Es indudable que las grandes narrativas tienen un peso considerable sobre nuestra vida privada. A pesar de que nuestras características individuales sean fluidas, adquieren la forma del recipiente en el que caen. Podemos observar este fenómeno de tránsito entre lo molecular y lo molar en la muestra Danh Vo que actualmente se exhibe en la galería Kurimanzutto.
La práctica del artista se ha fundamentado en la interacción que sostiene con amigos y familiares. Su obra puede ser entendida a partir de las colaboraciones que ha establecido con sus seres queridos:
No creo realmente en mi propia historia, no como algo singular. Ésta se teje con las historias de otras personas, la historia local y la geopolítica. Puedo verme a mí mismo como un contenedor que ha recibido innumerables remanentes de historia sin una dirección y por eso trato de compensarlo. Estoy tratando de darle sentido y una intención personal. — Danh Vo
La participación de los familiares de Vo en su trabajo va más allá del aprovechamiento de sus profesiones. Vo busca torcer la idea de autoría de manera que se combinen capas afectivas y políticas en los objetos resultantes.
En uno de sus primeros proyectos, el artista involucró a su madre en el proceso académico para la realización de una obra. La institución demandaba que el artista asistiera a las discusiones relacionadas con su proyecto. En lugar de presentarse, le cedió el lugar a ella.
En palabras del artista:
Se trataba de probar múltiples interacciones, errores, regaños, los diálogos entre yo, la institución educativa del arte, la academia y mi familia, quienes realmente no sabían lo que yo hacía en mis estudios.
A lo largo de su carrera, la colaboración más emblemática en el trabajo de Vo ha sido con su padre, quien por una justa suma ejecuta obras textuales de acuerdo con las instrucciones de su hijo.
Siendo apenas un niño en Vietnam, Phung Vo perfeccionó la caligrafía, una habilidad que sigue utilizando en su vida danesa. Phung no habla ningún idioma occidental aparte de un poco de danés, por lo que para Danh Vo su trabajo caligráfico se convierte en algo que llama “un acto de puro trabajo”.
Creo que lo que es exitoso en la obra con mi padre no es que se generen puentes de entendimiento sino puentes a través del trabajo. Aunque ninguno de los dos alcance a entender al otro, estaremos unidos por eso.
De acuerdo con el texto introductorio de Katherine Brinson, curadora de la muestra individual que Danh Vo tuvo en el Museo Guggenheim este año, el Sr. Phung Vo está feliz de ser remunerado por un trabajo estable que puede realizar desde su casa en Copenhague, sentado silenciosamente en su escritorio con una taza de café instantáneo a su lado.
Discretamente titulada con el nombre del autor, la exposición en kurimanzutto parece aludir al momento en que el artista visitó un cementerio en Vietnam destinado a los muertos durante la guerra. En ese lugar, un nombre muy similar al suyo aparecía en la mayoría de las lápidas. Lo que en un principio aparentaba ser un nombre compartido, en realidad quería decir sin nombre: marca textual para las tumbas anónimas. Una anécdota como esa sirve para explicar la relación ética de Vo con la apropiación, por encima de la relación con sus allegados.
En esta exhibición se presentan las obras de otro artista, Peter Bonde, sostenidas por estructuras de madera. Las pinturas de Bonde se caracterizan por el uso de gestos amplios y abstractos sobre superficies reflejantes. En la galería se encuentran dispuestas de tal manera que simulan paredes de modestos interiores.
Danh Vo, vista de instalación de Danh Vo, kurimanzutto, Ciudad de México, 2019. Cortesía del artista y kurimanzutto, Ciudad de México / Nueva York. Foto: Gerardo Landa Rojano
Se rumora que Bonde fue el profesor que le aconsejó a Vo que dejara de hacer arte mientras terminaba sus estudios en la Academia Danesa de Bellas Artes. Debajo de algunas de sus pinturas se alcanzan a leer frases extraídas de El exorcista con la tipografía preferida de Phung Vo. El gesto previo dispuesto para ser intervenido parece implicar relaciones de poder cambiantes, polivalentes y permeables.
En los cuartos de la exhibición se presentan otros elementos. Un grupo de fotografías del sobrino del artista tomadas por Heinz Peter Knes enrarece las habitaciones. Estas imágenes parten del interés de Gustav, su sobrino, por mostrar la flexibilidad de sus omóplatos, a los que llama “alas”.
Por otro lado, algunos muebles de nogal sostienen jarrones con plantas cuya característica predominante es la adaptabilidad. La mecánica de esta obra resulta más clara una vez que sabemos que el artista tiene una huerta de nogales. Su bosque, originalmente destinado a producir rifles, le fue regalado por Craig McNamara, hijo de Robert McNamara, antiguo Secretario de Defensa de los Estados Unidos. No es del todo claro si el intercambio pretende exorcizar la triste fama de la familia, pero sí podría especularse que las obras de la exhibición inauguran propias e infinitas cadenas de intercambios.
Danh Vo, vista de instalación de Danh Vo, kurimanzutto, Ciudad de México, 2019. Cortesía del artista y kurimanzutto, Ciudad de México / Nueva York. Foto: Gerardo Landa Rojano
A veces Vo presenta sus objetos sin ninguna intervención, permitiendo que sus contradicciones internas se revelen a través del simple acto de la recontextualización. Unas cuantas frutas de granada se despliegan a lo largo de la muestra, representando a sus homónimas armas de guerra.
Para el artista, la apropiación del material es la reapropiación de una historia que le fue extirpada abruptamente. Una manera de rellenar algunos de los huecos de su propia identidad. Al mismo tiempo, su obra cuestiona que la idea de cultura pueda ser contenida por los límites de una nación. En su lugar, demuestra una entidad en constante flujo, sujeta a los procesos transformativos de la migración y del intercambio.
A pesar de que el uso de productos cotidianos en su obra puede aludir al readymade y a la representación en la cultura de masas, su acercamiento es muy diferente al de dichas estrategias canónicas.
Mientras los productos desplegados por Vo operan como marcadores del deseo del consumidor, también se desprenden de dicha categoría; en realidad, alcanzan a invocar discursos que son lo opuesto. Este potencial interpretativo se actualiza al tomar en cuenta la vida de los objetos, que pertenecieron a otras personas en su pasado o que son adyacentes a eventos históricos. En ese sentido, y de acuerdo con lo que dice Brinson, son más reliquias que readymades.
La elocuencia de los objetos e imágenes de Vo proviene de la reiteración de los significados que han adquirido mientras se mueven por el mundo desde su dislocación cultural, su propiedad intercambiable o su proximidad a incidentes históricos y narrativas personales.
Una huella o remanente puede paradójicamente permitir que se revele mucho más que una totalidad coherente. La fragmentación también permite que se distienda la densa compresión de un conjunto narrativo.