Ocaso Tropical. Rafael Uriegas en Galería de Arte Mexicano
por Julián Madero Islas
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Hay algo en Ocaso Tropical, la actual exposición de Rafael Uriegas en la Galería de Arte Mexicano, que la curaduría de Enrique Giner pone de relieve: la relación de la pintura con el espacio. La pintura habita el espacio, pero también lo replica y lo transforma; acompasa el tránsito de quien lo recorre. Aquí la curaduría es edición, una secuencia de espacios y de momentos¹.
Si bien, en los últimos años Uriegas ha volcado su práctica hacia el mural –hace parte con sus frescos de conjuntos arquitectónicos y espacios públicos en los que el color juega un papel protagónico–, su ejercicio sobre el bastidor no se ha interrumpido. Hay un diálogo nutricio en el que la pintura y el diseño se retroalimentan. Mientras transito la sala de exposición, encuentro que puedo habitar las piezas y surge la pregunta de cómo el espacio respira en ellas.
El autor me comparte una observación. Como parte de su práctica mural, atravesada por viajes y conversaciones, reconoce la distinta sensibilidad al color que se manifiesta en diferentes latitudes: esquematiza, por un lado, la paleta otoñal, agrisada, de la pintura anglosajona, y por el otro, la saturación “violenta” de la paleta tropical. Coincido en que a veces basta conocer la geografía de un lugar para reconocer la especificidad de su pintura. Por el momento, retengo lo esencial, una especie de código en el que la saturación denota una violencia regulada por la sobriedad de las tierras.
Rafael Uriegas. Cortesía del artista
Y es que a pesar de la globalización, de la que la producción artística es parte, el entorno geográfico y cultural se imponen. Los paisajes, las ropas y las maneras cambian proporcionalmente a la temperatura ambiental. Juan Acha se refirió a la cultura estética con el término ecoestética, subrayando no sólo el entorno, sino los usos populares del color y del espacio, de la música, la danza y la poesía. La pintura de Uriegas se inscribe en una ecoestética –tropical– que atardece: antes de ocultarse, el sol se enciende al rojo vivo.
El color va a soportar –los grises conteniendo, los saturados irradiando– toda una mecánica de las fuerzas. Pregunté cómo respira el espacio en estas piezas porque sucede algo muy particular en ellas. El color, más que teñir, lo inunda todo: el espacio se dilata, se extiende y se suspende, como las ligas al tensarse en un cuadrilátero. Las fuerzas crecen y decrecen, es inevitable escuchar los timbres, los silencios. Hay planos que son como explanadas a pleno sol y otros como cenotes a la sombra. Los signos adquieren peso en su relación cromática. El espacio respira y expira.
El corazón de una manzana un ave corta el cielo sol simiente yema amarilla
charcos de agua en un tablero dibujan estalactitas pistilos y núcleos familiares.
Vista de la exposición ‘Ocaso Tropical’ de Rafael Uriegas en Galería de Arte Mexicano. Cortesía del artista. Foto: Adrian Villalobos
Me detengo ante las esculturas de piedra. Diría que son punto y aparte, pero conforman el enclave entre lo arquitectónico y lo pictórico. Son también el puente entre la escultura vasca y la modernidad tropical. Contenidos y contenedores. No puedo más que asemejar el secreto de estas piedras con la frescura transparente contenida en la corteza de un lichi. En estas piedras-casa, el plano pictórico se despliega: envuelve y contiene. El espacio arquitectónico se vuelve mental.
…Me voy reduciendo, soy un punto que desaparece y vuelve y quepo entero en el tokonoma. Me hago invisible y en el reverso recobro mi cuerpo nadando en una playa…²
Vista de la exposición ‘Ocaso Tropical’ de Rafael Uriegas en Galería de Arte Mexicano. Cortesía del artista. Foto: Adrian Villalobos
Es cierto que las pinturas de Rafael Uriegas juegan, sugerentes, con nuestra percepción espacial, pero no como ilusión ni efecto trampantojo, ellas modulan el espacio como la música modula el tiempo: alargando, pausando, acompasando. Vuelvo de ahí como arrojado de un ensueño vacacional, del sabor del agua dulce y del reposo en la cavidad lítica.
1: La referencia al libro como secuencia de espacios y momentos proviene de Ulises Carrión.
2: José Lezama Lima, fragmento de “El pabellón de la vacuidad” (https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/26-005-jose-lezama-lima?start=10). Agradezco a Octavio Gómez Rivero por presentarme este poema.