Seamos devoradores de arte. "La delicia del objeto inmortal" de Gabriel Lengeling
por Yuriko Cortes-Salcedo
En Proyecto Caimán
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Estamos en Gdl Art Wknd, antes PREMACO, un momento en el que se abren estudios y galerías para aquellos que también viajan a la Ciudad de México durante la semana del arte. En ese marco se presenta La delicia del objeto inmortal, un proyecto expositivo comible y consumible que hace un juego reflexivo elemental frente a este circuito y su mercantilización.
La muestra se despliega en Proyecto CAIMAN, plataforma de exhibición de arte contemporáneo que, a través de la mediación del artista Raúl Rebolledo, invitó a colaborar a Dea López y a Gabriel Lengeling. Ambos tienen puntos de encuentro en sus respectivos trabajos: la comida y sus procesos.
Al platicar con Dea López, curadora de Co.merr, y con el artista Gabriel Lengeling se vislumbra el trabajo en colaboración, la exploración de la experiencia y la importancia de los afectos como puntos clave en el proyecto que democratiza el arte, volviéndolo accesible. La finalidad no es la adquisición de un objeto que resguarde la permanencia del tiempo, sino generar una experiencia en el espectador mediante el consumo de paletas con formas variadas de esculturas que han sido relevantes en la historia del arte. Entre las obras que se replican están Obelisco Roto de Eduardo Abaroa, Esfinge de azúcar de Kara Walker y El David de Miguel Ángel.
En La delicia del objeto inmortal se reflexiona sobre la trascendencia de la imagen hoy en día y su multiplicidad en la cultura popular, que muchas veces la convierte en souvenir, en este caso en un souvenir comestible. La imagen que ha trascendido el tiempo ahora se multiplica y se pone a disposición como objeto de consumo común, acentuando tanto su carácter visual y sus valores estéticos como la experiencia que genera: un gesto que suscita la convivencia con los otros. El espectador pasivo se convierte en partícipe de la exposición, el cuerpo consume la imagen y el espacio se convierte en un contenedor de afectos a través de la interacción social.
El proyecto se apoyó en la plataforma Scan the world, cuya misión es compartir esculturas imprimibles en 3D y artefactos culturales, utilizando tecnologías de escaneo. Según su creador, Jonathan Beck, su objetivo es la democratización del objeto. Por ello, Gabriel lo utiliza como base para realizar los moldes en grado alimenticio de las esculturas que se convertirán en paletas. Algunos otros tienen salidas distintas y sirven para producir esculturas impresas en hielo o soportes para registrar su desmaterialización.
En el caso de las piezas hechas con hielo, la figura se deforma hasta volverse irreconocible. Este proceso se presenta en un tríptico de videos que registran su desaparición. Tanto la escultura en nuestra mano –las paletas– como las de los videos se derriten, al final ambas están destinadas a ser consumidas por el tiempo o por el espectador.
Vista de la inauguración de « La delicia del objeto inmortal » de Gabriel Lengeling en Proyecto Caimán. Foto: Omar Elizarrarás
En palabras de Dea López, esta muestra se basa en la imagen pobre: “A través de internet estas imágenes que vienen de museos: esculturas resguardas, cuidadas, etc., llegan a Scan the world, donde se distribuyen. La imagen se pixelea, se reproduce, ripea y se vuelve efímera hasta desaparecer. El discurso central de este proyecto es que es un producto instagrameable”.
La exhibición ofrece elementos que acompañan a la acción relacional de la escultura efímera. Escultura como readymade, readymade como nieve, la nieve como escultura es un tríptico en bronce que simula conos de nieve en los cuales, a manera de helado, están resguardadas obras de tres artistas del readymade: Monogram de Robert Rauschenberg, Fuente de Marcel Duchamp y Caja de zapatos vacía de Gabriel Orozco. Una variedad para todos los gustos del arte americano. ¿De qué va a querer su obra de arte? Arte para llevar, el arte visto sólo como objeto de consumo. La obra dejó de contener sentido crítico para ser sólo estética. Al representar hitos de la historia del arte como bolas de nieve, la obra reflexiona sobre cómo aquellos objetos que lograron transgredir, ahora son representaciones del poder económico.
Gabriel Lengeling y Dea López en la inauguración de « La delicia del objeto inmortal » en Proyecto Caimán. Foto: Omar Elizarrarás
Para finalizar la muestra, al centro de la sala se encuentra Dispositivos que retienen la imagen, conformada por dos pedestales. El primero, realizado en yeso, está diseñado para funcionar como exhibidor de las esculturas efímeras. Las paletas se derriten sobre el yeso, que absorbe su color, cediendo a un dripping involuntario y convirtiéndose en una superficie de registro. El segundo consiste en una base de madera con dos cajas de acrílico donde también se derriten las paletas. El proceso consiste en esperar a que las paletas se derritan en la primera caja de acrílico para que este dulce derretido caiga a la segunda caja que está debajo, repitiendo el proceso de la base que tiene enfrente y con la cual dialoga. Una imagen procesual que recuerda a Condensation cube de Hans Haacke.
Gabriel Lengelin, a partir de la visión que se ha tenido del arte contemporáneo como actividad que consiste en producir relaciones con el mundo, lanza la pregunta: ¿Cómo consumimos arte? Somos visitantes asiduos a los espacios expositivos: compramos, coleccionamos, difundimos, ¿cómo es que somos parte de estas interacciones dentro del organismo? Estos cuestionamientos dieron como resultado la presente exposición.
Gabriel Lengeling en la inauguración de « La delicia del objeto inmortal » en Proyecto Caimán. Foto: Omar Elizarrarás
¿Qué pasa entonces cuando vamos a la galería y consumimos la escultura efímera? Nos convertimos en la obra misma como lo planteó Piero Manzoni en El consumo de arte dinámico por parte del público devorador de arte, donde marcó sus huellas dactilares en huevos duros para que el público, al consumirlos, se convirtiera en “arte”. O sólo será la oportunidad propicia para acercanos al mercado del arte mediante la compra de una obra en este circuito, pues su costo es alcanzable. Dejemos entonces que la acción misma nos responda al ser partícipes y registrarla en nuestras memorias. Devorar la obra de arte no sólo contemplándola, sino participando de manera activa a través del acto de comer. Seamos pues devoradores de arte en todo su espectro, en todo momento.
La exposición se puede visitar hasta el 3 de marzo con previa cita en las redes de Proyecto Caimán: @proyecto_caiman.