Ritmos y fugas: bailar la calle como forma de resistencia. Entrevista a Federico Martínez Montoya
por Aurora Marie Leyva
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Conocí a Fede un día que venía de filmar el video Ritmos y Fugas. Mientras comíamos junto con Gemma Argüello, Beto Díaz y Sara Medina, me hablaron sobre el proyecto que estaban organizando en la galería abierta del TEC de Monterrey. Tuve la oportunidad de ir a ver la proyección en una calle de la Colonia Independencia el sábado 27 de mayo en la tarde/noche. El hecho de intervenir el espacio público con un video sobre acciones que involucran directamente al cuerpo, al baile y al aprendizaje-mutuo como formas de resistencia fue algo que me llevó a tener algunos cuestionamientos que pude compartir con Fede.
Aurora Marie Leyva. Me gustó mucho el video y cómo se ve representado el baile como una forma de resistencia. ¿Cómo fue tu proceso antes de conectar con las bailarinas y cómo fue cambiando al momento de realizarlo?
Federico Martínez Montoya. Ritmos y fugas se fue transformando en todo momento, eso es parte de mi forma de trabajo cuando hago este tipo de proyectos colaborativos. Al trabajar con otras personas puedes empezar con una inquietud, pero el proyecto final va a irse transformando a partir de que las otras personas vayan sembrando o tú vayas percibiendo sus inquietudes.
El proyecto se deriva de una investigación relacionada con espacios de baile y memoria. Los espacios de baile como una forma de resistencia. La investigación inició en la Ciudad de México, por ahí del 2015, con la recuperación y activación de la memoria de un bar gay clandestino en la Alameda Central.
Cuando me invitaron a participar en este proyecto, quería investigar sobre lugares de baile. Al darnos cuenta de que no había tantos con las características que queríamos, empezamos a pensar en bailes en la calle y así fueron apareciendo cada una de las participantes. Primero apareció Leticia Hinojosa; después Alejandra Naranjo, quien es maestra de danzón. Ahí se trazó una línea muy clara: “mujeres que bailan en la calle”. Finalmente, apareció Kristen Génesis, a partir de un amigo que yo tengo que pertenece a la cultura Ballroom. Entonces, de alguna manera, la línea se fue trazando sola.
Lo demás fue tomando forma cuando empecé a entrevistarme con ellas, a grabarlas en los lugares donde suelen bailar. Con lo que cada una de ellas contó –la forma en la que viven lo que significa bailar–, cobró forma la última parte del proyecto, en la que se encontraron en un salón de danza para que cada una enseñara a bailar a la otra.
AML. Como artista que reside en la Ciudad de México, ¿qué intercambios viste y tuviste con las personas (tanto de aquí como de allá) que colaboraron en este proyecto en Monterrey?
FMM. Ya había trabajado previamente en Monterrey. Empecé a acercarme a Monterrey por ahí del 2006 cuando trabajé con Ana Cadena un proyecto relacionado con memoria oral de ex-trabajadores de la Fundidora, desde ahí el diálogo y los intercambios nunca han parado, siempre han sido constantes entre amigos artistas, además de estar al tanto de las cosas que van sucediendo. Esta vez, el principal intercambio que tuve fue con las mujeres que participaron: Lety, Ale y Kris; también con el equipo que trabajó en el proyecto, principalmente Gemma Argüello, que estuvo en la curaduría. Sara Medina, asistente curatorial de Distrito TEC, así como Memo García y Pau Morán, de Alboroto, estuvieron involucrados en toda la gestión del proyecto.
Foto: Sergio Beltrán-García
Los diálogos y cuestionamientos más interesantes surgieron del cacho de experiencia que a mí se me escapaba, en el sentido de que yo era un hombre que estaba investigando sobre las experiencias que tienen las mujeres al bailar. En ese sentido, los diálogos que tuve con ellas, con Gemma y con Sara, no sólo me ayudaron a entender esa experiencia femenina, sino también el contexto de Monterrey: el diálogo no-racional que implica el baile, el tema de la cercanía física, el juego de roles, cuestiones que acaban proyectándose en el día a día. Esos fueron los intercambios más interesantes que tuve, y también lo que significaba para cada una de ellas el bailar y el cuerpo desde su contexto.
Foto: Sergio Beltrán-García
AML. Por los diferentes contextos, ¿qué cambios viste sobre cómo se percibió el video dependiendo de la ubicación donde se presentó? Y, referente a la frase “bailar la calle”, ¿qué tanto cambia el significado de la pieza al momento de presentarla en otros lugares institucionales o públicos?
FMM. Pienso que cada uno de los contextos en los que se presentó fue distinto y se obtuvieron diferentes resultados; sin embargo, sigue siendo un reto para este tipo de presentaciones, fuera de los lugares destinados al arte, el tipo de mediación que previamente se realiza, así como la disponibilidad de tiempo y espacios. Por ejemplo, en el caso de la presentación en el parque de la Florida, asistieron todos los miembros de los grupos de baile de Ale, que son adultos mayores. Muchos de ellos ya no trabajan, lo cual hizo que tuvieran disponibilidad para asistir a la presentación. El video fue recibido como una especie de reconocimiento hacia la labor de su maestra.
Foto: Sergio Beltrán-García
En el caso de la proyección en el LABNL, se hizo a las seis de la tarde porque era el único espacio en el que podía estar Kris, la otra protagonista del video, ya que antes y después trabajaba, lo cual hizo que los tiempos fueran más reducidos. A ella llegaron algunos de los integrantes de su casa de Ballroom, la mayoría todavía estaba trabajando durante ese horario. Sin embargo, en esta presentación nos dimos cuenta de que la acción de compartir los conocimientos sobre baile había ayudado a Kristen a enfrentar y trabajar ciertos miedos relacionados con la convivencia con otras mujeres cis. De alguna manera, a ella le impactó en el plano personal como mujer trans.
Foto: Sergio Beltrán-García
En el caso de la colonia Independencia, la presentación se realizó un sábado al final del día. No hubo un trabajo previo de socialización con la comunidad, éramos una suerte de “extranjeros” dentro de ese contexto, lo que llevó a que la gente se acercara con miedo o con dudas sobre si veníamos de algún partido político. Eso provocó que la pieza solamente fuera vista por muy pocos vecinos y la familia de Lety; sin embargo, los comentarios de Lety al verse proyectada en las paredes de su colonia fueron de alegría.
Una reflexión final sobre este tipo de socializaciones tiene que ver con que hay veces en que la institución “museo” sí genera ciertas formas de legitimación y reconocimiento que pueden ser benéficas para los participantes. En experiencias previas, donde he desarrollado proyectos en colaboración con personas para compartir sus experiencias sobre trabajos cotidianos, verse reflejadas en un video que se proyecta dentro de un museo genera un espejeo cobijado por la institución que representa legitimidad.
Foto: Sergio Beltrán-García
En Ritmos y fugas, la legitimidad tiene que ver con el lugar donde sus saberes y sus experiencias merecen ser compartidos y exhibidos; el tema de la presentación pública sigue siendo un reto para la elaboración de este tipo de proyectos.
AML. Es súper interesante que el proyecto no sólo reflexione en torno a las líneas de resistencia-cuerpo-género, sino que también cuestione los espacios de legitimación y las relaciones entre los diferentes públicos. ¡Muchas gracias, Fede!