Fabian Ramírez presenta su obra más reciente en la galería Daniela Elbahara, bajo la curaduría de Luis Hampshire. La exposición muestra pinturas y esculturas de cerámica expandida mediante intervenciones sobre el espacio y peculiares gestos de montaje. Desde el primer vistazo, encontramos un vasto despliegue de texturas y planos visuales. Hay zonas en las que se distingue cierta intencionalidad y otras en las que sólo se manifiesta la materialidad. La variedad de estímulos plásticos frustra fácilmente la búsqueda de un enunciado.
En lugar de partir de una lectura espacial reticulada que localiza los objetos en los lugares más cómodos para la vista, la distribución parece consecuencia de los efectos de distintas fuerzas que atraviesan a las obras mismas. Varias sugieren flujos continuos de energía, otras producen estallidos y algunas parecen ser residuos: huellas de una transformación ya acontecida. Los flujos, los estallidos y las huellas responden a lógicas espacio-temporales muy distintas. Si coexisten en la exposición es posiblemente porque sobre ellas se ha forzado una pausa. La mirada vacila entre la curiosidad y la confusión mientras recorre estos procesos detenidos, es difícil advertir qué pasará si se reactivan.
El texto curatorial explica que el título proviene de la combinación de dos términos: tripsitter, quien cuida o acompaña un viaje psicodélico, y zittern, temblar. Rumbo a la configuración de un significado para este nuevo término, tenemos la oportunidad de divagar. ¿Temblar es viajar? ¿Viajar es temblar? La muestra insiste en presentar un umbral extraño e inhóspito donde materia y concepto son inestables. Incluso las flores que se asoman temerosamente en algunos de los cuadros son amenazadas por la abstracción. En este ecosistema pictórico, proponer la transformación de la materia parece, simultáneamente, implicar su destrucción.
Hay otros aspectos de la obra que añaden tensión al ecosistema. Algunos de los cuadros, por ejemplo, están sostenidos por rocas en el suelo y recargados sobre la pared. Esta decisión concede un modo de presencia adicional a los cuadros, exigiendo se considere su lógica interna; su relación con el muro, en tanto imagen, y con su separación del mismo, en tanto espacio. Sucede también que en un díptico pictórico y en una escultura, que recuerda a una estela, la forma plana de los volúmenes se interrumpe con cortes firmes, fragmentando su superficie y produciendo una sensación de ensamble. La correspondencia entre dos partes de una misma pieza se opone a los distintos momentos de dispersión en las que están inmersas. Entonces, ¿todos estos elementos en recomposición suspendida tienden al caos o al orden? Resulta imposible evadir el vértigo.
Fabian Ramírez, Tripzitter, Daniela Elbahara, 2021. Foto: Onda MX
Destacan los tumultuosos objetos cerámicos esparcidos por la exhibición. Elijo especular para otorgarles una naturaleza orgánica, ya que son los únicos entes aparentemente capaces de transitar entre los distintos planos de este particular entorno. Están protegidos por una capa brillante que concilia la voraz interacción del color con las caprichosas cavidades de la materia. Su brillo les permite resistir al efecto matificante que detuvo todo lo demás. Tal vez respiran a una velocidad imperceptible.
En general, la hiperreflexividad de la muestra complica su digestión. Si bien la psicodelia como motivo puede pautar una primera aproximación, el cuerpo fácilmente queda rebasado por las capas de lectura que encontramos insinuadas por doquier. No es que haya un error en la apuesta por la superposición de tales capas, sino que la demanda metabólica es alta y podría no concretarse. En todo caso, se puede optar por recorrer la exposición con una mirada que avanza con cautela y se desliza sobre esas fuerzas congeladas, divirtiéndose.
Fabian Ramírez, Tripzitter, Daniela Elbahara, 2021. Foto: Onda MX
TRIPZITTER es un proyecto ambicioso y oscuro que procura presentar al mismo tiempo su causa y su potencial alcance. El trabajo de Fabian demuestra su diligencia y se adhiere a una larga tradición que aprovecha el arte para elaborar problemas filosóficos. No todas las exhibiciones han de posibilitar experiencias iluminadoras, como si de un mandato moral se tratase. Sin embargo, en estos tiempos convulsos, creo que conviene optar por escenarios vulnerables en los que los ojos puedan vibrar y reconfigurarse sin necesidad de someterlos a un temblor de escala mayor.
La exposición puede visitarse hasta el 10 de noviembre con previa cita.