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Paola Dávila: en el Agua-Cielo no está sólo el azul

Reseña

Paola Dávila: en el Agua-Cielo no está sólo el azul

por Guillermo Boehler

En Patricia Conde Galería

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Tiempo de lectura

7 min

El hecho de que Tennyson arranca la flor y la sostiene en sus manos, “con todo y raíces” y la mira, quizá intensamente. Es muy probable que experimentara un sentimiento parecido al de Basho, quien descubrió una flor de nazuna en el seto, al borde del camino. Pero la diferencia entre los dos poetas es que Basho no arranca la flor. La mira simplemente. Está absorto en sus pensamientos. Siente algo en su espíritu, pero no lo expresa. Deja que un signo de admiración diga todo lo que quiere decir. Porque no tiene palabras para expresarlo; su sentimiento es demasiado pleno, demasiado profundo y no quiere conceptualizar.

— Fromm, E. y Suzuki¹

Hace casi 200 años de la invención de la cianotipia. El dato podría parecer inútil para introducir el texto, sin embargo, en 1843 Anne Atkins, bióloga británica, considerada una de las primeras fotógrafas y creadora del primer libro de fotografías de la historia, el British Algae, utilizó esta técnica azul para hacer registros de las algas marinas de la costa inglesa. Es ahí donde la historia de la técnica deja de ser secundaria para pensar en la exposición Agua-Cielo de Paola Dávila² en Patricia Conde Galería, inaugurada el pasado 20 de abril.

Dávila, junto a la curadora de la exposición Laura Gonzáles-Flores, insisten en el color como línea discursiva: la vinculación de este con los tonos marinos y atmosféricos, la pérdida del límite entre el mar y el cielo en el horizonte (serie Marea, 2023); camino que empieza con Homero recordando la falta de una palabra para lo que hoy nombramos “azul”. Obras que experimentan con los tiempos de exposición y el revelado, la química de las sales, los soportes que reciben la emulsión, la mancha. Insistencia en mezclar la expresividad con el discurso científico de los dispositivos expositivos, láminas de vidrio para microscopios (Lámina I-VI, 2024) y vidrios de reloj (cajas petri de gran tamaño, Alga XII-XVIII, 2023) como cultivos de bacterias, de algo que está vivo, algo que reacciona, que metaboliza.

Paola Dávila, Agua-cielo, vista de la exposición, Patricia Conde Galería. Cortesía de la galería.
Paola Dávila, Agua-cielo, vista de la exposición, Patricia Conde Galería. Cortesía de la galería.

Atkins hace láminas científicas con la cianotipia; son el opuesto de la obra de Dávila. Sobre el papel recubierto de emulsión, la científica británica organiza las diferentes especies de algas y otras plantas para su descripción: enteras sobre el soporte, identifica sus partes, hojas, bulbos, raíces, no queda ningún rastro de lo orgánico en el papel además de su sombra, no queda nada del mar, todo es azul, todo es lo que tiene que ser, orden de la ciencias, un orden muy británico e imperial –más que prusia, royal blue.

No hablemos del azul.

Aparecen rojos, naranjas, tierras, verdes, blancos –el material empieza a respirar–, lo orgánico rompe lo puro, el mar no tiene un único color, temperatura o luz.

Quiero lamer el papel y probar la sal del mar que añoro.

Luchemos, insistamos en cuestionar la foto, lo aséptico, el tecnicismo, la pureza de los tonos y el preciosismo de la representación. Su veracidad, hoy por hoy, ya no puede ser sostenida. La cámara del celular tiene más resolución que una cámara digital diseñada para esta función, igualmente, los softwares de edición. Los sistemas de reconocimiento de patrones e incluso la inteligencia artificial nos han comprobado que la representación más nítida, mejor renderizada, la imagen con menos ruido, no implica una verdad, no implica una prueba, no implica la huella de algo, aunque trata. Muchas veces engaña y confunde a miles de personas en el proceso. Los aparatos fotográficos de hoy evidencian la parcialidad que siempre existió en la práctica fotográfica y en la mirada. La foto nunca fue “la verdad”, prueba definitiva o prueba de existencia, pero nos ha tomado doscientos años para que nos cayera el veinte… Ahora podemos poner atención a lo que nos dan los procesos fotográficos.

Paola Dávila, Agua-cielo, vista de la exposición, Patricia Conde Galería. Cortesía de la galería
Paola Dávila, Agua-cielo, vista de la exposición, Patricia Conde Galería. Cortesía de la galería

El carácter de expresividad de la foto, del uso de la emulsión, de la alteración de la luz, del tiempo, de la velocidad y de la temperatura, ya no está al servicio ni de la precisión ni de la mirada que trata de dominar. Paola Dávila disminuye la cantidad de control sobre el resultado, experimenta, pone a prueba los límites de una técnica que ya conocemos desde hace mucho tiempo, eso no significa que no sea precisa, se nota el gran manejo y cuidado que tiene para llegar a estos colores y tonos, a estas formas y presentaciones. Más bien, como indica Gonzáles Flores, la artista abandona la representación, lo cual abre espacio a una expresividad que no es la suya, es decir, en estas obras no importa la expresión de la artista, ella es el medio, ella y la cianotipia. Su experimentación abre campo para que los objetos se expresen, respiren, alteren la reacción química, alteren los soportes, las formas y las manchas.

Paola Dávila, 31° 53' 48.552’’ N, 116° 42' 38.951'' W 7, 60 x 114. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería
Paola Dávila, 31° 53' 48.552’’ N, 116° 42' 38.951'' W 7, 60 x 114. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería

Acercarse y ver cómo un grano de sal absorbe el agua a su alrededor sobre una placa de vidrio (Lámina, 2023) o sobre el papel acuarela (31° 53' 48.552’’ N, 116° 42' 38.951'' W 10, de la serie Marea, 2023); ver los grumos de la oxidación sobre los textiles (como en Saloma XLIV, 2023), los tonos anaranjados y cremas que surgen en ellos; los verdes profundos sobre la seda, provocados por la reacción entre las sales de la cianotipia y las proteínas que conforman los hilos del textil (Saloma XXIX, 2023); las transparencias y sus brillos (Lámina I-VI, 2024); las inevitables marcas del contorno de las algas en el contacto directo e indirecto sobre los soportes, su inevitable deshidratación, el tiempo como mancha (Laminariales XLI-XLIII, 2023). A pesar de la insistencia en la estética clínica y la limpieza de las muestras sobre vidrio o los vidrios de reloj, que podrían remitir a un ojo cientifista o al aplanamiento de la superficie como en las láminas de Atkins, las piezas de Dávila tienen profundidad y textura, lo cual se nota en muchas de las obras en papel y se potencializa en la instalación que simula el nadar en un campo de algas (Saloma XXXV-XLVIII, 2023). El riesgo de enredarse rechaza la seguridad del laboratorio.

Paola Dávila, Saloma XXIX, 188 x 127 cm. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería
Paola Dávila, Saloma XXIX, 188 x 127 cm. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería

Si bien estamos acostumbrados al uso plano de la cianotipia para producir positivos fotográficos o a la huella blanca de los objetos sobre el papel, la artista aquí aprovecha los tonos, las materialidades y la tridimensionalidad del objeto. Sean las olas que se quiebran en la arena o las plantas que por el cambio de temperatura del océano llegan al margen, estas generan marcas que están dentro de su propia posibilidad; no encajan en un intento de descripción y precisión occidental y colonial de la mirada científica, sino en una postura que posibilita la complejidad de una expresión no humana.

A pesar de la insistencia, el mar es mucho más que azul, mucho más que agua y cielo, ese es el acierto discursivo del texto de sala. La monocromía de la cianotipia y su tono característico abre una clave de negatividad: ya no nos concentramos en el azul, vemos todos los demás colores que no fueron nombrados, todos los otros elementos que componen el paisaje, el desgaste y la vida que contienen. El control que se puede tener frente al soporte y al medio, al ponerse en contacto directo con estos elementos, construye una huella inesperada, una huella que no describe, pero que muestra la potencia expresiva de esos elementos, algo más allá de ellos.

Hay muchos más colores entre el agua y el cielo, no sólo el azul real, sino toda la vida que no se preocupa por nombrar y nombrarse, la expresión de un otro que no es artista, que no es humano, de tonos por conocer.

Paola Dávila, Laminariales XXVI, 114 x 38 cm. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería
Paola Dávila, Laminariales XXVI, 114 x 38 cm. Cortesía de la artista y de Patricia Conde Galería

La exposición estará abierta hasta el 1 de junio de 2024.

Guillermo Boehler

1: Fromm, E. y Suzuki, D.T. 1964, Budismo Zen y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica p.11. Gracias a Manuel Escudero por compartir conmigo esta referencia y dialogar sobre la expresividad de los materiales.

2: Gracias a la artista Paola Dávila por facilitar algunas informaciones de las obras, sus procesos y el montaje para la escritura de este texto.

Publicado el 12 mayo 2024