Rozar con la punta de los dedos sus bordes tiernos: Javier Barrios en Pequod Co.
por Adriana Flores
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Mucho antes de que la especie humana caminara por la Tierra, el mundo estaba habitado por criaturas de sangre fría entre paisajes tenues. El azul oceánico hacía contraste con un mar terrestre de vegetación en tonos marrones y verdes; había plantas, más no hierba ni flores. No fue hasta el periodo del Cretácico que sucedió un giro en el paisaje; aparecieron las angiospermas o plantas con flores. Esta especie, cuyos órganos reproductivos se encuentran envueltos por deliciosos pétalos de colores, despiden aromas agradables para atraer la presencia de insectos polinizadores, sin mencionar la mirada de quien contempla detenidamente la gracia de lo sutil.
Pienso en la aparición de las flores como un acontecimiento casi fantástico. ¿Cuál habrá sido la reacción de los primeros seres vivos que temerariamente se acercaron a absorber su aroma? ¿Cuántos cuerpos nos hemos rendido ante sus formas carnosas y aterciopeladas, sin poder evitar rozar con la punta de los dedos sus bordes tiernos?
Javier Barrios sucumbe inevitablemente ante este encantamiento, concentrando su fino pulso en dibujos que plasman una de sus obsesiones más exóticas: orquídeas y otras flores como personajes enigmáticos y sensuales. Casa de Sombras es la primera exposición individual del artista en la galería Pequod Co., donde se encuentra un conjunto de piezas inéditas realizado entre 2019 y 2022.
En una de las salas se muestra Buddhist Visions of Hell, una serie de dibujos que retrata la concepción del inframundo según la práctica religiosa oriental. Desde su imaginario, las orquídeas son deidades que transitan por los diferentes niveles del infierno, son la especie en control de este lugar que ejerce castigos sobre la especie humana. “Para esta serie quise hacer convivir situaciones fuertes/extrañas con elementos bellos como las orquídeas, pues me llamó la atención que una religión como el Budismo, popular por su visión zen de la vida, tuviera al mismo tiempo un lugar como el inframundo donde se desatan distintas situaciones súper violentas”, me cuenta Barrios mientras observo a detalle severos rostros entre los pétalos.
Javier Barrios, Aparición No. 3, 2022. Cortesía del artista y Pequod Co.
Aparición No. 3 es otro dibujo alucinante por su lenguaje visual inventivo, pues el artista plasma su imaginario simbólico fusionando elementos iconográficos de la cultura mesoamericana y asiática. Barrios puntualiza respecto a esta pieza: “Tengo mis límites éticos al tomar elementos de otras culturas, sin embargo, me gusta crear estas imágenes donde intento agrupar elementos simbólicos distintos y hacerme de mi propio vocabulario para dotar de significado a estos seres desde mi propia mitología”.
En la composición de este dibujo se observan dos grandes lotos en llamas con un detalle de polen al centro que los mantiene unidos, mientras que en la parte inferior resplandece una mandíbula con incrustaciones de jadeíta en los dientes. Estos elementos dan vida a una deidad que tiene un doble poder: la fuerza destructiva y dadora de vida, ello mediante el fuego concebido desde dicha visión prehispánica.
Javier Barrios, Peonia de fuego (De la serie Buddhist Visions of Hell), 2021. Cortesía del artista y Pequod Co.
Lo mismo sucede con Peonia de fuego, otro de los dibujos que cautivan por la incandescencia de sus pétalos, semejantes a llamaradas de fuego. Me doy cuenta de que me he quedado absorta en mis pensamientos cuando la voz lejana de Barrios me invita a continuar con el recorrido en la sala contigua.
De pronto, ante mis ojos se erige una construcción de madera impecable que semeja un pequeño refugio, iluminado desde dentro. Javier me explica que con esta pieza más que generar una discusión político-histórica en torno a lo que los invernaderos y orquídeas colonialmente representan, desea explorar posibilidades cercanas a la ilustración científica y la sensación de transitar por un jardín botánico.
Javier Barrios, Invernadero, 2022. Cortesía del artista y Pequod Co.
Invernadero es una instalación escultórica que tiene la intención de ser un diario de trabajo que reúne las especies de orquídeas preferidas del artista. Cada panel, dibujado en acuarela, muestra retratos de orquídeas que dentro de su condición vegetal advierten, expresivas, el irremediable acontecimiento central: presencian la muerte por vez primera. Una polilla a punto de ser devorada por un ave es la trama fabulativa de esta pieza. La gracia de lo sutil a merced de la muerte, el rito fatal de vida.
Sigo con la mirada cada uno de los rostros dibujados en las orquídeas de esta pieza y pienso en los poemas de Emily Dickinson, en aquellxs poetas seducidos por el emblema de la flor, no sólo como objeto de admiración, sino por su carácter enigmático como sistema de vitalidad efímera. Mientras tanto, Javier asegura para terminar nuestra visita: “Lo sensual de las flores es una característica inmanente, no hace falta agregarles mucho más, ellas tienen en sí erotismo suficiente”.