Temporeros, jornaleros, grafiteros: ¿qué fotos tomaría usted en la ciudad interminable? Gibrán Turón en Proyectos Monclova
por Verana Codina
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Gibrán Turón presenta Éxitos humildes, su más reciente exposición individual, como parte de El dilema de unir los puntos, una serie de curadurías del artista Néstor Jiménez para Proyectos Monclova. El artista, en su acento nayaritense, un tanto satírico, me introdujo a su muestra con la frase: “Fui como una especie de jornalero del grafiti”.
Un jornalero es aquel que ofrece un servicio a cambio de una remuneración por unidad de obra, por día, por jornal. Sin tener en cuenta el tiempo empleado en su realización, el jornalero intercambia su oficio indiscriminadamente. Pienso inmediatamente en la posibilidad de este acuerdo como un canje, en donde a veces el monto establecido llega a ser tan bajo que el trabajo se vuelve casi un trueque.
De forma parecida a este modo de operar, el artista e ilustrador comenzó a explorar la pintura mural, la callejera. Durante el recorrido, Gibrán contó cómo en un inicio, cuando decidió brincar del papel al muro, emprendió la proeza de salir a las calles calurosas de su natal Tepic para pedirles a sus vecinos un pedazo de pared, de parcela. Ellos aceptaban el intercambio con tal de suplir los rayones y desaliñados grafitis por un dibujo de su agrado que decorara sus roídas fachadas. Poco a poco, el artista fue acumulando un catálogo de motivos e imágenes que sirvió como carpeta de muestra para sus próximos clientes, así como para formar un archivo personal de referencias que pronto fueron consultadas y retomadas en su propio repertorio visual y narrativo.
Y es que esta conexión con las calles no empieza ni termina aquí. El banco de referencias, que no se limita exclusivamente a imágenes, ya que también se cuelan el lenguaje escrito y el hablado, proviene, a la vez que ocurre, en el intercambio barrial: el callejoneo.
La hora de la identidad acumulativa - ¿qué fotos tomaría usted en la ciudad interminable? es el título de una crónica del periodista Carlos Monsiváis, quien, con su ácido y acertadísimo humor, describe una serie de imágenes icónicas que representa la esencia popular del antiguo Distrito Federal: un concierto en la Raza, un Viernes Santo en el viacrucis de Iztapalapa, una alberca rebosante en algún balneario durante Semana Santa, una celebración de fútbol en el Ángel, un vagón del metro en hora pico, etc. Así como Monsiváis, Gibrán también se interesa por la ubicuidad de la calle y el intercambio que se da entre sus habitantes, valiéndose de encuentros que él mismo presencia en su andar. “No se bese con el compadre” y “Si está borracho no maneje” son algunas de las frases que el artista colecciona en su libreta errante. Ya sea que hayan sido escuchadas en conversaciones o leídas en los rótulos y cartulinas que invaden la urbanidad, estas frases y sucesos funcionan como pequeños paréntesis en el tiempo, parpadeos que Gibrán intenta encapsular y fijar en su cuaderno para retomarlos en el futuro y desarrollarlos en sus dibujos, lienzos y murales.
Vista de la exposición de Gibrán Turón, ‘Éxitos humildes’. Cortesía del artista y Proyectos Monclova.
A pesar de que su formación como ilustrador lo acerca más a la novela gráfica y al cómic, el artista opta por otros formatos —como la pintura— donde una narrativa lineal no se ve comprometida. Le interesa la impermanencia de un acontecimiento: “...en la calle, si no lo entendiste, no lo entendiste”. Más que historias que inician y concluyen, lo que pasa en y dentro de su obra queda abierto, sugerente. Si alguna vez existió el hecho real, no importa, porque puede haber mil versiones más. Y es que la posibilidad retórica que existe en el lenguaje de las calles de la ciudad, juegos de palabras combinados con símbolos e imágenes, es infinita.
Un ejemplo puede verse en Infantiles, una serie de retratos cuyas fotografías originales provienen de peluquerías que anuncian cortes para niños. A cada estilo de corte le corresponde un adjetivo escrito en la parte inferior de la pintura, a la John Baldessari. ‘Multifacético’, ‘Incorregible’, ‘Consentido’, ‘Pilón’, persuaden a quien desee identificarse con el arquetipo. Esta estrategia de consumo —un tema de interés para el artista desde su lado más publicitario— responde a una parte de la población que suele estar acostumbrada al comercio informal, donde frecuentemente negocios prosperan dada su ubicación en la vía pública.
La convivencia, los intercambios y las transacciones aquí efectuadas tienen otro tiempo, otro acento, otro tono: triunfa la diversión genuina¹. Algo con lo que estoy segura que Gibrán, siendo nayarita, estaría de acuerdo es que la vida en la calle, como en la playa, es más sabrosa.
Vista de la exposición de Gibrán Turón, ‘Éxitos humildes’. Cortesía del artista y Proyectos Monclova.
En el paseo se descubre a la ciudad interminable, eterna y fugaz, siempre cambiante. La impermanencia aparece hasta en lo que pretende arraigarse. Para la ocasión, Amanecer distinto —un mural anteriormente ubicado en alguna pared de la avenida Eugenia, en la Colonia del Valle— fue profanado, arrancado de su soporte original y trasladado (o lo que sobrevivió de él) a cuatro lienzos que hoy ocupan el espacio de la galería. A través del strappo, una técnica que permite desprender sin daño la pintura de una superficie para después traspasarla a otra, Gibrán altera la condición inmanente de un grafiti y lo rescata para inmortalizarlo en el lienzo.
La obra no emerge sola, viene acompañada de capas y capas de pintura que ocuparon el muro mucho antes de que el artista pintara sobre él. Aun cuando puede ser incongruente con la calle la decisión de sacar un mural para meterlo al espacio de galería, más que como resultado, pienso esta acción como un ejercicio donde se explora la materialidad de un medio, así como el paso del tiempo en un soporte que, dada su variabilidad, difícilmente podría ser abordado de esta forma cuasi-arqueológica.
Vista de la exposición de Gibrán Turón, ‘Éxitos humildes’. Cortesía del artista y Proyectos Monclova.
Este interés me lleva a la importancia que el artista pone en replicar ciertas materialidades —como la de paredes y muros irregulares— en sus pinturas sobre peyón. En Fina estampa y Dame luz, Gibrán logra imitar la superficie descarapelada propia de una zona que ha estado a la intemperie durante los últimos cincuenta años, la cual, a su vez, tiene una paleta de colores tan brillantes que sería imposible confundir su actualidad. Por otro lado, la elección de tonalidades conmemora su trasfondo editorial y recuerda las de una impresión en risografía.
Éxitos humildes reúne un diverso repertorio del amplio cuerpo de intereses y trabajo que el artista tepiqueño ha realizado. Desde el dibujo —presente, como punto de partida, en su cuaderno de notas donde registra borrones, imágenes, frases y pensamientos—, pasando por su vínculo con la pintura callejera, el mural y el grafiti, hasta la fuerte influencia del mundo risográfico y del fanzine. Esta diversidad hace de la muestra un intercambio entre él y lo que existe en y gracias a su estrecha relación con la calle.
¹ “La diversión genuina (ironía, humor, relajo) es la demostración más tangible de que, pese a todo, algunos de los rituales del caos pueden ser también una fuerza liberadora”. Carlos Monsiváis. Los rituales del caos. 1995, p. 16.