueron toda una escuela emocional. ¿Cómo se ve el enojo? ¿Cómo se escucha la tristeza? ¿A qué sabe el desencanto? Y, por supuesto, ¿cómo se reconoce al amor de verdad?

Sin duda, le debemos mucho a la tradición melodramática en los medios de comunicación (películas y telenovelas, pero también historietas, canciones en la radio, comerciales y anuncios publicitarios), pero no creo que sea poco lo que quisiéramos poder desechar de nuestro inconsciente. La pantalla es un escenario donde toman forma los imaginarios colectivos, donde se formulan y representan muchas de las expectativas y deseos de la sociedad. Sin embargo, también es ahí donde se han reforzado los valores y estructuras del patriarcado, como los roles de género y el amor romántico. Melodrama, exposición organizada por Juan Pablo Ramos en Unión, reúne trabajos recientes de 17 artistas que buscan formas de renegociar y relacionarse con este legado. La muestra presenta obras de una generación nacida (en su mayoría) a principios de los años 90, que fue testigo del declive de las telenovelas, algo así como el comienzo del fin de su época de oro, en la que prácticamente conquistaron el mundo.*1

Esta distancia generacional se ve reflejada en pinturas como La gritona (2020), de Anais Vasconcelos. La pieza retrata un momento clave de la telenovela María la del barrio, donde la villana, Soraya Montenegro, encuentra a su adorado Nandito besando a Alicia, conocida como “la maldita lisiada”. La escena no sólo fue memorable en su momento, sino que el grito enajenado de la actriz Itatí Cantoral se volvió un meme por derecho propio, una versión ultra endulzada de sí mismo. La obra de Vasconcelos inmortaliza esa cara desfigurada por el desprecio, pero la resignifica a través del medio pictórico. Al representar un cuadro dentro de una secuencia televisiva con tanta seriedad, en un estilo que recuerda al expresionismo alemán, La gritona nos permite reflexionar sobre el peso o la influencia de ciertas imágenes sobre otras, sobre todo en la historia del arte.

La gritona. Anais Vasconcelos. 2020. Foto: María Emilia Fernández
La gritona. Anais Vasconcelos. 2020. Foto: María Emilia Fernández

La exposición presenta obras con sensibilidades que pueden considerarse cursis, kitsch, camp o queer. Estos conceptos permiten concebir formas de subalternidad dentro de la cultura pop, según Paul B. Preciado, “aparecen en el discurso artístico como parte de un dispositivo de vigilancia más amplio capaz de definir las fronteras de lo natural y lo original, pero también como instrumentos de diagnóstico moral o clínico capaces de detectar la perversión y la desviación.”*2 Como tales, “señalan todo aquello que excede la figura masculina del hombre heterosexual blanco y viril."*3 En este sentido, lo melodramático se vuelve otra forma de criticar al patriarcado y dislocar la norma de un género que, durante décadas, marcó la cultura de masas en América Latina.

Por ejemplo, algunas piezas retratan a personalidades mediáticas consagradas en vida, como Jaime Maussan o Juana Judith Bustos Ahuite, mejor conocida como la Tigresa del Oriente, mientras que otras traducen, mediante el óleo o con colores prismacolor, escenas de películas y programas televisivos. Por su parte, la veladora de Chino Solís hace referencia a la muerte de la cantante Jenni Rivera, quien cenó en un Oxxo antes de abordar el avión que se estrellería la noche del 9 de diciembre de 2012. Retacada de glutamato monosódico y parafina, la Maruchan de camarón cobra aquí una solemnidad dudosa, volviéndose una especie de reliquia infame que nos acerca al ícono de la banda sinaloense. La otredad de los “estilos” o estéticas melodramáticas en la exposición se vuelve una forma de cuestionar o revalorar lo que tradicionalmente se ha menospreciado como baja cultura, transformándola con sentido del humor e ironía.

Veladora Jenni Rivera. Chino Solís. 2019. Foto: Onda MX
Veladora Jenni Rivera. Chino Solís. 2019. Foto: Onda MX

Still de Sí, señor. Abiagail Reyes. Video, 2014-2015, Cortesía de la Colección Mario Cader-Frech y la artista.
Still de Sí, señor. Abiagail Reyes. Video, 2014-2015, Cortesía de la Colección Mario Cader-Frech y la artista.

La selección de obra se caracteriza por su ambigüedad con respecto a las telenovelas y la televisión en general: no queda claro si los artistas se decantan por la parodia, la crítica o el homenaje, o una mezcla de las tres. Quizás la obra que presenta una postura más abiertamente crítica es Sí señor (2014-2015) de Abigail Reyes (ver el teaser aquí), que pone en evidencia cómo los culebrones han fomentado el carácter sumiso y servil de las mujeres. El video presenta escenas donde personajes femeninos responden afirmativamente, incapaces de expresar cualquier desacuerdo ante los hombres y las figuras de autoridad. La pieza me despierta una combinación de rabia muda e indignación, difícil de olvidar. La pregunta implícita es: “¿Cómo no replicar conductas que hemos visto una y otra vez?”.

Pero el video de Reyes es la excepción a la regla, pues pareciera que los artistas, empoderados por otras historias y contenidos televisivos, no tuvieran la urgencia o la necesidad de condenar tajantemente las producciones melodramáticas. Otras piezas adoptan una estrategia distinta, como es el caso de la obra de Jose Castañeda Lepov. Él exhibe el detrás de cámaras de las telenovelas, dejándonos ver una hoja del guion de Cuna de Lobos dibujado a mano, donde se pueden leer los diálogos de Ámbar. Subrayados con amarillo, como si pertenecieran a la actriz, sus líneas y las direcciones de escena nos permiten apreciar el drama en su máximo esplendor, aunque conservando una distancia más bien analítica.*4

Ámbar. Jose Castañeda Lepov. 2020. Foto: Onda MX
Ámbar. Jose Castañeda Lepov. 2020. Foto: Onda MX

Captura de pantalla del cartel del performance de Santiago Muedano
Captura de pantalla del cartel del performance de Santiago Muedano

Otro caso es el de Santiago Muedano, quien hace gala de sus dotes melodramáticas al llorar en un live stream de Instagram. Muedano hace referencia a Bas Jan Ader, quien en 1971 documentó su llanto inconsolable en una serie de fotografías y una película muda en blanco y negro. Bas_jan_ader_REMIX.mp4 (no es que esté demasiado triste para decirte, pero últimamente estoy harto de mi propia voz) (2019) retoma este gesto, pero sin el tono confesional del título de Ader. El suyo es un performance que no pretende apelar a la tristeza genuina o al chantaje del espectador, sino que escenifica abiertamente al hartazgo que muchos sentimos ante la presión de comunicar y representar constantemente nuestros estados de ánimo en las redes sociales. Su propuesta parte de poder nombrar esa sensación y ese descontento para comunicarlo a un público sin tener que pasar por un guion de Televisa.

Al hacer un repaso por la exposición, me doy cuenta de que el problema con las telenovelas no es sólo sus historias o cómo se cuentan, sino que parecen ser las únicas posibles, o las que han imperado al grado de invisibilizar a todas las demás. Hoy en día existen muchos otros canales de expresión individual, y quizás las telenovelas estén perdiendo fuerza precisamente porque ya no son las únicas historias que se cuentan, ni la televisión el único medio que valida nuestros deseos y expectativas. Desde este punto de vista, el melodrama deja de ser una peligrosa amenaza para nuestra inteligencia emocional, dando paso poco a poco a lecturas irreverentes, nostálgicas o incluso tiernas de la cultura pop televisiva.

Melodrama hace pensar que las siguientes generaciones apuestan por la erosión natural de las telenovelas, por una pérdida lenta y constante de su hegemonía y control sobre la sociedad. Si la muerte del melodrama es por causas naturales, entonces puede ser celebrada con colores pastel y una larga fiesta de despedida, o con exposiciones como esta.

La exposición puede visitarse con cita hasta el 13 de agosto de 2020 y participan Abigail Reyes, América Gonzalez, Ana Armitage, Anais Vasconcelos, Chino Solís, Daniloween, Edrey Cortés, Enrique López Llamas, Fernanda Acosta, José Castañeda Lepov, José María Candas, Museo de la Corrupción, Nicole Chaput, Santiago Mora, Santiago Muedano, Víctor Alvarado, Zyanya Arellano.

Vista de instalación, Melodrama, Unión, 2020. Cortesía de Unión
Vista de instalación, Melodrama, Unión, 2020. Cortesía de Unión

*1 Difícil competir con el furor causado en países escandinavos y de Europa del este por telenovelas como Cuna de lobos (1987), Simplemente María (1989) o María Mercedes (1992). http://www.cronica.com.mx/notas/2018/1070534.html

*2 Gracias a Juan Pablo Ramos por la recomendación de este texto. Paul B. Preciado. “La Ocaña que merecemos. Campceptualismo, subalternidad y políticas performativas” en Ocaña 1973-1983: acciones, actuaciones, activismo. Barcelona: Institut de Cultura de l’Ajuntament de Barcelona, 2011, 77-78.

*3 Ibid, 82.

*4 El melodrama como género se caracteriza por contar historias basadas en las crisis domésticas –reflejo del panorama nacional – que buscaban condensar todo el drama y el suspenso posibles dentro de un microcosmos familiar.

Publicado el 6 agosto 2020