Nada es suficiente es el nombre de la más reciente exposición individual del artista regiomontano Carlos Lara. Trece piezas ubicadas dentro de una pequeña sala blanca repleta de amigos, colegas y aficionados dejaron claro que aquello se trataba de algo más melancólico que nostálgico. Lo que observamos durante la inauguración del viernes 17 de junio en Yo Studio fueron los trabajos universitarios de Carlos, algunos desempolvados y otros réplicas, cada uno conceptualizado durante su etapa formativa como artista visual, proceso de aprendizaje que inició cuando aún era adolescente. Quizá por ello, lo primero que veo al entrar es Caguamones. La pieza de cemento, vidrio y vinil resulta un juego tan gracioso como cruel, simulando un par de cervezas bien heladas. La sequía histórica que vivimos hizo la experiencia realmente fastidiosa. Mi acompañante me susurra: “Están frías como tobillo de albañil.” No conocía el dicho pero inmediatamente supe de lo que hablaba. Se trataba de aquello que tanto explora Carlos en su trabajo: la cultura popular y su relación con la fuerza de trabajo.
Inmediatamente después, me siento atraída por Las paredes invisibles, las máscaras podridas y todos aquellos paisajes grises que atormentan silenciosamente, una proyección de una mosca que parece merodear al lado de una bolsa de agua colgada del techo, tal como se usa en hogares y taquerías para ahuyentar los insectos en tiempos de calor. De acuerdo con el artista, la mosca encarna los miedos que él sentía durante sus años en la universidad. Así como la mosca ante la alteración de su imagen sobre la superficie refractaria, Carlos se enfrentó a las distorsiones de percepción propia, una condición típicamente asociada con la adolescencia. El engrandecimiento caricaturizado de un ego joven e inexperto resultaba paralizante, tal como los procesos de educación artística que frecuentemente sofocaban la espontaneidad de sus ideas. Al haber sido profesora de Carlos durante aquella época, sus reflexiones me conmovieron. Yo también las tuve mientras cursé la misma carrera en la misma universidad. La palabra carrera, que tanto usamos para hablar de profesionalización, me vino de golpe y no pude evitar sentir un poco de tristeza al entender el planteamiento de aquella exposición: el dilema de la educación en el arte. ¿Enseñamos sobre arte o enseñamos a pensar como artista? ¿Enseñamos para integrar a profesionistas a un mercado o enseñamos para cuestionar ese mercado? ¿Cuál será la meta de dicha “carrera”? ¿Es tan sólo la adolescencia la causante de la parálisis y frustración que acongoja a los estudiantes de arte o son las institución y sus procesos?
Carlos Lara, Nada es suficiente, YO STUDIO. Foto: Ana Cadena Payton
Continúo por la sala observando los trabajos de Carlos, muchos cantando la inconformidad y molestia de un aprendiz. Cabe mencionar Como pez en el agua, composición de pez Betta (luchador de Siam) languideciendo dentro de una pecera que mira hacia un paisaje marino impreso en acrílico sobre muro. A pesar de deberle su deplorable estado a la tienda de mascotas donde fue adquirido, la expectativa de vida del pequeño animal es tan desfavorable como deprimente dentro de la sala de exposición y no me quedo sin afirmar que el uso de un ser vivo para el gesto artístico siempre será algo difícil de justificar. Eso dicho, la ironía de la pieza no se me escapa y me pregunto si es justificable la educación en el arte. Afortunadamente, la adolescencia no sólo arrastra frustración y me encuentro con Paisaje lunar, obra que refleja el sentido del humor del artista por medio de una impresión digital del hueco de su barba. Recientemente leí que aquellos parches que asemejan cráteres en las barbas masculinas pueden ser causados por estrés. En ese momento le pido a Carlos posar al lado de su retrato, le tomo una foto y reímos.
Carlos Lara, Nada es suficiente, YO STUDIO. Foto: Ana Cadena Payton
Finalmente, me encuentro con la pieza que mejor comunicó la premisa de la muestra: La ausencia de respuestas a muchas preguntas. Un Sísifo y su piedra colosal, empapados en pintura negra al centro de una maqueta de cubo blanco, retratan una escena de imposibilidad. Las manchas salpicadas en los muros recuerdan a obras montadas, evidenciando una batalla incesante entre el artista y la sala de exhibición que pretende conquistar. Por más que empuje la esfera pintada, las manchas provocadas por el contacto de la piedra con las paredes no llegarán a uniformar el espacio. Lo que queda es la suciedad, el accidente y los gestos inacabados. Nada es suficiente.
Carlos Lara, Nada es suficiente, YO STUDIO. Foto: Ana Cadena Payton
Pensando que regresaría a casa más llena de preocupaciones que de esperanzas, Carlos me vuelve a sorprender. Al dirigirme hacia la salida, bajo la mirada para ver un hechizo de zapato que lee: ¿Cuándo vamos a hacer todo lo que dijimos que íbamos a hacer?